Marta and Fina: Dreams of Freedom (Chapter 368): Gaspar doesn’t hold a grudge, but he hates me.

¿Algo más? No. Bueno, voy a sentarme un ratico a hablar con mi sobrina.

En esta escena profundamente emotiva, se retrata con sensibilidad el dolor de una mujer arrepentida y el muro helado que se levanta entre dos personas que alguna vez compartieron algo especial. Manuela, herida y con el corazón roto, intenta acercarse a Gaspar con un gesto que, aunque pequeño, significa mucho para ella: devolverle un libro. No es solo un objeto, es un pretexto, una excusa para recuperar el diálogo, aunque sea mínimamente. Pero Gaspar, endurecido por la decepción, apenas le dedica una mirada y le responde con indiferencia: “Haz lo que quieras.”

Con ese tono cortante y gélido, Gaspar deja en claro que no está dispuesto a abrir ninguna puerta. La conversación es breve, incómoda, y concluye con una despedida seca. Manuela, lejos de encontrar una rendija por donde colarse para reparar el daño, se encuentra con una pared. La frialdad de Gaspar no solo la desarma, sino que la deja completamente vulnerable.

Abatida, Manuela se gira y busca consuelo en el único lugar donde puede hallar comprensión: su sobrina Claudia. Se sienta a su lado con el alma desgarrada, tratando de mantener la compostura, pero no puede evitar romperse en pequeños gestos y palabras. La conversación entre tía y sobrina se convierte en un refugio para el corazón roto de Manuela, y en un espacio donde puede desahogarse sin temor a ser juzgada.

Con voz apagada y los ojos llenos de tristeza, Manuela le confiesa a Claudia cuánto le ha dolido el rechazo de Gaspar. No solo le duele el silencio, sino la frialdad, el desprecio con el que fue tratada. “No me esperaba que me fuera a despachar así, con esa frialdad,” le dice, incapaz de comprender cómo alguien que la conocía tan bien puede ahora tratarla como una extraña. Hay culpa en sus palabras. Sabe que lo que ocurrió en la cantina fue un error, una equivocación que ella misma no se perdona. Ir allí significó romper un límite, y ahora ese acto la persigue como una sombra constante.

Claudia, con una madurez que contrasta con su juventud, escucha a su tía con empatía. Trata de explicarle que Gaspar no actúa desde el odio, sino desde el dolor. “Está dolido, tía. Muy dolido. Necesita tiempo,” le dice con ternura. Pero Manuela no puede evitar caer en la desesperanza. En su interior, la idea de que Gaspar la vuelva a mirar con amor le parece una utopía. “No me va a perdonar en la vida,” repite con amargura, como si intentara prepararse para un destino inevitable.

La conversación, aunque suave, está cargada de sentimientos. Claudia intenta mantener la esperanza viva, recordándole a Manuela que Gaspar no es una persona rencorosa. Le dice que lo conoce bien, que él necesita espacio para sanar, y que después de unos días, todo podría volver a su lugar. “Gaspar es noble. Cuando se le pase el dolor, volverá a ser el mismo,” le asegura. Pero esas palabras, aunque bien intencionadas, no logran borrar el miedo que Manuela tiene de que ese día no llegue nunca.

Marta and Fina: Dreams of Freedom (Chapter 368): Oh my goodness, Chema, but  you didn't have to! - YouTube

Manuela está atrapada en la culpa. Se lamenta no solo por lo que hizo, sino por la posibilidad de haber perdido algo irrecuperable. “No sé qué hacer, Claudia. No sé cómo hacer para que él esté mejor,” dice con voz quebrada, reconociendo su impotencia. Claudia no tiene una respuesta mágica. Solo puede estar a su lado, escucharla, y repetirle que todo irá bien, aunque en el fondo también tema lo contrario.

El silencio se hace presente entre las dos. Un silencio pesado, lleno de incertidumbre, de preguntas sin respuesta. Manuela ha abierto su corazón y ha mostrado sus heridas. Claudia, aún sin soluciones, le ofrece algo más valioso: su presencia, su comprensión.

La escena termina sin grandes promesas ni soluciones milagrosas. Pero deja claro que el dolor, cuando se comparte, pesa un poco menos. Manuela todavía ama a Gaspar, y eso es evidente. Pero el daño está hecho, y ahora solo queda esperar. Esperar a que el tiempo haga su parte, a que las emociones se enfríen, a que el amor, si aún vive, logre abrirse paso entre los escombros del orgullo herido.

Este momento marca un punto de inflexión en la historia. Porque aunque no hay reconciliación, hay verdad. Y esa verdad, por dolorosa que sea, es el primer paso hacia cualquier posible redención. Manuela ha reconocido su error. Gaspar ha mostrado su herida. Y Claudia, como puente entre ambos, intenta sostener la esperanza en medio del dolor.

Una escena íntima, humana, y profundamente real, que retrata con delicadeza la fragilidad del corazón y la dificultad de reparar lo que ha sido roto.

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