Tenía muchas ganas de verte. Yo también. Qué guapa estás. ❤️😍

En este episodio, Sueños de Libertad nos regala una escena íntima, cargada de ternura y complicidad, entre Marta y Fina, que deja claro hasta qué punto su relación se ha convertido en un espacio de confianza y afecto mutuo.

La escena comienza en la tienda, donde Fina se encuentra trabajando. Marta entra con paso decidido, pero con una sonrisa que delata emoción. Apenas cruza la puerta, sus ojos buscan a Fina, y con un tono cálido, casi susurrado, le confiesa: “Tenía muchas ganas de verte”. Fina, con una expresión que mezcla sorpresa y alegría, responde enseguida: “Yo también… y qué guapa estás”. Ese breve intercambio de palabras, tan sencillo como sincero, marca desde el inicio el tono de todo el momento: una cercanía que va más allá de lo cotidiano.

Marta, sin perder tiempo, se aproxima a ella y le cuenta que ha pasado toda la noche pensando en la sesión de fotos que compartieron el día anterior. Sus palabras no son casuales: revelan que aquel momento tuvo un impacto especial, que dejó huella en sus pensamientos y, probablemente, en sus emociones. Con un gesto de complicidad, Marta añade que trae algo para ella.

Para que el gesto no se vea interrumpido por miradas ajenas, Marta sugiere que se muevan a un lugar más reservado dentro de la tienda. Una vez allí, saca una pequeña caja y se la entrega a Fina. El contenido es una porción de pastel de melocotón, el favorito de Fina, elegido con la intención de que lo disfrute en su descanso. Fina, encantada, sonríe y toma una cuchara para probarlo, pero Marta, con una sonrisa suave y un toque de autoridad, le dice que lo guarde para más tarde, recordándole que está trabajando. Fina se ríe y, en tono juguetón, responde: “La jefa siempre es la jefa”, antes de guardar el pastel con cuidado.

Tras ese instante dulce, la conversación cambia de rumbo y se centra en temas más serios. Marta pregunta cómo avanza el proyecto del calendario benéfico. Fina le cuenta que ya ha elegido las fotos y que ahora solo falta que Claudia imprima algunas copias. Se nota que está satisfecha con el progreso, y que este trabajo tiene un significado importante para ella, no solo como proyecto solidario, sino como parte de su desarrollo personal y profesional.

La charla da un giro cuando Fina pregunta si Marta ha hablado con Pelayo últimamente. Marta dice que no, intrigada por la pregunta. Es entonces cuando Fina explica que Pelayo se puso en contacto con ella para proponerle un trabajo: quiere que haga unas fotos para una revista. La noticia sorprende a Marta, sobre todo porque el día anterior había hablado con él y no le mencionó nada.

Fina detalla que la propuesta viene motivada por las fotos que hizo en el campamento de verano. Pelayo quedó impresionado con su estilo natural, capaz de capturar momentos auténticos, y busca que ese mismo toque se plasme en el trabajo para la revista. Marta coincide en que esas fotos fueron hermosas y sugiere que quizá Pelayo quería que la propuesta llegara de forma directa como una sorpresa.

Cuando Marta le pregunta si aceptó, Fina confiesa que aún no ha dado una respuesta, porque quería consultarlo con ella primero. Este gesto deja claro lo importante que es para Fina contar con la opinión de Marta antes de tomar una decisión significativa.

Marta reflexiona y comenta que ha notado a Pelayo más amable últimamente. Incluso recuerda que ayudó a convencer a Luis en una decisión empresarial, algo que interpreta como una señal de que está dejando atrás su enfado por el tema de no querer tener hijos. Para ella, este encargo podría ser una oportunidad de reconstruir la confianza y mejorar la relación.

Fina escucha atentamente, y la idea empieza a tomar forma en su mente. Lo que al principio parecía un simple trabajo se presenta ahora como una posibilidad de cerrar heridas y quizá abrir nuevas puertas. Marta, convencida, la anima a aceptarlo sin dudarlo.

Entre risas y miradas de complicidad, la tensión de la conversación se disipa. Fina se siente esperanzada de que algo positivo pueda surgir de este encargo. Marta, con su habitual mezcla de dulzura y firmeza, se despide recordándole que vuelva al trabajo. Fina, con una sonrisa amplia, la sigue y repite la frase que ya se ha convertido en un guiño compartido: “La jefa siempre es la jefa”.

Esta escena, aunque no esté marcada por grandes giros dramáticos, está llena de pequeños gestos que hablan por sí solos: la elección del pastel, el cuidado de proteger un momento privado de las miradas ajenas, el valor que Fina da a la opinión de Marta, y la forma en que Marta se involucra no solo en su vida personal, sino también en sus decisiones profesionales.

Más allá de las palabras, hay un trasfondo emocional que no pasa desapercibido. Se respira respeto mutuo, apoyo sincero y una sutil tensión romántica que se deja sentir en la manera en que se miran, en cómo se piensan la una a la otra y en el cuidado que muestran en cada detalle. Esta conexión, tan evidente y al mismo tiempo tan contenida, se construye en pequeños momentos como este, que aunque puedan parecer rutinarios, en realidad son la base de una relación profunda y significativa.

En definitiva, el capítulo nos muestra que para Marta y Fina, cualquier encuentro, por breve que sea, puede convertirse en una oportunidad para reforzar su vínculo. Y aunque ambas mantengan ciertas distancias, como guardando algo para más adelante —al igual que el pastel de melocotón—, es innegable que hay un sentimiento que crece de manera silenciosa pero constante.