Spoiler: “El nuevo mayordomo, tensiones en aumento y tramas que desconciertan en La Promesa”
La llegada de Cristóbal Ballesteros como nuevo mayordomo jefe ha marcado un punto de inflexión en La Promesa, aunque no precisamente para bien. El personaje, que se presenta con educación y modales pulidos, pronto deja entrever su carácter autoritario y manipulador. Ya asentado en la casa, sus acciones comienzan a dividir al servicio y a despertar suspicacias entre los espectadores.
En estos dos episodios, varias tramas se entrelazan, pero no todas consiguen avanzar con coherencia. El conflicto entre Manuel, Enora y Toño se perfila como un triángulo amoroso forzado, en el que la conexión entre Enora y Toño parece mucho más natural que la supuesta futura relación entre ella y Manuel. Aunque en redes se insinúa que Enora será “la nueva Jana”, muchos aún dudan si la actriz que da vida a Enora sigue siquiera grabando en la serie. El apresuramiento con el que se construye esta pareja resulta poco creíble, y la sensación de que Manuel repite patrones sin evolución alguna desespera a parte del público.
Mientras tanto, Curro gana protagonismo en medio del misterio por la desaparición de Esmeralda. La noticia llega tanto a La Promesa como al palacio de los duques de Carril, causando alarma, especialmente en Pía, que vive constantemente al borde del pánico. En el palacio ducal, la reacción privada entre Jacinto y el duque sugiere que hay más de lo que aparentan. Aunque es una de las tramas más prometedoras, la falta de contenido real y las escenas repetitivas le restan impacto.
En el terreno noble, la batalla absurda entre Martina y Jacobo contra Catalina y Adriano continúa. Aunque Catalina dirige las tierras con legitimidad, Martina se aferra a su pequeño porcentaje de propiedad como si tuviera el poder absoluto, impulsada por Jacobo, un personaje del que aún no se sabe nada relevante tras más de 150 episodios. Adriano, con experiencia en la administración de otras propiedades nobiliarias, es continuamente invalidado, lo que resulta ilógico. Y en medio de todo, Leocadia sigue moviendo los hilos.
Leocadia, que ya debería haber recuperado su inversión, sigue actuando como si controlara todo. Sin estar casada con Alonso, impone decisiones como traer a su mayordomo personal, y lo más sorprendente es que Alonso, completamente apático y sin carácter, lo permite todo sin cuestionar. No hay pasión, ni complicidad, ni siquiera escenas juntos que justifiquen la influencia de Leocadia. Solo una sumisión inexplicable de su parte.
En paralelo, el capitán parece haber quedado en un limbo narrativo desde la salida de Eugenia. Su única función en los últimos capítulos ha sido reprocharle a Ángela su decisión de visitar a Facundo para disculparse. Un encuentro arriesgado que fácilmente podría derivar en otra situación incómoda o peligrosa, lo cual se insinúa pero nunca se desarrolla del todo. Ángela, por su parte, no volverá a Suiza; ha decidido quedarse junto a Curro, consolidando su reconciliación.
La llegada de Cristóbal, impuesta por Leocadia, ha desplazado a Ricardo de sus funciones y ha dejado en evidencia su falta de sangre y carácter. Aunque parece afectado por la situación, su reacción sigue siendo insulsa. La vuelta de Santos, su hijo, se presenta como un momento emocional, pero lo que debería haber sido conmovedor, apenas genera empatía. Ricardo se reencuentra con su hijo con una frialdad que solo acentúa lo incoherente de su arco, que comenzó con intensidad durante la trama de Ana y que ahora se diluye sin rumbo.
Santos, en cambio, despierta el cariño del servicio, lo cual agrava la decadencia de Ricardo como figura paternal y como hombre. La pregunta inevitable es: ¿cómo puede alguien como Pía seguir a su lado?
La frustración es evidente entre muchos espectadores. Las tramas avanzan sin lógica o se repiten en bucles. Algunas relaciones no evolucionan, los conflictos carecen de sentido y decisiones clave parecen tomadas al azar. Se necesita más coherencia narrativa y menos giros gratuitos. Hay arcos que han perdido fuerza, personajes que necesitan urgentemente renovarse y conflictos que deben resolverse con dignidad, no por desgaste.
A pesar de todo, la serie sigue ofreciendo momentos potentes, como los enfrentamientos verbales entre Catalina y Cristóbal, o la incertidumbre que gira en torno a los duques de Carril. Si el guion logra recuperar esa tensión bien dosificada y devolverle lógica a los movimientos de los personajes, La Promesa aún puede reconducirse.
Y vosotros, ¿qué pensáis? ¿La llegada de Cristóbal fue un acierto o un desastre para la trama? ¿Debería Manuel seguir siendo el eterno enamorado o es hora de reinventarlo? ¿Y qué opináis de Leocadia y su poder inexplicable sobre Alonso?
Nos leemos en los comentarios y, como siempre, suscribíos, dejad vuestro “me gusta” y nos vemos en el próximo análisis de La Promesa.