Ayer Begoña nos vio y le faltó tiempo para hacerme un tercer grado
La conversación entre María y Raúl es un momento cargado de tensión y dolor, donde se revela claramente el miedo que María siente ante los chismes familiares y la presión de su entorno, y cómo esto la lleva a tomar la difícil decisión de cortar cualquier vínculo con Raúl.
Todo empieza con María visiblemente alterada, su rostro y su voz reflejan el desasosiego y la frustración que le ha provocado lo ocurrido con Begoña. Ella confronta a Raúl, reprochándole que, con sus gestos inocentes y pequeños detalles, no ha hecho más que empeorar las cosas. María le echa en cara que sus “toqueteros y tus florecitas” — gestos que podrían parecer inofensivos o incluso amables — solo han servido para alimentar las sospechas de Begoña, quien no perdió tiempo en interrogarla con preguntas incisivas, en un “tercer grado” que ha puesto todo en riesgo.
Raúl, consciente del problema que ha causado, muestra arrepentimiento. Se disculpa sinceramente y explica que su única intención era animarla, darle un poco de apoyo en un momento complicado, sin imaginar que sus acciones podrían ser malinterpretadas o tener consecuencias tan graves. Sin embargo, María, con una frialdad que corta como un cuchillo, no está dispuesta a aceptar sus disculpas ni a seguir por ese camino. De manera tajante, le prohíbe continuar y le dice claramente que entre ellos no hay nada, que eso se terminó para siempre. “Déjalo, Raúl, entre tú y yo no hay nada. Se ha acabado para siempre, ¿me oyes?”, le dice, repitiendo la frase con una mezcla de desesperación y resolución que muestra hasta qué punto quiere poner fin a la situación.
La insistencia en “se ha acabado” refleja mucho más que un simple deseo de romper con Raúl; es un intento desesperado de protegerse a sí misma de las consecuencias que podrían surgir si los rumores se extendieran. María no solo está rechazando a Raúl, está tratando de borrar cualquier indicio que pueda alimentar más habladurías y complicar aún más la situación familiar.
Raúl, por su parte, no entiende del todo la magnitud del problema. Le plantea a María que un gesto amable, un pequeño intento de apoyo, no debería ser algo tan grave o digno de tanta preocupación. Pero María le aclara con firmeza que sí lo es, especialmente porque Begoña, a quien ella llama la “bruja” con una mezcla de ironía y resentimiento, ya ha visto algo entre ellos y está dispuesta a sacar provecho de cualquier detalle para alimentar el cotilleo. Además, menciona a Andrés, otro personaje que podría complicar aún más la situación si llega a enterarse de lo que está pasando.
Este diálogo expone claramente que el miedo de María no es solo a perder a Raúl o a reconocer lo que siente por él, sino a las consecuencias sociales y familiares que su relación podría traer. Para ella, esas presiones externas son más fuertes que cualquier conexión emocional o afectiva que puedan tener. La familia, los chismes, las miradas de juicio y la posible desaprobación pesan más que cualquier deseo personal.
En un acto final de protección hacia María, Raúl le asegura que negará todo si alguien pregunta o intenta indagar más. María le exige que lo haga, no solo como un favor, sino como una orden. Además, le dice que se vaya, que no quiere que los vean juntos a solas, temiendo que cualquier evidencia pueda alimentar aún más la cadena de rumores y malentendidos. Raúl, aunque confundido y herido por la frialdad de María, acepta la orden sin protestar. Sabe que, para evitarle más problemas, debe someterse a su voluntad, aunque eso signifique alejarse y callar lo que en realidad sienten.
La escena termina con un sentimiento agridulce, una mezcla de tristeza y resignación. Es un triste recordatorio de cómo las presiones externas, el miedo a la opinión pública y el peso de las expectativas familiares pueden dictar la vida y las decisiones de los personajes, obligándolos a renunciar a sus deseos y emociones más profundos para protegerse de un mundo que no siempre es comprensivo ni justo.
Esta conversación refleja un conflicto interno muy humano: el choque entre lo que uno siente y lo que la sociedad o la familia permite. María, atrapada entre su miedo a ser juzgada y su necesidad de protegerse, opta por sacrificar una posible relación y cualquier esperanza de felicidad personal. Raúl, por su parte, se convierte en un aliado silencioso que acepta el dolor de esta separación por el bien de María, mostrando una lealtad que no siempre es correspondida con cariño, pero que está motivada por la preocupación y el respeto.
En definitiva, este diálogo nos muestra cómo los personajes se ven forzados a navegar en un terreno lleno de obstáculos invisibles, donde el amor y la sinceridad quedan relegados ante la necesidad de sobrevivir socialmente, evitando que los rumores destruyan lo que aún queda de sus vidas. La escena es un retrato conmovedor y realista de las limitaciones que muchas veces impone el entorno, haciendo que lo que podría ser un simple gesto de cariño se convierta en una fuente de conflictos y decisiones dolorosas.