SPOILER: “Pero Tasio y María forman parte de la junta de accionistas. María tiene acciones al ser la representante legal de mi nieta Julia. Sí, yo le di parte de mis acciones a Tasio”
En los últimos episodios de Sueños de Libertad, el foco se ha desplazado hacia el complejo mundo de los intereses empresariales, las alianzas familiares y las traiciones silenciosas. La conversación entre Damián y su sobrino Gabriel se convierte en una radiografía del poder en la fábrica y deja al descubierto que el control no siempre está donde parece.
Todo comienza cuando Gabriel irrumpe en el despacho de Damián con una mezcla de respeto y urgencia. Le agradece la hospitalidad recibida desde su llegada y va directo al grano: quiere saber si ya hay avances sobre su posible incorporación a la empresa. La respuesta de Damián, aunque cálida en el tono, deja claro que no será un camino fácil. Le revela que Pedro Carpena se opone a su contratación.
Gabriel, desconcertado, pregunta la razón. Damián lo explica sin rodeos: Pedro no confía en él por un solo motivo, lleva el apellido De la Reina. En este universo, el apellido pesa más que la intención, y Gabriel —por más correcto y profesional que sea— es visto por Pedro como enemigo, simplemente por ser familia. A esto se suma la tensión latente entre los De la Reina y los Merino, una enemistad que trasciende lo personal y afecta todas las decisiones de negocio.
A pesar del rechazo, Damián insiste en que la empresa lo necesita. Pone como ejemplo su impecable gestión del delicado asunto del atropello, que resolvió con eficacia. Pero Gabriel no quiere que la situación genere divisiones internas. Le pide a su tío que no lo defienda si eso va a significar abrir un frente de conflicto. Aun así, Damián no cede: “Voy a luchar por ti, no lo dudes”, le dice con firmeza.
Gabriel confiesa que su deseo de unirse a la empresa va más allá del trabajo. Quiere recuperar sus raíces, formar parte de su familia de nuevo. Damián, emocionado por el gesto, ve en ello una oportunidad para sanar viejas heridas. Sin embargo, sabe que no basta con el entusiasmo. Para lograr que Gabriel tenga un lugar en la fábrica, necesita apoyo en la junta de accionistas.

Y es entonces cuando se desvela una nueva capa de intriga: Tasio y María también tienen poder dentro de la empresa. Gabriel no lo sabía, y su sorpresa es genuina. Damián le explica que, al reconocer a Tasio como su hijo, le cedió parte de sus propias acciones. Por otro lado, María posee una parte de la empresa por una vía legal: es la representante de Julia, su nieta, y así figura en el testamento de Jesús.
Gabriel parece confiado en que puede convencer a Tasio. Tiene buena relación con él y cree que apelando al vínculo familiar podrá conseguir su apoyo. Pero Damián lo alerta: el problema no es Tasio, es María. Su tono cambia al hablar de ella, dejando entrever una desconfianza profunda. La describe como una mujer inestable, impredecible y capaz de votar en contra de los suyos sin previo aviso.
Pero no solo eso. Damián sospecha que María y Pedro Carpena están colaborando en secreto. Algo se está gestando entre ellos, un movimiento que podría alterar el equilibrio de poder en la empresa y poner en riesgo a toda la familia. Aunque aún no sabe con certeza de qué se trata, Damián está convencido de que hay que actuar rápido: “Si no queremos que nos hagan daño, hay que desbaratarlo cuanto antes”.
Frente a esta advertencia, Gabriel no se queda de brazos cruzados. Toma la iniciativa y le pide permiso a su tío para hablar directamente con María. Cree que puede razonar con ella, llegar a su lado emocional y evitar que Pedro la manipule. Damián, aunque escéptico, acepta. Es una apuesta arriesgada, pero no le queda otra opción.
Esta escena deja entrever que, más allá de los conflictos románticos y familiares, Sueños de Libertad está entrando de lleno en una etapa donde el poder empresarial, las acciones y las estrategias ocultas toman protagonismo. El equilibrio dentro de la junta es frágil, y cada voto cuenta. María, con su inestabilidad emocional, podría convertirse en el punto de quiebre de todo un legado. Tasio, por su parte, tiene que decidir entre su recién adquirido rol como accionista y los lazos de sangre que apenas está empezando a entender.
Y en medio de todo, Gabriel se perfila como un nuevo jugador que puede marcar la diferencia. Su llegada ha sacudido el tablero, y su lucha por formar parte del negocio familiar podría ser la chispa que desencadene nuevas alianzas o profundice viejas traiciones.
Lo que está claro es que las decisiones no solo se toman en el consejo de administración: se cuecen en los pasillos, en las cenas, en las miradas cruzadas y en las conversaciones que aparentan cordialidad mientras ocultan estrategias.
Con esta nueva trama, la serie no solo sube el nivel de intensidad, sino que confirma lo que ya sabíamos: en Sueños de Libertad, la libertad nunca es gratuita… y casi siempre viene con un precio muy alto.