AVANCE DE UNA NUEVA VIDA, ANTENA 3 ESPAÑA, CAPÍTULO 84, ABIDIN Y SUNA SE VAN DE LA MANSIÓN
Un nuevo capítulo de Una nueva vida se abre con un dramático giro en la mansión: un grito rompe el silencio y desencadena una serie de reacciones cargadas de tensión. Abidin, alarmado, intenta llamar una ambulancia, pero Cicek lo detiene con un argumento preocupante: cree que Aen pudo haber sido empujada por Suna. El ambiente se torna espeso e incierto, ya que si Aen despierta y habla, podría culpar a Suna directamente.
Seiran, furiosa, exige que Suna diga la verdad, defendiendo su inocencia. Con lágrimas en los ojos, Suna jura que fue un accidente. Asegura que apenas la tocó y que intentó detener su caída. La duda comienza a envenenar a los presentes. Mientras tanto, en otro lugar, Ferit confronta a su abuelo Alice, dolido y molesto por su aparente rendición ante la enfermedad. Para Ferit, su abuelo es una figura eterna, incapaz de morir. Pero Alice, con la calma de quien ya ha aceptado su destino, le recuerda que la muerte es inevitable y que ha llegado el momento de que Ferit lidere a la familia.
El peso de esa responsabilidad abruma a Ferit, quien no se siente preparado para tomar el control. En ese momento, suena el teléfono: es Seiran, pidiéndole que acuda de inmediato a la mansión. Hubo un accidente, y aunque ella y su hermana están bien, necesitan su presencia. La urgencia de la situación deja a Ferit sin aliento.
Al llegar, la tensión en la casa es palpable. Karam lanza amenazas veladas, cargadas de resentimiento, insinuando que Ferit ya no es el mismo sin un arma. Seiran, sin amedrentarse, lo enfrenta con firmeza, dejando claro que no se dejará intimidar. Mientras tanto, el médico determina que Aen debe ser trasladada al hospital cuanto antes debido al riesgo de hemorragia interna o conmoción cerebral.
Suna, afectada por todo lo ocurrido, toma una decisión drástica. Le dice a Seiran que no criará a su hijo sin su padre y que ha decidido formar una familia junto a Abidin. Seiran, desconcertada, apenas puede procesar sus palabras. A la par, Cicek menciona haber escuchado a Aen decirle algo a Suna antes de caer, algo que no debía contar. La intriga aumenta.
En el camino al hospital, Abidin y Suna tienen una conversación clave. Él quiere saber la verdad de lo que pasó. Suna le confiesa que discutió con Aen, que fue un momento tenso, pero que nunca la empujó. Le asegura que esta vez ha vuelto a él para quedarse, no como antes. Con el corazón en la mano, le dice que quiere empezar una nueva vida lejos de la mansión, solo ellos tres: ella, Abidin y su hijo.
En otro rincón, Seiran y Ferit comparten una conversación íntima. Él, desgastado por la enfermedad de su abuelo y la presión familiar, le confiesa que no sabe cómo seguir adelante. Siente que todo se desmorona. Seiran, compasiva y fuerte, le recuerda que no está solo. Ella ha pasado por lo mismo y le ofrece su apoyo incondicional, reafirmando que entre los dos pueden cargar con el peso de sus respectivas familias. Ferit, conmovido, por fin se permite sentir que alguien lo comprende.

Mientras tanto, Esme estalla de rabia al enterarse de la decisión de Suna. La acusa de ser responsable, junto a Abidin, de la muerte de su hijo. Suna acepta la culpa con resignación, pero también con firmeza. Le asegura a su madre que ahora solo se preocupará por su hijo y que abandonará la mansión junto a Abidin. Es hora de buscar paz lejos de todo el sufrimiento.
De vuelta en el hospital, Suna se acerca a Aen, quien ha recobrado la conciencia. Intenta disculparse, pero Aen, fría y calculadora, no le da una respuesta clara. Le dice que no ha decidido qué hará, pero que le pedirá algo en su momento. La amenaza queda en el aire. Cuando Suna sale de la habitación, Cicek la enfrenta, preocupada por lo que Aen podría declarar. Aunque le dice que cree en su inocencia, sabe que una palabra en falso podría destruirla.
En ese momento, Abidin interviene con determinación. Anuncia que él y Suna se irán con su hijo, que no permitirán que crezca rodeado de odio y secretos. Cicek lo comprende y, casi aliviada, sugiere que podrían regresar juntos a su antigua mansión. Ya han conseguido lo que querían: vencer a Alice Coran. Eso le basta.
En una escena final cargada de simbolismo, Suna se sienta a la gran mesa de la mansión y se burla de la soledad de quienes aún viven allí. Comenta con ironía que aunque los Coran estén sentados en una mesa enorme, son solo dos personas sin nada que decir. Luego, compara esa vacía opulencia con la nueva y modesta vida que planea, segura de que allí, lejos del lujo, encontrará la verdadera felicidad. Su risa amarga marca el cierre del episodio, dejando en el aire una pregunta crucial: ¿quién, al final, recibió el verdadero golpe?