Spoiler: “La propuesta que encendió la tormenta”
La tensión se apodera del ambiente cuando una conversación que debería haber sido privada entre Lorenzo y la marquesa se convierte en una verdadera batalla verbal cargada de sarcasmos, reproches y emociones desbordadas. Todo comienza con una despedida aparentemente común: “Nos vemos luego”, pero en cuestión de segundos, las palabras toman otro rumbo. La marquesa no puede contener más su enojo por lo que considera una provocación deliberada por parte de Lorenzo. Sus pullas y comentarios indirectos sobre las “pretensiones” y “alcances” de ella, no pasan desapercibidos, y ella, con toda la ironía que le permite su estatus, le devuelve cada una de sus insinuaciones con un filo hiriente.
Lorenzo, intentando mantener la compostura, asegura que no sabe de qué le habla, pero ella no se deja engañar. Le recrimina su actitud y lo acusa de utilizar ese tono burlesco para divertirse a costa suya. La marquesa está lejos de estar entretenida, su rostro lo deja claro: esta situación no le causa ninguna gracia. Entonces le lanza un dardo directo al corazón: la palabra “impertinente” en boca de Lorenzo es, para ella, una auténtica paradoja. Su única intención, dice, es que él entienda, de una vez por todas, cuál es su verdadero lugar.
Lo que en realidad ha encendido la chispa es la supuesta “oferta” de Lorenzo: casarse con Ángela, la hija de la marquesa. Él la presenta como una proposición lógica, casi honorable. Pero para ella, la mera idea es una auténtica locura, una ofensa directa al buen juicio y a la dignidad de su hija. No puede creer que Lorenzo tenga la desfachatez de presentarlo como si le estuviera haciendo un favor. El tono de la conversación sube, y ella, con una mezcla de furia e incredulidad, lo acusa de haber montado todo ese teatro frente a Alonso para forzar su mano.

Y lo peor, según la marquesa, es que Lorenzo ni siquiera tiene la excusa del amor. Ella insinúa que detrás de su absurda propuesta hay motivaciones mucho más frías: la necesidad de una esposa tras la muerte de Eugenia, y sobre todo, el deseo de tener un heredero legítimo, ahora que ha descubierto que su anterior hijo no lo es biológicamente. Pero elegir a Ángela para ese rol, asegura la marquesa, no solo es inapropiado, sino también insultante. “Has perdido la cabeza”, sentencia, negándose tajantemente a considerar siquiera la idea.
Lorenzo intenta justificar su propuesta con argumentos prácticos. Insiste en que es una buena solución para todos. Que podría beneficiar a Ángela, proporcionándole un título y estabilidad, incluso una manera de “limpiar su nombre”. Pero ahí la marquesa estalla de verdad. Le prohíbe seguir usando ese término –“limpiar su nombre”– como si su hija fuera una mancha en la familia. Ella recuerda con firmeza y orgullo que fue capaz de resolver sola el problema con el marqués de Andújar, el hombre que se atrevió a propasarse con Ángela. No necesitó la ayuda de Lorenzo ni la de nadie más para proteger a su hija.
Entonces, la marquesa lanza su sentencia final: jamás permitirá que Lorenzo se case con Ángela. Es más, afirma con claridad que ni siquiera se trata de algo que deba pensar. No necesita tiempo para reflexionar, ni desea discutirlo más. Su “no” es rotundo y definitivo. Lorenzo, sin embargo, se aferra a su idea, diciendo que le dará tiempo para reconsiderarlo. Ella vuelve a dejarlo claro: no hay nada que pensar, y le ruega que la deje en paz.
A pesar de su negativa contundente, Lorenzo no parece dispuesto a rendirse. Mientras la música envuelve la escena como un presagio inquietante, él murmura: “Ya veremos”. Esa frase, pronunciada con una mezcla de terquedad y desafío, deja en el aire una inquietud difícil de disipar.
En este capítulo, el drama alcanza su punto más álgido. Los personajes se enfrentan no solo entre ellos, sino con sus propias contradicciones internas. La marquesa defiende con uñas y dientes la integridad de su hija, mientras Lorenzo parece empecinado en hacer valer su plan, sin importarle los sentimientos de los demás. Lo que al principio parecía una conversación banal termina revelando heridas profundas, pasados sin resolver, y un futuro incierto que promete más tormentas en La Promesa.