⚠️ Spoiler: “¿tú querías ser madre conmigo, mi amor? Pues si pudiese ser, claro… me encantaría ser madre contigo” ⚠️
En esta escena profundamente íntima entre Marta y Fina, se abre un espacio de ternura, deseo y verdad apenas contenida. Fina entra en la oficina de Marta con su habitual tono juguetón, sorprendida de que aún esté trabajando a esa hora. Marta le explica que solo estaba organizando papeles, pero la conversación toma rápidamente un rumbo emocional inesperado.
Cuando Marta le pregunta cómo supo que era ella quien entraba, Fina admite que no lo sabía, pero lo deseaba. Confiesa que al ver la luz encendida sintió que era la excusa perfecta para acercarse, porque tenía muchas ganas de verla. Esa pequeña confesión sienta el tono de una escena donde todo lo que se ha evitado decir comienza a salir a la luz.
Fina expresa cierta inseguridad por haber sido demasiado directa en una conversación anterior, pero Marta le asegura que fue valiente, y que tenía razón: tener un hijo por motivos políticos o de imagen no tiene sentido, y ambas lo saben.
En medio de la charla, Fina repara en una fotografía sobre el escritorio de Marta: un bebé en brazos de una mujer. Marta le explica que es ella el día de su bautizo, con su madre. La imagen conmueve profundamente a Fina, y juntas recuerdan la calidez del amor materno, esos gestos cotidianos que marcan una vida: besos de buenas noches, consuelo ante los hermanos que molestan, cuidados incondicionales.
Entonces Marta lleva la conversación a un terreno aún más personal y revelador. Le pregunta a Fina si alguna vez ha pensado en ser madre. Fina responde con sinceridad: lo ha fantaseado, pero rápidamente descarta la idea. No se ve casándose ni teniendo hijos, menos aún en la sociedad en la que viven. Pero Marta la interrumpe suavemente y le aclara que no hablaba de tener un hijo con un hombre.
Fina reacciona con humor, aludiendo a milagros bíblicos y a la Virgen María, pero Marta se mantiene seria, transparente. Le pregunta directamente si le gustaría tener un hijo con ella.
La pregunta toma a Fina por sorpresa. Se queda sin palabras por un momento, visiblemente tocada. Finalmente, responde con ternura y convicción: si fuera posible, por supuesto que le encantaría ser madre con ella. Marta, con una sonrisa emocionada, le dice que está segura de que Fina sería una madre maravillosa.
El momento ya es profundamente emotivo, pero Marta da un giro inesperado a la conversación: le revela que Pelayo, su marido, le ha hecho una propuesta insólita. Sugirió que el hijo que tengan pueda ser criado por los tres, incluyendo a Fina. La idea desconcierta a Fina, que no sabe cómo reaccionar de inmediato. Es una propuesta caótica, extraña, pero no del todo descabellada. Por un instante, la posibilidad de una familia diferente, amorosa y valiente, toma forma como algo que podría existir más allá de las reglas convencionales.
La escena termina abierta, envuelta en preguntas sin respuesta, pero también en una promesa latente: la de un amor capaz de imaginar un futuro nuevo, aunque sea improbable.