¿Es mucha documentación motivo suficiente para empezar cuanto antes? Adelante, Irene.
⚠️ Spoiler ⚠️
En esta escena cargada de tensión, se manifiestan por primera vez con claridad los conflictos latentes entre los protagonistas. Gabriel, recién llegado a la empresa, muestra una actitud decidida y profesional al solicitar de inmediato acceso a los documentos clave: estatutos, contratos y demás archivos que le permitan comprender el entorno en el que se mueve. Su iniciativa revela no solo proactividad, sino también una intención clara de actuar con fundamento y eficacia.
Sin embargo, esta actitud despierta sospechas en Pedro, figura de autoridad dentro de la empresa, quien reacciona con recelo disfrazado de cortesía. Aunque accede a que Irene, su asistente de confianza, colabore con Gabriel, sus palabras dejan entrever que no se trata de una bienvenida genuina, sino de una advertencia velada.
La tensión escala cuando Gabriel propone instalarse en la secretaría para trabajar más eficientemente y estar en contacto directo con Irene. Pedro lo rechaza de inmediato, esgrimiendo un argumento poco convincente: el “trasiego constante” de la oficina. En realidad, su negativa busca mantener a Gabriel apartado, aislado del equipo y del flujo informal de información. Este gesto revela la intención de Pedro de vigilar, limitar y controlar la integración de su nuevo colega.
A pesar de la negativa, Gabriel no responde con confrontación. Acepta la decisión con elegancia y profesionalismo, manteniendo una postura respetuosa que no revela su incomodidad. Su actitud, aunque discreta, habla de su madurez y de su intención de evitar conflictos innecesarios desde el inicio.
Cuando Gabriel se retira, se produce un nuevo momento clave: Irene cuestiona abiertamente la desconfianza de Pedro. Él, sin rodeos ni filtros, responde con crudeza. Reconoce que aceptar la contratación de Gabriel fue una imposición con la que ha tenido que tragar, pero que tenerlo cerca de su despacho ya es otro cantar. En un acto de control absoluto, le ordena a Irene que mantenga vigilado a Gabriel bajo la excusa de ayudarlo, colocándola en una posición incómoda, casi de espía.
Irene, evidentemente incómoda, se resiste a cumplir esa función. Su rechazo no solo es verbal, sino también emocional: se siente usada y desconfía de los métodos de su jefe. La conversación termina con Irene dejando entrever su hartazgo por la actitud paranoica de Pedro y su frustración por la desconfianza generalizada que reina en la oficina.
Este intercambio deja al descubierto varias tensiones: por un lado, la evidente rivalidad de poder entre Pedro y Gabriel, que desde el primer contacto marca la dinámica futura; y por otro, la relación desgastada entre Pedro e Irene, marcada por la manipulación, la desconfianza y el resentimiento acumulado.
La escena funciona como una introducción intensa a la atmósfera enrarecida de la empresa, donde cada gesto y cada palabra cargan con una intención velada. Y donde la documentación que Gabriel pide no solo es clave para entender la empresa… sino también para sobrevivir en ella.