⚠️ Spoiler: Marta y Pelayo enfrentan una conversación crucial sobre la posibilidad de ser padres
En una escena cargada de tensión y emociones, Marta y Pelayo abordan un tema delicado: la posibilidad de tener un hijo juntos. Desde el principio, Marta marca los límites con claridad. Le dice a Pelayo que no está dispuesta a retomar esa conversación y que, si él ha venido por eso, está perdiendo el tiempo. Ella tiene claro que no quiere ser madre, no solo porque implicaría renunciar a su carrera, sino porque no considera válido tener un hijo solo para reforzar la imagen pública de Pelayo como político tradicional y hombre de familia.
Pelayo, aunque admite que esa fue una de sus motivaciones iniciales, se muestra más vulnerable. Reconoce que nunca se había planteado seriamente la paternidad, en parte por su orientación sexual y por lo poco auténtico de su matrimonio. Pero ahora, imaginando la posibilidad de formar una familia con Marta, siente una ilusión inesperada. Le emociona la idea de llegar a casa, jugar con un hijo, cuidar de alguien a quien transmitirle algo suyo. Asegura que su deseo no es solo por conveniencia política, sino algo que realmente le nace del corazón.
Marta se conmueve, pero no cede. Le recuerda que, si algún día llegaran a plantearse tener un hijo, no lo harían por el método tradicional. Le deja claro que no volvería a acostarse con él, como le sucedió en una relación anterior que la marcó profundamente. Pelayo no insiste en eso, de hecho, le confiesa que ha estado investigando y encontró una clínica en Londres que realiza inseminaciones artificiales sin necesidad de relaciones sexuales.
Marta reacciona con escepticismo y algo de sarcasmo. Le dice que, para alguien que no cree en milagros, lo que propone suena bastante parecido a uno. Aunque Pelayo intenta explicarle cómo funciona el proceso, ella corta la conversación, aún incrédula y reacia, y le pide dejar el tema por ahora.
Antes de marcharse, Pelayo le pide un último favor: que al menos lo piense. Le confiesa que está en un momento muy complicado, tanto a nivel político como personal, y que necesita algo en lo que creer. La escena deja al descubierto los choques entre los deseos personales, las presiones sociales y la necesidad de afecto. Marta se encuentra dividida entre su amor por Fina y su autonomía, mientras Pelayo oscila entre la ambición, la soledad y un anhelo real de construir algo auténtico con ella.