Hola a todos. Hoy les presento el avance del capítulo 371 de Sueños de Libertad.

Este episodio comienza con una llamada telefónica que marcará un antes y un después en la trama. Gabriel conversa con Bruert y, con mucha seguridad, le explica que su plan parece arriesgado, pero que forma parte de su estrategia cuidadosamente diseñada. Está decidido a que la demanda que va a presentar no prospere. Tras colgar, María, que está muy atenta y observadora, le advierte que debería ser más cauteloso, pues hay más teléfonos en la casa que podrían escucharlo. Gabriel, con tranquilidad, le responde que lo importante es actuar con naturalidad para no levantar sospechas.

Sin embargo, María no se deja engañar y le señala que si quisiera pasar desapercibido, no debería hablar en francés, idioma que cualquier persona podría entender fácilmente. Gabriel trata de justificar su comportamiento, diciendo que en la casa solo están Teresa y ella, y duda que Teresa sepa francés. Luego, le informa a Bruert que pronto recibirá una demanda por parte de las Perfumerías de la Reina.

María, desconfiada, comenta que no le sorprendería que la demanda no sea bien recibida por las personas involucradas. Gabriel confirma esa preocupación, y María, sin rodeos, le recuerda que si gana la demanda, traicionará a quienes lo apoyan, y si la pierde, perderá su prestigio como abogado. Gabriel, confiado, asegura que ninguna de esas dos cosas ocurrirá porque la demanda no prosperará. María, curiosa, le pregunta cómo está tan seguro de ello, y Gabriel responde que su intención es dilatar los plazos para que Brosart tome el control de la empresa.

Mientras tanto, la tensión entre don Pedro y Damián sigue en aumento. Don Pedro decide enfrentar a Damián directamente en su despacho, reprochándole que haya caído tan bajo y acusándolo de haber facilitado el regreso de José Gutiérrez a Toledo. Damián niega la acusación, pero don Pedro insiste con vehemencia. Damián intenta mantener la calma y confiesa que sí sabía lo ocurrido con el novio de Irene, pero que no siguió investigando. Sin embargo, cuando don Pedro le cuestiona sobre la presencia de José en la vida de Cristina, Damián admite la verdad, aunque asegura que nunca quiso hacerle daño a Irene.

Don Pedro, furioso, advierte a Damián que no permitirá que siga entrometiéndose en su familia, y menos que Irene llegue a enterarse de la verdad. En otro momento, la tensión entre Gabriel y María se intensifica cuando ella le recuerda que su familia no es ingenua y que tarde o temprano descubrirán sus maniobras. Gabriel, confiado, le responde que para cuando eso ocurra, él ya habrá conseguido sus objetivos. María, escéptica, le pregunta por qué está actuando de esa manera, y él confiesa que necesita cortar de raíz las sospechas que su primo Andrés tiene sobre él. María le recuerda que también está en juego su imagen dentro de la familia, algo que Gabriel no niega.

Por otro lado, ocurre una revelación devastadora. Irene llega a la casa de Cristina con una fotografía en mano. Le muestra a la joven una imagen de dos personas. Cristina, confundida, reconoce a la mujer en la foto, pero no está segura de quién es el hombre. Irene le confirma que el hombre es Pepe, el portero de la finca de sus padres, y le revela que José Gutiérrez, conocido también como Pepe, es en realidad su padre. Cristina queda impactada y no puede creer lo que acaba de escuchar. Irene le explica que Pepe ha estado cuidándola en silencio todo este tiempo.

Cristina, destrozada, se siente perdida entre la confusión y la verdad. Irene la abraza con fuerza y le asegura que ya no habrá más mentiras entre ellas, y que juntas decidirán cómo enfrentar esta nueva realidad. El monstruo del pasado ha despertado de nuevo. Don Pedro está decidido a hacer lo que sea necesario para que Irene nunca descubra la verdad. No dudará en eliminar a José para proteger su secreto.

Mientras tanto, Begoña cae presa de la atracción que siente por Gabriel y toma una decisión impulsiva que cambiará su vida para siempre. Aunque sus sentimientos por él son auténticos, Gabriel nunca será el hombre que ella realmente desea, pero para entonces ya será demasiado tarde para echarse atrás.

El capítulo también comienza con un tenso encuentro entre José y don Pedro. José esperaba ver a Cristina, pero es don Pedro quien lo recibe fríamente. “¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que nos vimos?”, pregunta don Pedro con voz cortante. “Veintiocho años”, responde José, sorprendido. “¿Cómo me encontraste?”, pregunta él. Don Pedro, implacable, le dice con seguridad: “¿Sabes que siempre consigo lo que quiero?”.

José, tenso, le explica que el mensaje que recibió en la pensión no fue enviado por don Pedro. Estaba seguro de que si supiera que venía de parte de Cristina, no habría venido. Don Pedro lo interrumpe, asegurando que sabía que José no se negaría si creía que Cristina quería verlo. Luego, con mirada penetrante, continúa: “Me enteré de que has estado trabajando como portero en la finca de los Ricarte todo este tiempo.” José, preocupado, responde: “Le juro que no he dicho nada.” Con frialdad, don Pedro le contesta: “Pero ese no fue el trato. Me alejé de Irene como me pediste.” “Lo hice, pero no de la niña”, insiste José. Don Pedro le dice firme: “No podía dejar de verla crecer, de saber en quién se estaba convirtiendo.” Lo encara con dureza: “Ya lo hiciste. Renunciaste y ahora es una adulta. No hay razón para que sigas cerca de ella.”

Finalmente, José se enfrenta a la amenaza de don Pedro. “No me voy a ir.” “No”, dice don Pedro fuera de sí, acercándose a él. “Te vas a ir de Toledo. Vas a empacar y alejarte para siempre de esa finca y de mi sobrina.” José, con el corazón acelerado, pregunta: “¿Y si me niego?” Don Pedro, lentamente, mete la mano en su chaqueta y con frialdad murmura: “Entonces tendré que convencerte de otra manera.” Ante ese gesto, José se queda paralizado, un sudor frío recorre su espalda. ¿Hasta dónde llegará don Pedro para proteger sus secretos?

En otro lugar, Begoña se acerca al despacho donde está Gabriel y le dice con una sonrisa suave: “¿No es un poco tarde para seguir trabajando?” Gabriel, sin levantar la vista de los papeles, responde: “Estoy revisando los contratos para la tienda de Arenal, los necesitan mañana.” Begoña da media vuelta y dice: “En ese caso, te dejo terminar. Hasta mañana.” Pero Gabriel la detiene con un tono cálido: “No, espera, también puedo madrugar mañana. Aprovechemos ahora y tomemos una copa.” Begoña duda un momento, pero acepta: “Estaría muy bien.”

Mientras sirven las copas, Gabriel le pregunta con curiosidad qué le tiene desvelada. Begoña lo mira con sinceridad y responde: “¿Puedo serte sincera? Solo quería verte.” Gabriel, sonriendo con ternura, le dice: “Yo también quería verte, pero no quería invadir tu espacio ni hacerte sentir presionada.” Begoña, emocionada, le agradece por no hacer preguntas y por escucharla sin juzgarla. Gabriel, acercándose con voz suave, responde: “¿Cómo iba a juzgarte después de todo lo que pasaste con Jesús? Gracias por confiar en mí y contarme algo tan personal. Sé que no debió ser fácil.” Begoña asiente conmovida y añade: “Tal vez ahora entiendas algunas de mis reacciones.” Gabriel la admira: “Lo único que has logrado es gustarme aún más por haber sobrevivido a ese demonio llamado Jesús. Por tu fuerza, valentía y capacidad de seguir adelante.”

Begoña, con los ojos brillantes, confiesa: “Estaba segura de que jamás me volvería a ilusionar con nadie, pero estaba equivocada. Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.” Gabriel, cautivado, pregunta: “¿Eso es una declaración de intenciones?” Begoña sonríe: “Es mucho más que eso. Eres la única persona que me hace sonreír, que me hace sentir que el mundo puede ser un lugar amable.” Gabriel, con sinceridad, le dice: “No quiero que sientas que debes corresponderme. Esta tarde te dije que estaba dispuesto a esperar lo que fuera.” Pero Begoña lo interrumpe acercándose lentamente y le dice: “Si lo digo, es porque quiero, igual que ahora quiero hacer esto.” Y sin dudarlo, lo besa. Un beso lleno de pasión, amor y esperanza.

Al separarse, le susurra: “Prométeme que seremos felices.” Gabriel acaricia su rostro y responde: “Te lo prometo. Serás el motor de mi vida. Estoy completamente enamorado de ti.” Begoña lo besa de nuevo con fuerza y luego toma su mano. Juntos caminan hacia la habitación, dispuestos a entregarse al amor que creen sincero, sin saber que todo es parte del plan de Gabriel y María.

¿Será capaz don Pedro de eliminar a José para proteger su secreto? ¿Descubrirá Irene quién es realmente su hermano y el daño que le ha causado? ¿Podrá Begoña abrir los ojos antes de que Gabriel la use por completo? ¿Hasta dónde llegará Gabriel en su juego con María?

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