Spoiler: “Curro y Ángela imaginan un futuro juntos lejos de La Promesa”

En un rincón apartado del palacio, en medio del silencio solo interrumpido por la música de fondo, Curro y Ángela disfrutan de un momento de intimidad lejos de las miradas inquisitivas. Entre bromas y gestos cómplices, ambos reconocen la atracción que hay entre ellos, pero también saben que es peligroso dejarse llevar abiertamente en un lugar como ese. Ángela lo dice con ironía: “¿Quieres que nos besemos aquí en mitad del palacio?” Él, firme pero cariñoso, le asegura que jamás haría algo así que pudiera comprometerla.

Curro entonces da un giro inesperado a la conversación, proponiéndole un juego que claramente ha pensado con ilusión. Le sugiere que tomen libros al azar y usen los destinos que aparezcan para imaginar cómo sería una vida juntos fuera de La Promesa. La primera propuesta proviene del libro de Virginia de Owen Whitter. Aunque Ángela bromea que no es precisamente su lectura favorita, Curro construye toda una vida ficticia en el lejano oeste americano: él sería el sheriff de una vasta tierra llena de vacas y horizontes infinitos, y ella, la directora de su propia universidad. Una mujer poderosa, inteligente y admirada, al frente de una institución educativa que él describe como la mejor del país. Ángela se deja llevar por el juego, sonríe e incluso se siente tentada por la fantasía, pero con humor le dice que tal vez puedan inventar algo todavía más emocionante.

La conversación se torna más íntima cuando mencionan un segundo libro, Madame Chrysanthème. Ángela admite no haberlo leído, pero conoce su historia gracias a Martina. La novela transcurre en Japón, un país que la joven describe como exótico y misterioso, lleno de normas sociales pero también de una libertad profundamente distinta a la de occidente. En esa tierra lejana, Ángela imagina que podrían amarse libremente, sin restricciones ni escándalos, sin que nadie los juzgue ni los condene por lo que sienten el uno por el otro.

La forma en que Ángela describe esa vida lejana —lejos de los muros que los separan, de las convenciones que los encadenan— revela su profundo deseo de vivir su amor sin limitaciones. Sus palabras, llenas de dulzura y melancolía, insinúan que su corazón anhela una realidad en la que pueda estar con Curro sin temor.

Pero el hechizo se rompe de golpe. Alguien los interrumpe. Es doña Pía, que busca a su hija. La llama con cariño, preguntándole por qué no ha ido a verla. Ángela, algo incómoda por el momento truncado, se recompone rápidamente. Curro, con cortesía, ofrece traer una limonada o un té, pero Pía tiene otra petición: desea estar a solas con su hija.

Y así, entre fantasías interrumpidas y verdades no dichas, el amor entre Ángela y Curro continúa creciendo a la sombra de La Promesa. Sus corazones sueñan con horizontes abiertos, culturas lejanas y un futuro en el que no tengan que esconderse. Sin embargo, por ahora, solo pueden amarse entre páginas de libros y silencios compartidos. Aun así, cada día que pasa, su vínculo se fortalece, esperando que algún día la realidad les permita vivir ese amor que hasta ahora solo pueden imaginar.