Antes de comenzar el fin de semana, aquí estamos para contarte lo que veremos el lunes en La Promesa
El lunes en La Promesa, la calma de la finca volverá a verse alterada por una serie de giros que tocarán de lleno a varios de sus protagonistas. La llegada de un viejo conocido, tensiones acumuladas y decisiones que hieren más que curan darán forma a una jornada que pocos olvidarán.
Para María Fernández, la desgracia llega envuelta en sotana. Samuel, el hombre que alguna vez encendió en ella la esperanza de un futuro compartido, regresa a La Promesa con una determinación que aplasta cualquier ilusión: no ha renunciado a su puesto como sacerdote. Su vocación, lejos de haberse debilitado, se muestra ahora más firme que nunca. En un encuentro cargado de emociones, Samuel se lo explica a la doncella con serenidad y firmeza, pero sus palabras son como un golpe helado. María siente cómo su mundo se desmorona; no intenta disimularlo. La esperanza de reanudar su relación muere en ese instante, y en su interior, empieza a aceptar que ese amor queda definitivamente enterrado.
Petra, siempre dispuesta a mover hilos en silencio, le ofrece a Samuel hospedarse nuevamente en el palacio. El sacerdote acepta, pero su retorno no tarda en generar roces. El primero en mostrarse incómodo es Cristóbal, que no ve con buenos ojos que un religioso se aloje en las habitaciones destinadas al servicio, mezclándose con sus compañeros. Lo que podría parecer una cuestión menor se convierte en un debate sobre jerarquías y espacios que amenaza con escalar.
Mientras tanto, la figura del coronel Fuentes sigue proyectando una sombra inquietante sobre la finca. Su presencia es imponente y provoca reacciones dispares. Leocadia, siempre observadora, empieza a sospechar que Lorenzo le oculta algo. Nota en él una actitud complaciente hacia el militar, algo que no encaja con su carácter habitual. Cuando lo enfrenta, Lorenzo insiste en que su deferencia se debe únicamente al rango del coronel. Pero la explicación no termina de convencerla.
En paralelo, Curro se sincera con Pía y le revela una verdad que la deja helada: fue él quien contactó a Fuentes. Su objetivo es claro y arriesgado: destapar de una vez por todas el crimen de Lorenzo. Pía, incrédula, se lleva las manos a la cabeza. El plan, tal como lo ve ella, podría tener un daño colateral terrible: poner en peligro a Ángela. La joven es la única con acceso a la documentación del capitán, y Pía teme que su cercanía la convierta en blanco de represalias. Curro, sin embargo, la tranquiliza asegurándole que todo está calculado y que ha tomado medidas para que Ángela no corra ningún riesgo. Aun así, la tensión no se disipa.
Catalina también tiene su propio enfrentamiento con Fuentes. Durante una conversación que empieza siendo cortés, el coronel deja caer un comentario que desata la chispa: sugiere que debería educar a su hijo para servir en el ejército. Catalina, que valora la libertad y el derecho a elegir por encima de cualquier tradición militar, recibe la insinuación como una ofensa. La cortesía inicial se convierte en un intercambio tenso, y queda claro que la relación entre ambos será, como mínimo, conflictiva.
Por otro lado, el triángulo formado por Manuel, Toño y Enora se complica aún más. Toño empieza a convencerse de que Manuel no lo considera digno de su compañera, y esta sospecha desemboca en un enfrentamiento directo entre ambos. La fricción no solo afecta al plano personal; también repercute en los asuntos de la empresa. El rechazo de Manuel a vender su parte a Leocadia ha encendido un fuego que amenaza con consumir alianzas y proyectos.
Alonso, consciente del peligro, intenta poner freno a la obstinación de su hijo. Con un tono duro y sin espacio para evasivas, le exige que recapacite. Manuel, sin embargo, no entiende por qué su padre defiende con tanto ahínco a Leocadia. La conversación entre ellos es un duelo verbal en el que Manuel no se guarda nada: le deja claro que, en su opinión, la mujer no actúa con generosidad ni compasión, sino que utiliza a todos para sus propios fines. El desencuentro padre-hijo añade una nueva capa de tensión a un panorama ya saturado de conflictos.
En las cocinas y pasillos de servicio, la atmósfera tampoco es ligera. Teresa y Lope se esfuerzan por levantar el ánimo de Vera, pero la joven no consigue librarse de la tristeza. Sus pensamientos vuelven una y otra vez a su familia, y en especial a su hermano. El vacío que siente es profundo, y aunque sus compañeros intentan arrancarle una sonrisa, el peso de la nostalgia y la preocupación es más fuerte. El plan de Teresa y Lope para distraerla no surte el efecto deseado, y Vera termina más ensimismada que antes.
La jornada avanza con la sensación de que todos los hilos están tensos y a punto de romperse. Samuel, reinstalado en el palacio, representa para María una herida abierta que no se cerrará fácilmente. Cristóbal observa su presencia con desconfianza, y Petra parece estar en su propio juego, siempre calculando los próximos pasos. El coronel Fuentes, con su porte imponente, siembra incomodidad y resentimiento a partes iguales. Leocadia busca respuestas que Lorenzo no está dispuesto a darle, y Curro juega una partida peligrosa en la que el más mínimo error podría costarle caro a Ángela.
Catalina, decidida a defender sus principios, se enfrenta sin miedo a un militar que no está acostumbrado a recibir negativas. Manuel, atrapado entre su orgullo y los consejos de su padre, se distancia cada vez más de Alonso. Toño, herido en su orgullo, se enreda en discusiones que pueden poner en riesgo más que una amistad. Y en medio de todo, Vera lucha contra un dolor íntimo que nadie parece capaz de aliviar.
Lo que se avecina para el lunes en La Promesa no es solo una serie de incidentes aislados, sino el preludio de choques mayores. Los resentimientos se están acumulando, las alianzas se redefinen, y el más leve movimiento podría desencadenar consecuencias en cadena. Quien crea que el inicio de la semana traerá calma, se equivoca: lo que está por llegar promete sacudir tanto el corazón de los personajes como los cimientos de la finca.