Marta y Fina: Sueños de Libertad (Capítulo): “Marta, te extrañé tanto. Realmente quería estar contigo”
En este conmovedor capítulo de Sueños de Libertad, el pasado, los secretos familiares y la necesidad de libertad personal se entrelazan en una conversación íntima entre Marta y Fina, quienes finalmente se permiten bajar la guardia para hablar sobre lo que realmente sienten. En medio de risas, complicidades y verdades dolorosas, ambas mujeres intentan encontrar un refugio emocional lejos de la presión que las rodea.
Todo comienza con Fina expresando cuánto ha echado de menos estar allí con Marta. Sus palabras, sencillas pero cargadas de emoción, marcan el tono de una charla que será mucho más que una simple conversación. “No sabes cuánto deseaba estar contigo”, le dice, y en esa frase se resume todo el anhelo contenido durante los días en los que debieron mantenerse a distancia.
El punto de partida de su diálogo es una anécdota sobre la noche anterior, cuando ambas visitaron a una clienta mayor para trabajar. La situación se volvió inesperadamente larga y algo cómica: la mujer, muy habladora, no las dejaba marcharse, lo que hizo que terminaran saliendo mucho más tarde de lo previsto. Fina, entre risas, bromea imaginando cómo habría reaccionado don Agustín si las hubiera visto fuera a esas horas, sugiriendo que habría quedado escandalizado. A pesar del retraso, la noche terminó con éxito comercial, ya que la clienta realizó una compra importante. Sin embargo, el recuerdo sigue siendo un ejemplo de lo complicado que puede ser su día a día.
A medida que la conversación avanza, dejan atrás la anécdota ligera y entran en un terreno mucho más delicado: la vigilancia a la que han estado sometidas. Fina confiesa que por mucho tiempo deseó estar cerca de Marta, pero no se atrevía a dar ese paso porque alguien las estaba observando. Marta, con tono más serio, revela entonces el origen de esa tensión: un asesor laboral, que en realidad no es tal, sino un detective privado.
Ese hombre fue contratado por el padre de Marta con un propósito claro: espiar los negocios de don Pedro. Pero el alcance de su trabajo no se detuvo ahí. El detective también tomó fotografías comprometedoras de Marta y Fina, imágenes que más tarde serían utilizadas como herramienta de chantaje. La revelación impacta profundamente a Fina, quien se siente vulnerable ante la posibilidad de que su intimidad haya sido violada por completo.
Sin embargo, Marta intenta tranquilizarla. Le asegura que su padre destruyó tanto las fotografías como los negativos y que nunca llegó a comprender el verdadero propósito de ese seguimiento. Aunque Fina no puede evitar preocuparse por la posibilidad de que existan copias ocultas, Marta insiste en que el peligro ya pasó. La prioridad ahora es otra: proteger su vínculo, mantenerlo lejos de la manipulación externa y recuperar el tiempo perdido.
Con esa convicción, Marta le recuerda a Fina que no están allí solo por seguridad, sino por deseo. Han elegido ese espacio para poder estar juntas sin miradas ajenas ni amenazas latentes. Lo que quieren no es solo escapar de una situación complicada, sino permitirse ser ellas mismas, sin miedos ni fingimientos. Es una declaración silenciosa de amor y de voluntad: estar juntas no como un escape, sino como una elección.
Este momento marca un giro emocional importante. Por primera vez en mucho tiempo, ambas se permiten hablar con libertad sobre lo que sienten, sin el peso de los secretos o las presiones familiares. Fina deja entrever su miedo a ser usada, expuesta o traicionada, y Marta, con dulzura pero firmeza, la sostiene emocionalmente. Le recuerda que nunca hubo malas intenciones y que, aunque el contexto fue difícil, su deseo de estar con ella siempre fue genuino.
En medio de ese intercambio, la historia vuelve a poner en primer plano una de sus temáticas más potentes: la lucha por la autonomía emocional frente a las estructuras familiares opresivas. Marta ha tenido que enfrentarse a su propio padre, un hombre acostumbrado a controlar desde las sombras, para poder vivir de acuerdo a sus sentimientos. Y Fina, por su parte, ha tenido que superar sus propios miedos, incluso a sí misma, para aceptar que lo que siente por Marta no es un error, sino algo real.
Lo más potente de esta escena no es la revelación del espionaje ni el riesgo de chantaje. Es la valentía con la que dos mujeres deciden caminar juntas pese al miedo, a la amenaza del pasado y a la presión del entorno. La conversación no solo funciona como una catarsis, sino como una promesa silenciosa de resistir. De que, mientras estén una al lado de la otra, encontrarán el modo de hacer frente a todo lo que venga.
La complicidad entre ellas se manifiesta en pequeños gestos: una mirada sostenida, una sonrisa compartida, una frase como “Te extrañé tanto”, que lo dice todo sin necesidad de explicaciones. En un universo donde lo normal es desconfiar, donde todo parece filtrarse o distorsionarse, ellas encuentran refugio en la sinceridad.
Este capítulo deja claro que la historia de Marta y Fina es mucho más que una subtrama romántica. Es una narrativa de resistencia, de búsqueda de identidad y de defensa del amor verdadero frente a las imposiciones familiares y sociales. A medida que se alejan de quienes intentaron controlarlas, ellas se acercan más a lo que realmente desean: libertad, intimidad, y una conexión auténtica.
La conversación culmina sin grandilocuencias, pero con una sensación de esperanza: si el pasado fue una amenaza constante, el presente empieza a construirse desde el deseo compartido. Sueños de Libertad nos muestra, una vez más, que los grandes cambios no siempre ocurren con gritos o enfrentamientos, sino en esos momentos de calma donde se dice la verdad con el corazón abierto.