Título: “Remedios clama su inocencia mientras Begoña y Gabriel enfrentan la cruda verdad”
En este episodio cargado de tensión emocional, la escena se abre con un momento angustiante: Remedios Hoyos, una empleada de toda la vida, es escoltada fuera de la fábrica por la policía. Los trabajadores observan en silencio mientras Remedios, con la voz quebrada, insiste una y otra vez en su inocencia, negando con firmeza haber cometido delito alguno. Su rostro refleja desesperación, dolor y un profundo desconcierto.
Begoña presencia todo desde la entrada principal, paralizada por la sorpresa. No entiende lo que está viendo. Remedios, una mujer que siempre fue modelo de humildad, trabajo y dedicación, está siendo acusada de un delito grave. La incredulidad se apodera de Begoña, quien siempre la consideró una persona íntegra, leal y alejada de cualquier tipo de ambición desmedida.
Gabriel aparece en escena poco después. Su expresión es sombría, y con tono grave le explica a Begoña que Remedios ha sido arrestada bajo sospecha de haber saboteado el laboratorio de la empresa. Al parecer, la policía cree que fue ella quien filtró o robó información confidencial relacionada con una fórmula muy valiosa. Begoña queda en shock. La idea de que Remedios esté envuelta en un caso de espionaje industrial le resulta inconcebible.
Sin embargo, Gabriel plantea una hipótesis que pone a Begoña aún más nerviosa: ¿y si Remedios no actuó sola? ¿Y si fue manipulada por alguien o chantajeada? La posibilidad de que la mujer haya sido utilizada sin saberlo, o incluso presionada por amenazas, cobra fuerza. Gabriel señala que en su experiencia como abogado ha visto muchas veces cómo personas aparentemente comunes terminan involucradas en delitos por circunstancias inesperadas.
Begoña, visiblemente afectada, intenta encontrar sentido a todo esto. Se pregunta si Remedios tenía alguna necesidad económica urgente, quizás un motivo oculto. Gabriel menciona que podría haber recibido dinero de Brosart, la empresa rival que siempre ha estado interesada en destruir la reputación y el prestigio de la compañía. Quizás, sugiere, Remedios aceptó el soborno para poder abrir una pequeña tienda o un negocio junto a su hija.

La conversación se vuelve más intensa cuando Begoña, angustiada, le pregunta directamente a Gabriel si él cree que Remedios es culpable. Él no le da una respuesta definitiva. No afirma nada, pero tampoco descarta la posibilidad. Lo que sí deja claro es que, si fue arrestada, es porque debe haber alguna prueba en su contra. También le revela que la junta directiva se encuentra reunida para tratar el caso, pero que él no fue invitado, probablemente por su ya conocida tensión con don Pedro.
Begoña, todavía con la esperanza de que todo sea un error, le pregunta si Remedios ha confesado. Gabriel, con honestidad, admite que no lo sabe. Pero sí deja claro que, en caso de que Remedios sea inocente, él está dispuesto a luchar con todas sus fuerzas para defenderla y evitar que una mujer honesta pague por un crimen que no cometió.
Begoña le advierte que esa decisión podría traerle consecuencias muy graves. Don Pedro podría verlo como una traición o una intromisión en los asuntos internos de la empresa. Sin embargo, Gabriel no se inmuta. Su determinación es firme. A diferencia de otros, dice, él puede dormir tranquilo porque sabe que nunca ha actuado con malas intenciones.
Mientras la escena se cierra, Gabriel comparte una reflexión que deja a Begoña pensativa y al espectador con un nudo en el estómago: lo más difícil no es demostrar la verdad o defender una causa justa, sino aceptar que alguien en quien confiabas ciegamente, alguien cercano, pudo haberte mentido y traicionado. Begoña, sola en medio del silencio que ha dejado la detención, mira al vacío, tratando de asimilar lo que podría ser una de las mayores decepciones de su vida. ¿Es posible que Remedios, aquella mujer modesta y dedicada, haya sido capaz de semejante traición? ¿O todo es parte de una conspiración más grande en la que ella solo fue un peón?
Este episodio deja claro que la verdad, a veces, duele más que la mentira, y que la confianza, una vez rota, es casi imposible de recomponer.