Título: Sospechas dolorosas, un amor imposible y el temor a perderla para siempre
En este episodio cargado de emociones y verdades que duelen, Damián y su hijo Andrés protagonizan una conversación profunda, honesta y desgarradora sobre el amor, la pérdida y los miedos que empiezan a materializarse. La escena no solo expone los sentimientos no resueltos de Andrés hacia Begoña, sino también la creciente preocupación de Damián por lo que percibe como una amenaza inminente: la aparición de Gabriel, el primo, como posible nuevo objeto del afecto de Begoña.
Todo comienza en una mañana silenciosa, donde Damián nota la ausencia de su hijo a la mesa. Con voz suave pero firme, le pregunta por qué no ha bajado a desayunar. Andrés, con un tono apagado, responde que no tiene hambre y que apenas ha tomado un café. Damián aprovecha ese momento para romper el hielo y abordar un tema que ambos han estado evitando. Comenta que hace tiempo que no hablan con tranquilidad y reconoce que las tensiones entre ellos han sido muchas últimamente. Le pregunta directamente cómo se siente. Andrés, sin querer profundizar, le contesta con evasiva: “Como siempre.”
Pero la conversación no se detiene allí. Damián, intentando llevar el diálogo hacia un terreno más cotidiano, le pregunta por su relación con María. Andrés responde que todo va bien, pero su tono no convence. Damián nota la falta de entusiasmo, y Andrés trata de reforzar sus palabras contando que recientemente recordaron un viaje a caballo en Huesca, un día hermoso que compartieron cuando estaban enamorados. Aparentemente, ese recuerdo avivó algo entre ellos, algo que Andrés espera que fortalezca su matrimonio.
Damián, siempre esperanzado, le dice que ese tipo de recuerdos ayudan, que podrían ser un puente para reconectar. Pero Andrés, sin poder contener más la verdad que lo carcome, rompe la fachada. Con sinceridad amarga, le dice: “Padre, por Dios, ni usted se cree eso después de lo que ha pasado con María.” En ese momento, todo se desmorona. Andrés confiesa que si bien en algún momento sintió cariño por María, lo que tuvo con ella no se compara con lo que siente —o sintió— por Begoña.
Damián, visiblemente preocupado, le ruega que deje de pensar en eso. Le dice que se está haciendo daño, que seguir aferrado a un amor imposible solo lo destruye más. Pero Andrés, con lágrimas contenidas, admite que sí, que le duele. Estar lejos de Begoña es como llevar una espina clavada en el alma. No es solo nostalgia, es una herida abierta que no cierra.
Hasta aquí, la conversación es ya difícil, pero toma un giro aún más duro cuando Damián decide confesar lo que ha estado observando con inquietud creciente. Le dice a Andrés que hay algo que no le ha querido decir antes, pero que ahora necesita compartir. Su mayor miedo, lo que realmente le atormenta, es que Begoña haya empezado a sentir algo por otro hombre. Andrés, en shock, pregunta si realmente cree que eso pueda estar ocurriendo. Entonces, Damián lanza la frase que congela el corazón de su hijo: “Padre, algo está pasando entre Begoña y el primo Gabriel.”
El mundo se tambalea para Andrés. No solo está atrapado en un matrimonio sin amor, aferrado a un recuerdo que lo consume, sino que ahora se enfrenta a la posibilidad de que Begoña, el gran amor de su vida, esté acercándose emocionalmente a alguien más. Y no a cualquier persona, sino a Gabriel, alguien cercano, alguien de confianza. La traición no es explícita, pero la sospecha basta para que todo cambie.
Este diálogo expone dos realidades paralelas pero profundamente entrelazadas: el dolor de Andrés, incapaz de olvidar a Begoña a pesar de estar casado con otra, y el temor de Damián, quien quiere proteger a su hijo pero empieza a notar señales que no puede ignorar. Ambos sienten que algo se les escapa de las manos. Mientras uno lucha con un amor que no muere, el otro intenta poner un freno a una situación que podría destruirlo todo.
Damián no acusa directamente a Begoña ni a Gabriel, pero su tono sugiere que ha visto algo, gestos, miradas, quizás cercanías que antes no existían. No hay pruebas concretas, pero a veces las intuiciones son más certeras que cualquier evidencia. Andrés, por su parte, se niega a creerlo, pero la semilla de la duda ya ha sido sembrada.
El episodio retrata con delicadeza y contundencia la complejidad de los vínculos humanos: amores que no se olvidan, matrimonios que se sostienen por costumbre, palabras que no se dicen y emociones que desbordan. La escena es dolorosa, sí, pero también honesta. Andrés no puede seguir fingiendo que su matrimonio funciona, y Damián no puede ignorar lo que sus ojos han visto.
Ambos quedan en una especie de limbo emocional: uno atrapado en el pasado y el otro temeroso del futuro. ¿Será cierto lo que Damián intuye? ¿Está Begoña iniciando algo con Gabriel? ¿O es solo el reflejo del deseo de Andrés por seguir siendo importante para ella, incluso en la distancia?
La escena concluye con una sensación de incertidumbre que lo invade todo. No hay respuestas, solo más preguntas. Pero lo que queda claro es que, aunque Andrés trate de reprimirlo, su corazón sigue latiendo solo por Begoña. Y ahora, más que nunca, teme haberla perdido no solo en el presente, sino para siempre.