Pero después… (Spoiler extendido)

A lo largo de los años, Damián ha sido testigo del sufrimiento de Irene, marcado especialmente por la pérdida de su hija, a quien tuvo que renunciar sin saber su paradero. Aunque él sabía toda la verdad, guardó silencio. En una visita cargada de tensión, Digna se presenta desde el inicio dejando claro que no piensa quedarse mucho tiempo. Damián le ofrece quedarse sin apuro, pero ella insiste en que está de paso y le pide a Teresa, la criada, que los deje solos.

Sin rodeos, Digna confronta a Damián: le exige explicaciones sobre por qué Pedro —su hermano— ocultó durante años que sabía dónde estaba la hija de Irene. Insinúa que si Pedro hizo eso, quizás no fue tan íntegro como parecía. Damián, astuto, se hace el inocente y le da la vuelta a la situación, sembrando dudas sobre la honestidad de Pedro.

Digna, indignada, defiende a su esposo con firmeza. Cree en Pedro ciegamente, aunque Damián insiste en que eventualmente ella abrirá los ojos. El intercambio se torna más amargo cuando Damián le recuerda sus propias fallas, mencionando incluso que su relación con Pedro parece tener más confianza que la que él mismo tuvo con su difunta esposa Catalina.

A medida que la conversación escala, Digna saca a relucir todos los trapos sucios de Damián: su relación con Gerbasio, su silencio ante los crímenes de Jesús, la existencia de un hijo secreto y ahora, un hermano del que nadie sabía. Digna, firme, le deja claro que no quiere volver a verlo y que jamás logrará destruir su matrimonio con Pedro.

La escena se vuelve aún más dramática cuando, al marcharse, una tormenta estalla. Un rayo deja la casa sin luz y Damián queda gritando por Teresa en medio de la oscuridad.

En otra trama, Gema se muestra visiblemente angustiada por su salud y la de Joaquín, su esposo. Ha notado cambios en él, una obsesión con errores del pasado, especialmente en su época como director. Cree que Joaquín podría estar viendo fantasmas por la presión que siente y la desconfianza que ciertos personajes como Damián y Andrés han sembrado.

Gema, desesperada, busca una manera de calmar a su esposo, que ha comenzado a creer que alguien lo drogó en una noche clave. Ella, la última persona que lo vio y le ofreció una copa, se siente indirectamente acusada. A pesar de su angustia, Gema insiste en que todo es fruto del estrés, el alcohol y la ansiedad, y se propone protegerlo de las sospechas externas. Incluso considera que hablar con su cuñada, Luz —que es médico—, podría ayudar a justificar estos episodios.

Mientras tanto, otro personaje se enfrenta a una crisis personal: ha sido despedido de su trabajo como vendedor de enciclopedias. Aunque admite que no le gustaba el trabajo, se siente como un fracasado por no haber podido cumplir con los objetivos. Su hermana Carmen lo consuela y le recuerda que siempre lo apoyará, lo que provoca una escena emotiva de reconciliación entre ambos.

La tensión familiar se extiende a María, quien se encuentra postrada y emocionalmente devastada. Siente que es víctima del desprecio familiar y acusa a Julia de haberle robado el amor de Andrés. Julia, sin perder la calma, le recuerda que Andrés tomó sus propias decisiones y que ella no es culpable de nada. María, consumida por los celos, culpa a todos de su situación, excepto a sí misma. Pero Julia le responde con una verdad dura: Andrés está con ella por compasión, no por amor.

En un giro inesperado, una conversación entre Gabriel y Cristina, empleada del laboratorio, revela la tensión que aún rodea a la figura de Damián. Cristina no pertenece a la familia, pero su cercanía al círculo cercano la hace testigo de varias situaciones delicadas. La conversación entre ambos deja entrever que Gabriel se siente fuera de lugar dentro de su propia familia, pese a los recientes intentos de acercamiento por parte de Damián, quien lo trata como un hijo.

Por otro lado, Luz guarda un secreto que amenaza con destruirlo todo. No es realmente médico. Nunca obtuvo su título ni fue a la universidad. Jesús lo descubrió primero, luego Damián, y finalmente Digna. Si este secreto se revela, no solo ella podría acabar en prisión, sino que toda su familia sería cómplice por encubrimiento.

Para remediarlo, Damián le ha conseguido una plaza para presentarse a un examen que podría convalidar su supuesto título. El problema es que solo tiene dos días para prepararse. Gema la anima, pero Luz está al borde de un ataque de nervios. Se juega su libertad, su futuro y la confianza de todos. Entre lágrimas, pide perdón por no haberlo confesado antes. Dice que le dio vergüenza, miedo y no se atrevió.

En los últimos compases del episodio, el clima de tensión se mantiene. Joaquín no mejora, Gema sigue intentando protegerlo, y Luz se prepara como puede para el examen que definirá su destino. Mientras tanto, María, sumida en su amargura, sigue acusando a todos de su desgracia, y Andrés —atrapado entre la lealtad y el amor— continúa cargando con una culpa que no le corresponde.

Todos los personajes enfrentan sus propias tormentas internas, algunas tan devastadoras como la que cae afuera. Las lealtades son puestas a prueba, las mentiras amenazan con salir a la luz y los vínculos familiares parecen pender de un hilo.