Y mira, chiquitín… mírale, mírale qué agustito. ¡Qué contento está contigo! (SPOILER – Sueños de Libertad)
En este nuevo y emotivo avance de Sueños de Libertad, somos testigos de una escena entrañable y reveladora protagonizada por Fina y Claudia, que marca un antes y un después en la evolución emocional de uno de los personajes.
La secuencia arranca con ambas mujeres disfrutando de un tranquilo paseo fuera de la fábrica, empujando cada una un cochecito con un bebé dentro. El ambiente es distendido, casi familiar. El día es apacible, y sus risas se entremezclan con los sonidos de los niños y el murmullo del entorno. La conversación comienza con un tono ligero y cómplice, con Claudia compartiendo una historia bastante curiosa sobre Chema, el hermano de Carmen.
Según cuenta, Chema primero se acercó a ella con la excusa de venderle una enciclopedia. Pero al ver que no lograba su objetivo, cambió de estrategia e intentó conquistarla. Claudia, lejos de tomárselo como un halago, lo relata con ironía y deja claro que ya no cae tan fácilmente en esos juegos de seducción baratos. Se nota que está más empoderada, madura y con los pies en la tierra. Ya no es la misma Claudia de antes: ahora se conoce, se respeta, y no se deja engañar.
Fina se ríe con complicidad mientras ambas se preguntan si Carmen sabrá realmente cómo es su hermano. El intercambio tiene un aire desenfadado y cotidiano, hasta que un llanto interrumpe la calma.
El bebé de Fina empieza a llorar desconsoladamente. Ella, visiblemente nerviosa, se paraliza sin saber cómo actuar. Se nota su inseguridad, su falta de experiencia, y en ese instante se siente torpe, vulnerable. Claudia, en cambio, mantiene la compostura. Sin perder la calma, se acerca y trata de ayudar. Le pregunta a Fina si el bebé ha comido, si está cansado o incómodo, y le propone darle un biberón. Luego la anima con suavidad: “Venga, inténtalo. Yo te ayudo.”
Fina duda, pero acepta. Toma al bebé con cuidado, siguiendo al pie de la letra las instrucciones de Claudia. Le sujeta la cabecita, se sienta con él en brazos, y casi como por arte de magia, el bebé se calma. El llanto se apaga poco a poco y el pequeño se acomoda entre sus brazos, tranquilo y contento.
El momento es impactante para ambas. Claudia, sorprendida, bromea con ternura: “¡Oye, Fina! Igual tienes mano para esto… ¿te has planteado que puedes ser buena con los niños?” Fina, aún incrédula, sonríe. No sabe exactamente qué hizo bien, pero lo cierto es que el bebé ha respondido a ella con una dulzura inesperada.

Ese gesto, esa conexión espontánea, se convierte en algo más profundo. El ambiente se vuelve cálido, emocional. Lo que empezó como un simple paseo se transforma en una experiencia transformadora para Fina. Se nota en sus ojos: algo ha cambiado.
Por primera vez en mucho tiempo, Fina se permite sentir ternura sin miedo. Se deja llevar por la emoción del momento, por ese vínculo que empieza a nacer entre ella y el pequeño. Ya no se ve torpe, ni ajena. Su expresión mezcla sorpresa, orgullo y un toque de emoción contenida.
Claudia, conmovida, observa la escena en silencio. Hay admiración en su mirada, y también un poco de nostalgia. Tal vez reconoce en Fina una faceta que ni ella sabía que existía. Tal vez ve el comienzo de algo importante.
Para Fina, esta experiencia es más que un momento bonito. Es una revelación. Una puerta que se abre hacia una nueva versión de sí misma, una más fuerte, más confiada, más capaz de sentir y conectar. Lo que parecía imposible —crear un lazo con un bebé— se convierte en una de las escenas más humanas y sinceras que ha vivido.
El capítulo nos deja con esa imagen: Fina acunando al bebé, sonriente, relajada. Claudia a su lado, orgullosa. Y una sensación de que, quizás sin saberlo, ambas han dado un paso importante en su propio camino emocional.
Este instante, breve pero profundo, nos recuerda que el crecimiento personal no siempre llega con grandes giros ni discursos dramáticos. A veces basta un paseo, una conversación ligera, y un bebé que necesita consuelo para descubrir que somos más fuertes —y más capaces de amar— de lo que pensábamos.