Hola a todos: Avance explosivo de los capítulos 370 y 371 de Sueños de Libertad
La tensión alcanza un punto crítico en Sueños de Libertad con dos episodios que prometen remover hasta los cimientos de la historia. La trama arranca en la casa de la familia Reina, donde el ambiente es tan denso que casi se puede cortar con un cuchillo. Andrés y Begoña comparten la mesa, pero el silencio entre ellos es sofocante, cargado de reproches no dichos. Begoña, incapaz de soportarlo, se levanta con intención de marcharse. Andrés, sin embargo, la detiene con un tono que mezcla desesperación y ternura.
—Begoña, espera. Esta mañana he llamado al juzgado —confiesa—. Mi abogado ha gestionado una visita con Remedios. Necesito hablar con ella, acabar con esta pesadilla.
La respuesta de Begoña es un golpe seco: “¿Es que nunca vas a rendirte?”. Él, con esa obstinación que ya le conocemos, le recuerda que fue ella quien le enseñó a no hacerlo. Pero Begoña insiste: Remedios ha confesado, el caso está cerrado. Andrés no cede. Afirma conocer bien a la Guardia Civil y sus métodos de presión cuando necesitan un culpable. Incluso le propone que lo acompañe, recordándole que hasta hace poco juraba por la inocencia de Remedios.
Begoña lo acusa entonces de actuar movido por su deseo de culpar a Gabriel. Andrés promete que si Remedios admite su culpa frente a ellos, pedirá perdón a Gabriel sin dudarlo. El timbre del teléfono interrumpe el pulso. Andrés contesta: es su abogado. El juez ha aprobado la visita, pero solo tienen media hora. Andrés insiste en marcharse de inmediato. Ella calla… hasta que lo detiene: “Espera, voy contigo. Creo que yo también necesito hablar con Remedios”.
Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, Cristina se presenta en casa de Pepe. Él la recibe con una calidez que derrite cualquier formalidad: “Señorita Cristina, qué alegría verla”. Ella apenas tiene tiempo, pero no quiere perder la ocasión de visitarlo. Le recuerda aquellos caramelos que él le regalaba cada cumpleaños. Pepe sonríe con nostalgia: “Hace tiempo que dejaste de ser una niña… pero para mí, en el fondo, nunca has dejado de serlo”. Ella le cuenta sobre su trabajo y su nueva vida, y él la escucha como quien observa florecer a alguien que ha querido en silencio durante años.
En la fábrica, Cristina se cruza con Irene. La noticia la golpea como un mazazo: Remedios ha confesado robar el perfume y manipular la fórmula. Cristina queda sin palabras y, entre remordimientos, promete disculparse con Gabriel. Entonces, le entrega a Irene la caja de caramelos que Pepe le había regalado. Irene la mira con sobresalto: “¿De dónde la has sacado?”. Al escuchar el nombre de Pepe y saber que es el portero de la finca de sus padres, la verdad la atraviesa como un relámpago: ese Pepe es José Gutiérrez, el hombre que la abandonó… y el padre de Cristina.
Sacudida por la revelación, Irene corre al despacho de Pedro y le suelta sin rodeos: “José Gutiérrez está en Toledo”. Lo repite una y otra vez, intentando procesar el golpe. Pedro escucha atónito. Ella añade, con voz quebrada, que Cristina lo adora, que él la quiso… y a ella no. Pedro intenta calmarla, pero el daño ya está hecho. Hace una llamada urgente mientras el nombre de José Gutiérrez empieza a resonar como un eco amenazante del pasado.
En un escenario mucho más sombrío, Andrés y Begoña finalmente se encuentran frente a Remedios. La mujer, derrotada, apenas levanta la mirada. Andrés le pregunta con insistencia si la obligaron a confesar. Remedios repite, con voz apagada, que es culpable. Begoña quiere saber quién la contactó, y la respuesta es inquietante: un hombre bien vestido, una promesa de dinero, una llave robada para ayudar a su hija… y luego, el silencio. Nunca recibió el pago prometido, y siente que la utilizaron. Andrés intenta convencerla de luchar por su inocencia, pero ella lo corta: “Déjenme en paz”.
Begoña, frustrada, recrimina a Andrés su insistencia. Él, en cambio, se niega a aceptar que todo sea tal como parece. Ella le advierte que su obsesión por culpar a Gabriel lo está consumiendo. Lo insta a volver a ser el hombre justo que fue alguna vez.
El peso dramático del episodio se intensifica cuando la historia retrocede para mostrar lo ocurrido en la celda de la Guardia Civil. Allí, Remedios, con el alma rota, recibe la visita de Gabriel. Al principio, su aparición le da un rayo de esperanza, pero pronto se desvanece: él le aconseja que se declare culpable si quiere salir pronto de allí. Remedios, firme en su verdad, rechaza la idea. Gabriel, implacable, la amenaza con la presión de la Guardia Civil y con algo peor: destruir la vida de Enriqueta, su hija, que vive en París.
El pánico la envuelve, pero se aferra a su inocencia… hasta que las pruebas en su contra se acumulan, incluyendo una llave hallada en su bata. La sospecha empieza a crecer en su interior: ¿y si Gabriel está detrás de todo? ¿Y si él ha manipulado cada pieza de esta trampa?
Mientras, en la casa de los Reina, la tensión entre Andrés y Begoña se hace insoportable. Ella confía en Gabriel, él lo mira con recelo. El caso de Remedios se enreda, los aliados se distancian, y el objetivo de encontrar la verdad parece desvanecerse.
Todo queda pendiendo de un hilo: ¿Cederá Remedios ante la presión y sacrificará su honra para salvar a su hija? ¿Será capaz Andrés de desvelar la oscura verdad que se oculta entre sombras? ¿Podrá Enriqueta mantenerse a salvo mientras una red de engaños amenaza con atraparla?
El destino de todos está a punto de decidirse… y nada volverá a ser como antes.