“No estés a la defensiva, campeón, que me ha quedado clarísimo que estás con Claudia por ahora.”
Un nuevo capítulo abre una grieta emocional entre tres personajes cuya conexión con Claudia está destinada a chocar de frente. El triángulo amoroso se hace evidente en una escena cargada de ironía, provocaciones veladas y verdades reveladas, protagonizada por Chema, Raúl y Gaspar. El escenario es casi trivial: una reunión aparentemente informal entre amigos. Pero nada es lo que parece.
Todo comienza con la llegada de Chema desde París, quien regresa no solo con una maleta cargada de experiencias internacionales, sino también con un aire de superioridad que irrita. Llega a la escena con una bebida en la mano que describe como el aperitivo más “in” de la capital francesa. Ante la mirada entre divertida y sarcástica de Gaspar, Chema intenta lucirse compartiendo su sabiduría parisina, hablando como si se hubiese transformado en un filósofo europeo. Pero Gaspar, sin filtros, se burla de él. Le hace bromas, no se toma en serio ni su acento forzado ni sus palabras cargadas de afectación.
Y justo cuando parecía que la conversación se mantendría en ese tono cómico, aparece Raúl, el actual novio de Claudia, quien entra en la escena sin buscar confrontaciones, pero inevitablemente se convierte en el centro del momento. Chema, aún ignorante de lo que ha ocurrido en su ausencia, lo recibe cordialmente y le ofrece la bebida francesa, con la intención de compartir su experiencia. Pero Raúl, con una educación firme pero seca, rechaza la oferta y pide algo más sencillo: un mosto.
Entonces ocurre un giro crucial. Con ingenuidad, Chema menciona a Claudia. Dice que, si hubiera tenido más valor, le habría confesado su amor en la cima de la Torre Eiffel. Estas palabras, aparentemente inocentes, hacen que la tensión suba de inmediato. Raúl ya no puede mantener la fachada y decide cortar por lo sano. Con serenidad, pero sin rodeos, le dice a Chema lo que realmente está ocurriendo: mientras él estaba en París, Claudia y él comenzaron una relación. Esa información cae como un balde de agua fría sobre Chema, que de repente entiende por qué el ambiente entre ellos es tan extraño, por qué Raúl lo mira con tanta reserva, y por qué Claudia ha estado tan esquiva.
En ese momento, la dinámica entre ellos cambia. Ya no son solo conocidos o rivales intelectuales: ahora son competidores directos por el corazón de Claudia. Chema intenta mantener la compostura, sonríe con cinismo y le responde a Raúl que no hace falta ponerse a la defensiva, que ya le ha quedado clarísimo que Claudia está con él. Pero hay un detalle que añade veneno a sus palabras: dice que está con él “por ahora”. Esa frase —corta, ambigua, pero cargada de significado— transforma el ambiente. Ya no es un intercambio diplomático. Es una declaración de guerra.
Raúl, aunque no pierde la calma, capta perfectamente el mensaje. Chema, con esa frase, ha dejado claro que no ha renunciado a Claudia. Que, aunque ahora la relación sea con Raúl, él está dispuesto a luchar por ella. Gaspar, que hasta ese momento se había limitado a observar con cierta incomodidad, se da cuenta de que está presenciando el inicio de una rivalidad que solo puede escalar.

Chema remata la escena con una comparación que refleja su visión de la vida: para él, todo es una carrera. Y no importa quién cruce primero la línea de salida, sino quién llegue a la meta. En este caso, la meta es Claudia. Y él está decidido a alcanzarla, sin importar lo que tenga que hacer en el camino.
Este enfrentamiento deja al descubierto no solo los sentimientos de Chema, sino también su orgullo herido y su determinación. Aunque intenta aparentar que no le afecta, sus palabras lo traicionan. No acepta haber perdido, porque para él aún no hay nada perdido. Cree que puede recuperarla, que tiene algo que ofrecerle que Raúl no tiene. Mientras tanto, Raúl no se deja provocar, pero en su silencio hay una advertencia: sabe que Chema es un rival serio y que esta lucha apenas empieza.
La conversación concluye con una calma tensa. Ninguno de los dos dice todo lo que piensa, pero ambos entienden que la próxima vez que se vean, la cordialidad será aún más forzada. En el fondo, se han declarado enemigos, aunque no lo digan con palabras. Claudia, sin estar presente, se convierte en el eje de un conflicto emocional que amenaza con romper amistades, lealtades y quizá, incluso, la paz del grupo.
Este momento marca un antes y un después en la historia. A partir de ahora, todo lo que ocurra estará teñido por esta rivalidad latente. Chema ha dejado claro que no se rendirá sin luchar, mientras que Raúl, aunque más reservado, ha demostrado que está dispuesto a defender lo que considera suyo. Y en medio de ambos, Claudia tendrá que tomar decisiones que no solo definirán su futuro amoroso, sino también las relaciones que la rodean.
Una escena que, aunque breve, está cargada de intensidad emocional, miradas afiladas, silencios elocuentes y frases que, dichas con una sonrisa, esconden más veneno que un grito. Así empieza la batalla por Claudia.