⚠️ SPOILER: Primer encuentro en la mansión De la Reina — Sueños de libertad, avance detallado
La escena comienza con una presentación algo confusa que, sin embargo, pronto se aclara. Un hombre pregunta si la mujer frente a él es Marta, su prima, pero ella responde que no: se llama Begoña Montes, viuda de Jesús. El hombre se disculpa por la confusión y le expresa su solidaridad, mostrando un gesto amable y respetuoso. Begoña trae consigo algo para la cena, y don Damián, con su habitual formalidad, le invita a pasar y le ofrece un licor para hacerla sentir cómoda. La atmósfera, aunque marcada por la cortesía, deja entrever que aún hay mucha distancia entre ambos.
Begoña, al recorrer la casa, no puede evitar admirar su belleza y la exquisitez de su decoración. Don Damián, sin embargo, le explica que la casa ya estaba así cuando él llegó y que el responsable del buen gusto en la decoración y antigüedades es su suegro. Begoña insiste en la equivocación, pensando que tal vez él era el encargado, pero don Damián se excusa diciendo que no pasa tanto tiempo en la casa como para encargarse de esos detalles, prefiriendo no meter la pata con comentarios inapropiados.
En medio de la conversación, Begoña revela que es enfermera, lo que sorprende a don Damián, quien le pregunta dónde trabaja. Ella responde que en el dispensario de Perfumerías De la Reina, la fábrica de la familia. Explica que el dispensario forma parte de una colonia construida por don Damián para ofrecer todos los servicios necesarios a sus empleados, describiéndolo como un pequeño pueblo autosuficiente. A don Damián le extraña que su suegro no le haya mostrado aún el lugar, ya que está muy orgulloso de su empresa. Begoña, por su parte, asegura que espera poder visitarlo pronto para conocer mejor su trabajo en el dispensario.
El tema cambia hacia la labor de enfermera, y don Damián le reconoce que es un trabajo encomiable y a veces muy duro, alentándola a no quitarse mérito. Begoña cuenta que su difunta madre también fue enfermera en el hospital civil de Tenerife, ayudando a los enfermos de manera abnegada, incluso poniéndose por delante de sí misma en muchas ocasiones. Rememora una experiencia personal de su infancia cuando acompañó a su madre al hospital y salió de allí con un sentimiento de desolación y culpa al ver a niños de su edad luchando contra enfermedades graves. Destaca que, en esos momentos, las enfermeras se convertían en su segunda familia y que despedirse de ellas era tan doloroso que a menudo terminaban llorando.
La conversación continúa con Begoña hablando de su experiencia personal: trabajó muchos años en un hospital y aunque hubo momentos maravillosos, otros fueron muy duros. Don Damián especula que el dispensario de la colonia debe ser un lugar más tranquilo, pero Begoña corrige esa idea explicando que en realidad hay días en los que tanto ella como Luz, la doctora del dispensario, no paran de trabajar. La mención de Luz como otra mujer en una posición de responsabilidad llama la atención de don Damián, quien pregunta si eso supone algún problema. Begoña responde que no, que al contrario lo celebra.
Don Damián confiesa que le sorprende porque no es habitual que un hombre opine tan abiertamente sobre esas cuestiones sin pedir disculpas por ello. Begoña se despide con cortesía, diciendo que llevará lo que ha traído a la cocina y que avisará a don Damián que ella ya está en la casa. La escena cierra con una atmósfera de respeto mutuo pero también con la clara impresión de que esta llegada traerá novedades y quizás cambios en la dinámica ya establecida dentro de la familia y la empresa.
Este encuentro marca un punto de partida importante para nuevas relaciones y conflictos que irán desarrollándose en el curso de la trama, resaltando temas de género, deber familiar y el peso del pasado en el presente. La llegada de Begoña a la casa no solo es una cuestión familiar, sino que también implica una conexión con la fábrica y la comunidad que gira en torno a ella, abriendo la puerta a nuevas historias y tensiones por descubrir.