🎭 Spoiler: “La Promesa – El paquete de Cruz: La caja que huele a desgracia”
Un aire denso, casi irrespirable, empieza a envolver los pasillos de La Promesa. No se trata sólo del clima o de la tensión habitual entre los criados y los señores, sino de una sensación opresiva que se va extendiendo poco a poco, como si el propio palacio anticipara una catástrofe inminente. En medio de un día que ya de por sí arranca con incomodidad y presagios oscuros, un acontecimiento inesperado termina por quebrar los nervios de todos: llega un misterioso paquete con el sello inconfundible de Cruz Ezquerdo. Lo que hay dentro… está destinado a desatar el caos.
El día comienza con ansiedad: algo no está bien
Desde muy temprano, varios miembros del servicio comentan que sienten una presión rara en el pecho, como si el aire estuviera contaminado o una fuerza invisible los aplastara sin descanso. No hay tos, ni fiebre, ni signos de enfermedad física: es el alma lo que se siente atrapada. Los rostros reflejan una preocupación compartida. Jana, Rómulo y María Fernández lo comentan entre susurros, sabiendo que algo se cuece bajo la superficie, algo que aún no pueden identificar, pero que se avecina con paso firme.
La llegada inesperada: el paquete maldito
Cuando el reloj aún no marca el mediodía, un automóvil se detiene frente a las puertas del palacio. Varios mozos, vestidos con uniforme formal, bajan una gran caja. La entregan sin más palabras que una nota: “A disposición de los señores. Pedido realizado por doña Cruz Ezquerdo.” En ese momento, la tensión estalla en miradas cruzadas. Nadie se atreve a decirlo, pero todos lo piensan: nada bueno puede venir de una orden firmada por Cruz.
Inquietud en la sala: ¿qué trama Cruz esta vez?
Los señores se reúnen en el salón principal. Alonso, con el ceño fruncido, revisa la nota. Le sigue Margarita, que parece aún más incómoda que de costumbre. Petra entra con la caja en brazos, temblando. Simón y Pía se ubican discretamente en una esquina, dispuestos a intervenir si algo sale mal. Es Leocadia quien lo dice en voz alta: “¿Con qué nos saldrá Cruz ahora?” Una pregunta cargada de años de rencores, maniobras sucias y secretos sepultados. La tensión se corta como un cuchillo.
La caja se abre: el silencio pesa más que nunca
Con manos vacilantes, Alonso rompe el sello de la caja. No hay explosión, ni carta, ni trampa física. Sólo… un objeto. Cubierto con una manta de terciopelo. Rómulo se acerca lentamente y lo destapa. Un silencio absoluto inunda la sala. Todos observan el contenido, perplejos, aterrados, confundidos. No se dice nada durante varios segundos. Sólo después, alguien balbucea: “Es un retrato…”
El retrato de la discordia: ¿mensaje, advertencia o amenaza?
Lo que la caja contenía es un cuadro de grandes dimensiones: un retrato meticulosamente pintado. Lo más perturbador es la figura retratada: una mujer… cuya identidad no queda del todo clara. Para algunos, parece ser Cruz en sus años de juventud. Para otros, una antepasada de los Ezquerdo que desapareció misteriosamente. La pintura transmite algo inquietante: los ojos parecen seguirte, la sonrisa es tan sutil como irónica, y el fondo del retrato oculta símbolos y detalles que despiertan escalofríos.
Interpretaciones y sospechas: nadie duerme tranquilo
Cada personaje reacciona de forma distinta. Margarita murmura que la figura del cuadro se parece a alguien que ya ha estado en ese palacio. Alonso guarda silencio, como si reconociera una verdad que preferiría ignorar. Rómulo se marcha para verificar si el envío realmente salió del taller de arte de Madrid o si fue confeccionado por alguien más cercano y con intenciones ocultas.
Leocadia, en cambio, se muestra alarmantemente serena. Cree que se trata de un mensaje codificado. Que Cruz no sólo está enviando una pintura, sino un recordatorio de algo oculto, un pecado del pasado que está a punto de resurgir. Se especula incluso si el retrato pertenece a alguna mujer fallecida en extrañas circunstancias cuya muerte quedó impune.
Los criados reaccionan: el miedo se instala en la cocina
Mientras tanto, en la cocina, el paquete se convierte en el tema de conversación inevitable. María Fernández, que vio brevemente el cuadro antes de ser trasladado a la biblioteca, afirma que la figura femenina del retrato “no tiene alma”. Simón cree que es superstición, pero reconoce que el ambiente está irrespirable desde que llegó la caja. Candela se santigua cada vez que pasa cerca del salón. Lo que es claro es que la llegada del retrato ha contaminado el aire, como si una fuerza maligna hubiese entrado al palacio sin permiso.
Un paso más de Cruz: ¿movimiento estratégico o puro terror psicológico?
Nadie sabe si Cruz está jugando con los nervios de todos o si, en su mente calculadora, ha activado un plan perfectamente orquestado para debilitar a sus enemigos uno por uno. Algunos creen que se trata de una obra de arte simbólica: la representación de lo que Cruz considera su legado, su derecho, su venganza. Otros temen que el retrato sea sólo el primero de una serie de piezas macabras destinadas a desenterrar los secretos más oscuros de La Promesa.
Próximos días: paranoia, sospechas y nuevas alianzas
Tras la llegada del paquete, los días siguientes estarán marcados por la desconfianza. Nadie sabe quién está del lado de Cruz y quién no. Margarita empieza a sospechar incluso de Petra. Rómulo instala el cuadro en una sala cerrada, pero cada vez que alguien se acerca, afirma sentir escalofríos o escuchar susurros. La atmósfera en el palacio se ha vuelto asfixiante.
Alonso piensa seriamente en tomar acciones legales, pero Leocadia le advierte que eso sólo provocaría una respuesta aún más agresiva. El padre Camilo será convocado para “bendecir” la sala donde reposa el cuadro. Nadie duerme tranquilo. El mal parece haber tomado forma… y su rostro es el de una mujer pintada con tinta eterna.