Título: Gabriel traiciona a su familia desde las sombras | Sueños de Libertad
En el próximo episodio de Sueños de Libertad, el ambiente en la perfumería se vuelve asfixiante y tenso como nunca antes. La intriga se apodera del laboratorio cuando Tacho, decidido a descubrir al responsable del sabotaje, interroga sin piedad a Luis y Cristina. Ambos, atrapados en una red de sospechas, se enfrentan a un Tacho implacable que no se detiene ante nada ni ante nadie. Su estrategia es clara: presionar hasta que alguno de los presentes revele una pista.
Andrés, siempre presente como testigo silencioso pero cargado de intención, observa cada gesto, cada palabra. Sin embargo, no se limita a mirar: su intervención se convierte en la chispa que enciende aún más las llamas del conflicto. Tacho, sin rodeos, dirige sus preguntas hacia Paco y Daniel, dos colaboradores cercanos que tienen acceso total al laboratorio. ¿Podrían haber traicionado desde dentro? El robo de la fórmula de Cobeaga pesa como una amenaza inminente.
Luis, frustrado y cada vez más tenso, no duda en defender a sus compañeros. Su voz, cargada de rabia, afirma con firmeza que ellos jamás serían capaces de algo así. Pero Tacho, ajeno a cualquier argumento sentimental, insiste. La confianza de Luis le resulta frágil, poco sólida para sostener una defensa coherente. “No podemos descartar nada”, sentencia, sembrando una semilla de duda que comienza a florecer en el aire viciado del laboratorio.
La conversación da un giro aún más siniestro cuando Tacho decide ampliar el radio de sus sospechas. ¿Y si el culpable fuera alguien de fuera del equipo habitual? Luis, visiblemente derrotado, explica que muchas personas pasan por allí cada día, pero que él o Cristina siempre están presentes. Es entonces cuando Andrés, con su habitual frialdad, lanza una bomba que sacude los cimientos de todos: menciona a Gabriel, su primo. Dice que lo vio por el laboratorio, que fue a hacer una visita. La acusación es velada, pero el impacto es brutal.
Cristina, indignada, se rompe. Su voz tiembla, sus ojos se llenan de incredulidad. ¿Cómo puede Andrés sospechar de Gabriel, quien tanto los ha ayudado? Su reacción es visceral. Lo defiende como si fuera su propio hermano. Desde su llegada, Gabriel ha sido un aliado, un apoyo constante. Luis, a su lado, asiente con la misma mezcla de rabia e incomprensión. Pero Andrés no cede. Su convicción se vuelve más firme. Lanza una nueva acusación: ¿Y si alguien hubiera modificado la fórmula, borrado una simple coma? Esa mínima alteración habría bastado para permitir el robo.
Cristina, confundida, responde con dudas. Sí, es posible, pero tendría que haber sido alguien muy cuidadoso. Andrés parece tenerlo claro: quien entregó la muestra a Brosart también podría haber hecho esa modificación. La atmósfera se vuelve aún más densa. La sospecha se transforma en certeza a medias, en una amenaza invisible.
Andrés insiste. Vuelve a centrar sus preguntas en Gabriel, esta vez instando a Cristina a recordar si ocurrió algo extraño durante su visita al laboratorio. Cristina niega una y otra vez. Nada raro pasó. Pero sus palabras, aunque firmes, no logran disipar la nube de sospechas que lo cubre todo. Andrés está a punto de seguir presionando cuando Tacho lo detiene, agotado y severo. “No insistas, por favor, este asunto ya está hablado”. Es un intento de cerrar una conversación que ha sembrado demasiadas dudas.
Antes de marcharse, Tacho lanza una advertencia que resuena como una amenaza: “No digáis ni una sola palabra de esto. No queremos alertar al topo si está cerca”. La tensión permanece flotando, como si las paredes mismas guardaran secretos aún por descubrir.
Mientras tanto, en un rincón más tranquilo de la casa, Julia y María comparten un momento de calma que contrasta con la tormenta anterior. La pequeña Julia habla de sueños y recuerdos con esa dulzura propia de la infancia, mientras María la escucha con una ternura silenciosa, aferrándose a la inocencia de su sobrina como una forma de escapar de la tormenta emocional que les rodea.
Pero la tranquilidad se rompe con la llegada de Gabriel. Su tono es frío, desafiante. Se sienta junto a María y pregunta por Andrés con fingida indiferencia. María responde con cansancio. Andrés se ha marchado temprano a la fábrica. Todos están alterados. Gabriel, con esa sonrisa cínica que se ha vuelto su sello, menciona el incidente con Brosart: un perfume idéntico al suyo ha salido al mercado.
Las palabras de Gabriel hieren a María. De pronto, todo encaja. Esta era la amenaza de la que Gabriel hablaba días atrás. La traición se vuelve tangible. “¿Robaste una muestra para dársela a Brosart y que lanzara su producto antes?”, pregunta María, horrorizada. La respuesta de Gabriel es demoledora: “¿Acaso no se puede hacer una tortilla sin romper los huevos?”
María, desesperada, intenta razonar con él. “¿Estás seguro de que este es el mejor plan?” Pero Gabriel ya no es el hombre que conoció. Se ha transformado en alguien dispuesto a arrasar con todo por poder. “Si queremos que Brosart compre Perfumerías de la Reina, debemos hundirla primero. No hay otra opción.”
Las palabras de Gabriel caen como una sentencia. María se queda sola, devastada. La traición ya no es una sospecha, sino una realidad cruel. Y en el aire, todavía cargado de tensiones no resueltas, flota la certeza de que lo peor aún está por venir.