Sueños de Libertad: Un reencuentro que no termina de sanar

En el avance más reciente de Sueños de Libertad, la distancia emocional entre Begoña y Andrés se hace cada vez más evidente. A pesar de los intentos sinceros de él por recuperar la conexión que los unió en el pasado, Begoña mantiene una actitud fría y evasiva. Por otro lado, María sigue avanzando en su proceso de recuperación física y emocional, y es Gabriel quien la acompaña con constancia, ternura y una cercanía que parece ir más allá de la simple amistad.

El capítulo arranca con una escena íntima y cálida entre María y Andrés. Están en la galería, y él, con un tono amable, le pregunta si quiere acomodarse en el sofá o sentarse cerca de la ventana. María elige quedarse donde está y, sin rodeos, le lanza una pequeña pulla sobre su ausencia durante el almuerzo. Andrés, algo incómodo, le responde que se quedará solo para el aperitivo. El diálogo se desarrolla con cordialidad, pero también con ciertas tensiones latentes. Conversan sobre la fábrica y la reciente resolución del conflicto con el nuevo perfume, lo cual ha traído algo de calma, aunque el trabajo sigue igual de exigente.

María le confiesa que le gustaría salir a tomar aire, y Andrés le informa que tiene planes de recoger a Julia del colegio para llevarla a ver al potrillo. Es justo entonces cuando aparece Begoña en escena. Saluda con cortesía, pero sin mirar a nadie a los ojos, y se dirige directamente a las escaleras. Andrés, notando su actitud, va tras ella para hablarle. Le pide permiso para llevar a Julia a la finca de su amigo, como ya hicieron en otra ocasión. Begoña, sin detenerse mucho, le dice que sí, que a la niña le encantará. Aun así, le sugiere que no lleguen tarde por si Julia tiene deberes, y se ofrece a preparar la ropa adecuada para el campo.

Andrés, en un intento de compartir tiempo familiar, le propone que vayan los tres juntos. Begoña, claramente incómoda, se niega. Dice que no es una buena idea, no porque no le guste montar a caballo, sino porque cree que es un momento para que Julia esté con él. Andrés insiste, con la esperanza de fortalecer algún lazo, pero ella responde con frialdad. Le lanza una frase punzante: si van los tres, también deberían invitar a toda la familia, incluyendo a María. Para Begoña, la situación es demasiado delicada. Andrés entiende el mensaje y guarda silencio, resignado. Ella finaliza la conversación de forma cortante: “Ahora te bajo la ropa”.

Más adelante, la atención se traslada a la habitación de María. Gabriel entra con su típica sonrisa serena. María, amable, le da la bienvenida y le cuenta que estaba haciendo sus ejercicios. Gabriel bromea con que se está escondiendo de la enfermera para que no descubra sus progresos, y se ofrece a ayudarla con la rehabilitación. María, agradecida, acepta.

Mientras la ayuda, el ambiente se vuelve más íntimo. Gabriel percibe una sonrisa especial en el rostro de María, quien, entre risas, le cuenta que presenció cómo Begoña rechazó una propuesta de Andrés. Él le propuso hacer un plan familiar con Julia, pero ella se negó tajantemente, alegando que solo sería posible si toda la familia, incluida María, iba también. Gabriel reacciona con una sonrisa irónica, satisfecho con la respuesta de Begoña. María, en tono de complicidad, expresa su frustración al ver cómo Andrés se arrastra por alguien que no le corresponde. Para ella, está claro que Begoña ya no tiene ningún interés, y todo eso, dice, es gracias a la influencia de Gabriel.

Gabriel se muestra confiado. Cree que su acercamiento con Begoña está funcionando. María, con una mezcla de picardía y sarcasmo, sugiere que el siguiente paso es darle más espacio, y que si Begoña sospechara que hay algo entre ella y Gabriel, sería aún mejor. “Begoña es como el perro del hortelano”, dice María, “ni come ni deja comer.” Gabriel sonríe, reconociendo que la conoce bien. María lo reafirma: “Es mi mayor enemiga, y si no la conociera, no sabría cómo enfrentarla. Ahora tengo un buen aliado.”

La conversación se vuelve más emotiva cuando María, con entusiasmo, le pide a Gabriel que la lleve al médico esa tarde. Él, intrigado, pregunta la razón. María entonces se incorpora con esfuerzo, coloca los pies en el suelo, y logra ponerse de pie sin ayuda. Gabriel, impactado, la mira sin poder articular palabra. María lo mira fijamente y le dice: “¿Puedes hablar?” Ambos están profundamente conmovidos. Ella insiste: “Esto tiene que verlo el médico.” Gabriel, con ternura, la toma en brazos y la acomoda en la silla de ruedas. Deciden ir juntos al consultorio, mientras en los rostros de ambos se refleja una nueva esperanza.

La tensión emocional crece, los vínculos se transforman y los protagonistas de Sueños de Libertad siguen enfrentando decisiones que podrían cambiar sus destinos para siempre. Una vez más, el amor, el orgullo y la búsqueda de libertad emocional se cruzan en una historia tan intensa como conmovedora.