Y mira que le dije que fuese precavido…

Spoiler de la escena:

Durante una escena tranquila, Marta y Pelayo están desayunando juntos en casa. Marta, con tono cálido, le pregunta a Pelayo si ya está listo para el día y lo invita a compartir el desayuno. También quiere saber si su hermano Andrés bajará pronto a comer algo, pero Pelayo le comenta que lo ha visto hace poco arriba, y que seguramente desayunará con su esposa, María. Marta observa con una mezcla de ternura y admiración cómo Andrés está entregado a su relación con María, mostrándose muy atento y presente con ella. Elogia ese nivel de dedicación. Sin embargo, la respuesta de Pelayo es más seca: apenas un “supongo”, que deja entrever cierto recelo o molestia, aunque no lo verbaliza del todo.

A partir de ahí, Pelayo expone su preocupación: aunque entiende que Andrés quiera estar con su esposa, siente que ya es hora de que empiece a recuperar su papel dentro de la empresa familiar. Dice que pasar todo el día en casa no le está haciendo bien, que necesita airearse, involucrarse de nuevo en el trabajo, salir del entorno doméstico. Marta lo escucha, aunque no profundiza mucho en ese tema, y la conversación da un giro hacia otro miembro de la familia: Gabriel, su primo.

Marta menciona que le parece extraño no haber visto a Gabriel en la mañana. Pelayo, por su parte, dice que lo que realmente le llama la atención es cómo ha cambiado de actitud. Al principio, Gabriel parecía decidido a marcharse pronto, como si solo estuviera de paso, pero de pronto se muestra muy cómodo, como si su estancia fuese indefinida. Marta trata de explicarlo: le cuenta que su padre le comentó que Gabriel está metido en algunos negocios que van bien, incluyendo una empresa que está montando en Madrid. Según ella, eso podría justificar que se quede un poco más, ya que tal vez necesita algo de estabilidad temporal.

Pero lo que Pelayo realmente quiere decir todavía no ha salido a la luz. Finalmente, se lo confiesa: hay algo que no pudo contarle a Marta el día anterior, y que lo tiene intranquilo. Él no confía en Gabriel. La revelación toma a Marta por sorpresa, y le pide que se explique. Pelayo entonces narra lo que ocurrió durante la visita guiada que Gabriel hizo por la fábrica familiar. Resulta que en un momento dado, el padre de Marta tuvo que salir a hacer unas gestiones, y durante esa breve ausencia, Gabriel se acercó a Tasio —uno de los trabajadores— para preguntarle directamente por el laboratorio. Lo justificó diciendo que quería conocer a los perfumistas que están detrás del desarrollo de las nuevas fragancias para el acuerdo con la empresa Cobeaga.

Pelayo, sabiendo que el laboratorio es un área sensible y muy reservada dentro de la empresa, ya le había advertido a Tasio que tuviera cuidado con lo que compartía. Aun así, Gabriel logró acercarse peligrosamente al lugar. Por suerte, Pelayo se cruzó con él justo a tiempo y logró desviar su atención, inventando que su padre lo estaba buscando. Con eso evitó que Gabriel llegara a entrar. Marta, aunque le agradece su intervención, intenta restarle importancia. Piensa que tal vez Gabriel simplemente tenía curiosidad, especialmente porque es un proyecto confidencial y atractivo.

Sin embargo, Pelayo no queda convencido con esa interpretación. Insiste: ¿y si Gabriel no es quien dice ser? ¿Y si realmente no es su primo, sino alguien que está fingiendo serlo, tal vez trabajando para la competencia, intentando obtener información privilegiada? Esa sospecha abre una nueva línea de tensión. Marta rechaza de inmediato la hipótesis, argumentando que su padre no es ingenuo, que conoce bien la historia de la familia, especialmente lo que tiene que ver con el tío (que es el supuesto padre de Gabriel), y que todo ha sido verificado.

Aun así, Pelayo se mantiene firme. No quiere que lo tomen como una acusación formal, pero sí sugiere que deberían mantener los ojos abiertos. Según él, confiar ciegamente en Gabriel podría ser un error, y es mejor ir con cautela. No propone excluirlo ni enfrentarlo, pero sí observa que hay algo que no termina de encajar con su comportamiento, y que vale la pena prestar atención a sus movimientos.

La escena cierra con una atmósfera más cargada: lo que comenzó como una conversación matutina entre familiares, se convierte en una advertencia sutil sobre un posible conflicto o amenaza interna. Este momento marca un punto de inflexión, sembrando la semilla de la desconfianza hacia Gabriel, y dejando entrever que su papel en la historia podría ser más complejo de lo que todos suponen. Hay algo que no se ha revelado del todo, y Pelayo está decidido a no bajar la guardia.