Título: La verdad sobre José: un pasado de promesas rotas y silencios que duelen
En este revelador episodio, se produce un momento muy esperado entre Cristina y la mujer que ha estado a su lado desde que llegó a la colonia, incluso antes de que ambas supieran que compartían un vínculo de sangre. Cristina, con la mirada cargada de emoción contenida, se acerca con palabras que nacen desde lo más profundo de su alma: “Hay algo más que quiero decirte”, dice con voz suave, mientras su interlocutora, sin dudar un segundo, le responde con una disposición abierta y llena de amor: “Lo que quieras”.
Cristina le agradece todo el cuidado, toda la protección, toda la presencia silenciosa pero constante. Reconoce que ella ha velado por su bienestar desde el primer día, incluso sin saber quién era realmente. A pesar de que esa dedicación fue espontánea y sincera, Cristina insiste en agradecerlo, aunque en su interior todavía hay un gran vacío. Confiesa que sigue sintiendo un profundo dolor y que tiene demasiadas preguntas sin respuestas, heridas que el tiempo no ha conseguido cerrar.
La mujer la mira con comprensión, sin intentar minimizar su dolor ni imponer explicaciones. Con una dulzura inmensa, le responde que no tiene intención de forzarla a nada, que solo hablará cuando Cristina se sienta preparada para escuchar. Le ofrece todo su respeto, y también todo su pasado, cuando llegue el momento adecuado. Pero Cristina, quizá sintiendo que ha llegado ese instante, lanza una pregunta concreta y contundente: quiere saber sobre José, su padre.
En ese instante, el aire se vuelve denso. El nombre de José pesa como una losa entre ambas. La mujer toma aire y contesta, con un leve temblor en la voz, que no sabe nada de él desde que la abandonó. Le recuerda que eso ya se lo había dicho, pero ahora se lo repite con una tristeza más visible. Antes de marcharse, José no mostró el más mínimo interés por su hija. Sin embargo, no siempre fue así.
Con la mirada perdida en el pasado, la mujer revive aquellos primeros momentos con José. Cuenta que, cuando supo que estaba embarazada, él pareció transformarse en otro hombre. Estaba feliz, ilusionado, le propuso matrimonio y le pintó un futuro juntos, como una familia unida. Ella creyó en él. Pensó que, finalmente, la vida le sonreía. Que su hija crecería con un padre a su lado. José parecía convencido, comprometido, entusiasmado con la idea de ser padre.

Pero esa ilusión duró poco. De un día para otro, sin una palabra, José desapareció. Se esfumó como si nunca hubiese existido. No hubo despedidas, ni disculpas, ni una mínima explicación. Simplemente se fue, rompiendo no solo el vínculo con ella, sino también cualquier posibilidad de construir una vida en común o de acompañar a su hija en su crecimiento.
“Es todo lo que te puedo contar, Cristina”, le dice con una sinceridad desgarradora. “Créeme”, añade, mientras sus ojos revelan que también ella sigue lidiando con ese abandono. Supone, con voz entrecortada, que tal vez José no la amaba tanto como decía, que quizás sus palabras fueron solo una ilusión. Y al final, esa falta de amor –o ese amor cobarde– fue lo que lo llevó a marcharse, a dejarla sola con el peso de la maternidad y la decepción.
Cristina escucha con el corazón dividido. Cada palabra de su madre biológica es una respuesta, sí, pero también un eco de todo lo que no vivió. El retrato de su padre no es el que esperaba, pero es el que existe: un hombre que prometió mucho y cumplió nada. Un amor que fue fuerte en apariencia, pero débil en compromiso. Una figura que dejó una ausencia mayor que cualquier presencia.
A pesar de la tristeza que flota en la escena, hay una luz tenue de reconciliación. La sinceridad entre ambas, el deseo de entender y sanar, abren una puerta al perdón y a la construcción de una relación basada en la verdad, aunque esta duela. No hay reproches, solo humanidad. Dos mujeres marcadas por la misma herida, que ahora empiezan a coser juntas los retazos del pasado.
El capítulo cierra con un silencio lleno de significado. Cristina aún tiene muchas preguntas, pero también ha dado un paso hacia la comprensión de su historia. Y quizás, poco a poco, el dolor se transforme en aceptación, y la ausencia de José deje de ser una sombra para convertirse en una lección de vida. Porque, al final, el amor que permanece –aunque llegue tarde– es el que verdaderamente importa.