🟣 Spoiler: La Promesa, avance del capítulo 629 (3 de julio): María Fernández se despide entre lágrimas
Los días en el palacio de La Promesa están contados para María Fernández, y el capítulo 629 se tiñe de emoción y despedidas. En esta entrega, emitida el 3 de julio, la joven doncella que durante tanto tiempo ha sido el alma y la ternura del servicio, se ve obligada a tomar una difícil decisión. Las circunstancias la llevan a cerrar un capítulo que la marcó profundamente, y lo hace entre lágrimas, recuerdos y silencios rotos por abrazos sinceros.
Desde primera hora del día, se percibe que algo no va bien. El ambiente en la cocina y los pasillos está más tenso que de costumbre. María Fernández, normalmente sonriente y entregada, camina con el rostro desencajado. La noticia ha corrido como pólvora entre el personal: María ha decidido marcharse de La Promesa. No por falta de cariño, ni por deseo propio, sino por el peso de las circunstancias que la superan. El dolor acumulado, las decepciones y la necesidad de cuidar de sí misma se imponen por encima del deber.
Las reacciones no se hacen esperar. Pía intenta convencerla de que reconsidere su decisión. “Esta es tu casa”, le dice con la voz temblorosa. Pero María ya lo tiene claro. Necesita alejarse para sanar. La relación con Lope, cada vez más envenenada por secretos, y las heridas del pasado no cicatrizan en medio de tanta tensión. Rómulo, aunque más comedido, también se muestra afectado. Reconoce su profesionalismo y le agradece su entrega sin condiciones.
El momento más duro llega cuando María se despide de Jana. Ambas mujeres, amigas, confidentes y hermanas del alma, se abrazan sin poder contener las lágrimas. “No es un adiós, es un hasta luego”, dice María intentando esbozar una sonrisa que no le nace del alma. Jana, rota, no encuentra las palabras para pedirle que se quede. Sabe que a veces, el amor también está en dejar ir.
Mientras tanto, Lope, incapaz de asumir lo que ocurre, se mantiene al margen. La tensión entre ambos ha llegado a un punto sin retorno. Sus caminos, que parecían estar destinados a unirse, se bifurcan definitivamente. María no espera una despedida de él, pero cuando se cruzan en el jardín por última vez, solo hay un cruce de miradas cargado de todo lo que no se dijeron. Lope no habla, solo observa, como si cada paso que ella da hacia la salida fuera una puñalada que no quiere reconocer.
La señora Cruz, enterada de la decisión, no hace mucho por retenerla. La considera un daño colateral en medio de los conflictos más grandes que enfrenta la casa. Pero su indiferencia no resta importancia al vacío que deja María en La Promesa. Su presencia era más que la de una simple sirvienta. Era el equilibrio, la dulzura, la voz sensata en medio del caos.
Antes de partir, María visita por última vez la capilla. En silencio, arrodillada, ofrece una plegaria por los que se quedan. Pide fuerza para seguir adelante y que el destino sea menos cruel con aquellos a quienes tanto ha querido. En su maleta lleva pocos objetos, pero en el corazón carga una vida entera de memorias: risas en la cocina, confidencias en el cuarto de servicio, el primer beso robado, las promesas rotas y las cicatrices que la convirtieron en una mujer más fuerte.
Al salir por la puerta principal, todos los criados la despiden con una mezcla de tristeza y respeto. Algunos lloran, otros la abrazan. Es un momento sincero, lleno de humanidad. El sonido de sus pasos alejándose resuena con una mezcla de dignidad y pena. Su marcha simboliza el final de una etapa, y quizás el principio de otra, lejos del drama que tanto la lastimó.
Pero la vida en La Promesa continúa, aunque con un silencio nuevo que pesa en el ambiente. Sin María, todo parece un poco más gris. Nadie dice lo que todos piensan: la casa ha perdido uno de sus pilares emocionales.