Marta y Fina: Sueños de libertad (Capítulo 323)
“Mi amor, que no tienes ningún derecho a echarme”
En este capítulo cargado de emociones y confrontaciones, se vive un enfrentamiento tenso y profundo entre Andrés y María, justo en vísperas de una boda crucial que amenaza con cambiarlo todo. La escena inicia con María intentando cambiarse de ropa, y Andrés, que la observa con una mezcla de frustración y cansancio, se ofrece a ayudarla. Pero ella, con una actitud desafiante, lo detiene. Sabe que la situación entre ellos es mucho más compleja de lo que parece en la superficie, y no está dispuesta a fingir que todo está bien.
María aparece vestida con un atuendo que, según ella, le sienta perfecto. Busca llamar la atención y demostrar que aún tiene control sobre su vida, su apariencia y su destino. Andrés no tarda en romper esa fachada. Le recuerda que ni siquiera ha terminado de empacar para irse, y aprovecha para reafirmar que no está invitada a la boda de su tía, Digna, un evento que marcará un antes y un después para todos ellos. Le dice con firmeza que no tiene lugar allí, que no es bienvenida, que debería marcharse de una vez por todas.
Sin embargo, María no se rinde ni cede. En un intento por aferrarse a su identidad como esposa, aunque saben que su matrimonio ha sido anulado, le recuerda a Andrés que mantener las apariencias le conviene a él tanto como a ella. No quiere que su ausencia en la boda provoque murmullos ni chismes malintencionados. La imagen pública es importante para ambos, y ella sabe usar ese argumento para presionarlo.
Andrés, molesto y cansado, le ordena que se cambie de ropa y que Manuela se encargue de llevar su maleta, porque quiere que se vaya. María, con un gesto calculado, saca un pañuelo de seda que mandó a hacer especialmente para ir conjuntada con él a la boda, un símbolo sutil pero poderoso de una nostalgia que no está dispuesta a abandonar. Trata de apelar a un pasado compartido, a un recuerdo feliz o al menos a una reconciliación posible, aunque todo en ella grita resistencia y un fuerte deseo de permanecer en control.
Cuando Andrés intenta ayudarla a vestirse, María lo detiene con un tono que mezcla reproche y desafío: “Deja de fingir que no pasa nada”. Le exige que reconozca lo que realmente ocurre entre ellos, que no sigan jugando a ignorar la tensión que los consume. Andrés le recuerda que habían acordado que ella se marcharía ese mismo día, que era lo mejor para los dos y para todos los involucrados. Pero María se niega rotundamente.
Ella tiene su propia agenda y sus propias razones para quedarse. Le confiesa que no quiere fallarle a don Pedro, amigo cercano de Andrés, y que le prometió estar en la boda, un compromiso que para ella es mucho más que una simple formalidad. En ese momento, la conversación se torna aún más intensa. Andrés, frustrado y dolido, le pregunta con sinceridad si acaso tiene pensado irse alguna vez, si hay alguna posibilidad de que entienda que su presencia no es bienvenida y que debe buscar un nuevo camino.
Pero María no solo se niega a irse; va más allá y revela que ha consultado con su abogado. Según la interpretación legal que tiene, aunque la nulidad del matrimonio esté confirmada, no pueden echarla de la casa sin una orden judicial formal. Esto le da un poder que Andrés no esperaba, un as bajo la manga que utiliza para mantenerse firme, para resistir. Se aferra a su derecho legal, pero también a un control emocional que la mantiene ligada a él y a la casa, como si su permanencia fuera una batalla de voluntades.
La tensión en la habitación es palpable. No es solo un enfrentamiento sobre quién se queda y quién se va. Es una lucha por el control, por la dignidad, por el orgullo y, en el fondo, por el amor que todavía arde en medio de las ruinas de su relación. María se muestra desafiante, segura de que tiene motivos para quedarse, mientras que Andrés intenta mantener la calma pero no puede ocultar su agotamiento emocional.
En medio de esta tormenta, irrumpe Digna, la tía de Andrés, cuya presencia añade aún más peso al momento. Ella observa todo con una mezcla de preocupación y desaprobación, consciente de que lo que ocurre entre María y Andrés es un reflejo de conflictos más profundos que amenazan con ensombrecer la boda y la paz familiar que todos anhelan.
El capítulo no solo explora las dinámicas personales y legales de la pareja, sino que también ahonda en las emociones contradictorias que los unen y los separan. María, a pesar de todo, no está dispuesta a ceder su lugar sin pelear. Andrés, por su parte, quiere cerrar ese capítulo de su vida para poder avanzar. Ambos están atrapados en un limbo emocional donde la esperanza y el resentimiento se entremezclan peligrosamente.
Este episodio promete marcar un punto de inflexión. Las decisiones que tomen en estas horas tensas no solo afectarán su futuro inmediato, sino que también repercutirán en toda la familia, en las relaciones que aún están por reconstruirse y en los secretos que todavía no han salido a la luz. La boda de Digna se acerca, y con ella, la oportunidad de que todo cambie o se destruya para siempre.
¿Podrán María y Andrés encontrar una salida pacífica? ¿O esta batalla marcará el fin definitivo de lo que una vez fue su historia juntos? ¿Qué papel jugará Digna en todo esto? Las respuestas, como siempre, están cargadas de emociones, secretos y la posibilidad de un nuevo comienzo.