🔥 SPOILER 🔥

MARTA AND FINA – Sueños de Libertad 320: “No entiendo por qué Doña Clara está tan furiosa conmigo”

En este capítulo cargado de tensión emocional, Sueños de libertad explora las complejidades de la confianza, la amistad y el peligro de dejarse engañar por las apariencias. La escena se centra en un enfrentamiento contenido pero intenso entre Marta, Fina y Doña Clara, donde un sospechoso proyecto inmobiliario se convierte en el detonante de una conversación que pone a prueba los lazos entre ellas.

Todo comienza en la tienda, donde Marta y Fina conversan a solas. El tono es tranquilo, pero se nota la preocupación en cada palabra. Marta, visiblemente afectada, le cuenta a Fina cómo Doña Clara reaccionó con furia cuando le mencionaron que en el terreno donde se supone que se está desarrollando un ambicioso proyecto inmobiliario, no hay absolutamente nada construido. Lo más doloroso para Marta no es la molestia de Clara con el empresario involucrado —Pelayo, también metido en el asunto—, sino que la mayor parte de la ira fue dirigida a ella misma.

Fina, indignada, no entiende esa actitud. Le cuesta aceptar que Clara se haya enfadado con Marta cuando todo lo que ha hecho es intentar advertirla. Le recalca que su intención nunca fue hacerle daño, sino evitar que salga perjudicada. Marta está de acuerdo, pero no puede evitar mostrar dudas. Fina lo percibe de inmediato y, con tono firme, le pregunta si acaso está a punto de justificar a Doña Clara.

Marta responde con sinceridad: no la justifica, pero en parte la comprende. Explica que debe ser muy duro para una persona como Clara —una mujer que confía profundamente en quienes considera parte de su círculo íntimo— descubrir que alguien tan cercano como Arturito Montesquinza, el hijo de unos amigos de toda la vida, puede estar estafándola. Para Marta, no se trata de excusar la reacción de Clara, sino de reconocer que todos, en algún momento, nos aferramos a nuestras ilusiones, incluso si eso nos lleva a negar la realidad.

Ambas coinciden en que la situación es dolorosa. Marta reafirma que solo ha querido ayudar a Clara, no exponerla ni avergonzarla. Fina, más decidida, dice abiertamente lo que piensa de Arturito: es un sinvergüenza con todas las letras. En medio de esa afirmación, entra Doña Clara.

La tensión sube de inmediato. Fina mantiene la cortesía y le pregunta si puede ayudarla. Clara, con rostro serio, dice que desea hablar con Marta. Marta la escucha con respeto, y Clara no tarda en anunciar que acaba de hablar por teléfono con Arturito Montesquinza. Según él, el proyecto sigue adelante y está en una fase muy avanzada de desarrollo.

Marta, sin perder la calma, responde de forma clara: ha estado personalmente en el terreno y no hay nada construido allí. Es un hecho, dice con firmeza, que no puede ser desmentido con palabras bonitas por teléfono. Pero Clara insiste. Asegura que no tiene motivos para desconfiar de Arturito, a quien ha conocido desde niño. Su lealtad está profundamente arraigada en la historia compartida con la familia del joven, y eso la ciega ante las evidencias.

Entonces, con un tono que mezcla desconfianza y curiosidad, Clara lanza una pregunta que deja a Marta sorprendida:

“¿Cuánto dinero cree que he invertido en ese proyecto?”

La pregunta no es inocente. Es un intento de medir si Marta realmente entiende la magnitud de lo que está insinuando. Marta responde con cautela: “Lo suficiente como para iniciar el proyecto.” Evita detalles que podrían herir a Clara aún más. Pero entonces, Fina interviene.

Con respeto pero también con firmeza, Fina dice que ella también estaba interesada en comprar un piso en esa promoción, y que ha ido a comprobar personalmente el estado del terreno. No solo ha visto con sus propios ojos que no hay obras, sino que tomó fotografías como prueba. Le dice a Clara que mañana planean volver a revisar el terreno y la invita a acompañarlas, para que vea con sus propios ojos que lo que dicen es verdad.

Marta propone algo aún más contundente: no esperar al día siguiente. Sugiere que vayan esa misma tarde. No hay razón para posponerlo. Ver el terreno con claridad, sin intermediarios ni promesas telefónicas, será la mejor forma de despejar dudas. Si Arturito dice la verdad, lo comprobarán juntas. Pero si está mintiendo, más vale saberlo ahora que seguir perdiendo dinero y confianza.

Lo que sigue es un momento cargado de emociones contenidas. Clara, aunque sigue dudando, ya no puede ignorar que dos mujeres en las que confía le están mostrando hechos concretos. Pero también se nota que está atrapada entre el afecto por un joven al que ha visto crecer y el miedo a haber sido engañada.

La escena se cierra con un silencio elocuente. Marta y Fina no presionan, pero su postura es firme. No hay dramatismo innecesario, solo preocupación genuina y una voluntad clara de proteger a Doña Clara, aunque eso implique incomodarla. Ambas actúan con respeto, pero con la convicción de quienes prefieren la verdad incómoda a la mentira reconfortante.

Este episodio destaca no solo por el conflicto, sino por la forma en que lo aborda: con madurez, respeto y realismo. Es una escena que retrata con maestría cómo las personas pueden llegar a negarse a ver lo evidente por miedo, por orgullo o por no querer aceptar que han sido traicionadas por alguien cercano.

Marta y Fina, por su parte, representan esa valentía silenciosa que exige la amistad verdadera: la que no se calla cuando ve que alguien camina hacia el abismo. No buscan tener razón, sino evitar una caída dolorosa. Mientras tanto, Clara es el reflejo de muchas personas que, en su afán por proteger lo que creen saber, se niegan a ver lo que es evidente para todos los demás.