⚠️ Spoiler con el título: “Bueno, esto iba a ser una boda al uso…”
Aunque inicialmente se planeó una boda tradicional, ciertos contratiempos amenazaban con impedir la asistencia de algunas personas importantes. Ante esta situación, se optó por una alternativa emotiva e íntima. En medio del desconcierto, el sacerdote aparece inesperadamente en la ceremonia, a pesar de que se había anunciado que no habría una boda formal. Su presencia no tiene como fin unir oficialmente a la pareja, sino rendir homenaje a una historia de amor que ha logrado tocar muchos corazones.
El padre aclara que hoy no está allí como ministro de fe, sino como amigo de Rómulo Baeza y de todos los presentes. Aunque no se celebrará un matrimonio formal, decide bendecir el profundo amor entre Rómulo y Emilia. A Emilia apenas la conoce, pero confía en que si ella ha logrado congregar a todos para este acto simbólico, es porque posee una cualidad especial, al igual que Rómulo.
A Rómulo lo define como un hombre íntegro, reflejo de las enseñanzas cristianas: alguien que actúa con bondad sin buscar reconocimiento, que ofrece consuelo y esperanza de forma silenciosa pero constante. Esa nobleza es lo que se celebra ahora, en un espacio cotidiano para muchos, pero transformado en un escenario especial gracias al amor que allí florece.
El sacerdote se dirige a Rómulo con una pregunta clara: ¿Ama a Emilia? La respuesta no se hace esperar: “Muchísimo, padre”. Luego, se vuelve a Emilia, insinuando con ternura que podría haber elegido a alguien más joven o apuesto, pero ella responde con una sinceridad absoluta: “Nunca he amado a otro”.
Con ese sentimiento compartido y sin necesidad de formalidades, el padre les invita a sellar su amor con un beso, si así lo desean. Pero antes, Rómulo toma la palabra. Ante todos sus seres queridos, se dirige a Emilia con una declaración sincera y conmovedora: gracias a ella ha redescubierto el propósito verdadero de la vida, que no es otro que amar y entregarse al otro. Su deseo es que ese amor que ahora los une perdure para siempre. Emilia, conmovida, susurra: “Para siempre”.
La escena concluye con una atmósfera de alegría, emoción y gratitud. Alguien comenta, conmovido, lo feliz que se ve a Rómulo y lo merecido que es ese momento de plenitud. La música envuelve el ambiente, cerrando una ceremonia no oficial, pero profundamente auténtica, en la que lo único que realmente importaba era el amor compartido.