Spoiler – LORENZO ENTRE REJAS: ¡LA VENGANZA DE CURRO ESTALLA ANTE TODOS! – AVANCES DE LA PROMESA

En los próximos capítulos de La Promesa, un hecho inquietante alterará por completo la tranquilidad del palacio. Un elemento inesperado entrará en escena con sigilo, pero sus repercusiones serán tan profundas que nada volverá a ser como antes.

Todo comienza con la llegada de un misterioso paquete a la residencia. Nadie sabe quién lo envía ni qué contiene. El mayordomo, con las manos temblorosas y la mirada llena de duda, lo abre frente a varios sirvientes curiosos. Dentro hay un majestuoso —y a la vez perturbador— retrato de la marquesa Cruz, enviado directamente desde la cárcel. No viene acompañado de carta ni de explicación alguna: solo la imagen de la marquesa, como si su presencia quisiera imponerse de nuevo entre las paredes del lugar.

La pintura es colgada en el punto más visible del gran salón, justo donde antes estaba el retrato familiar que Cruz mandó retirar años atrás. Pero no se trata de una mera decoración: es un golpe simbólico, una declaración silenciosa de guerra. La figura pintada parece seguir con la mirada a todo aquel que pasa, y los murmullos empiezan a crecer. Algunos sirvientes aseguran que sus ojos se mueven; otros, que han oído un leve susurro. La atmósfera se vuelve densa, casi irrespirable.

El más afectado es Manuel. Para él, ese retrato reabre heridas profundas: la agresión a Jana, las noches de angustia, las preguntas sin respuesta, la rabia acumulada. Lo que más le atormenta es comprobar que, incluso encerrada, su madre sigue teniendo poder sobre su vida. Una noche, incapaz de contener la furia y el dolor, irrumpe en el salón y destroza el cuadro.

Ese acto impulsivo, que parece solo un arranque de rabia, revela algo insospechado: tras la tela, escondida entre el lienzo y la madera, hay un objeto secreto… un mensaje que lleva demasiado tiempo oculto. El hallazgo desatará una cadena de revelaciones que derribará viejas certezas y pondrá en entredicho a personas hasta ahora consideradas inocentes. Un nombre inesperado saldrá a la luz, y alguien que parecía inofensivo podría resultar aún más peligroso que la propia Cruz.

Mientras tanto, el personal del palacio no puede apartar la vista del retrato. Las criadas intercambian miradas inquietas; incluso el joven jardinero afirma en broma —o tal vez no— que la pintura le guiñó un ojo. Pero la broma se disipa cuando hasta los más escépticos empiezan a notar algo extraño. Pia, al pasar frente al cuadro, murmura que no es un simple gesto de vanidad, sino un mensaje: Cruz quiere recordarles que sigue presente.

Lorenzo y Leocadia también lo perciben. Frente al lienzo, Lorenzo se acerca como si buscara un secreto oculto. Leocadia advierte que es una provocación, un recordatorio del poder que Cruz nunca ha perdido. Si el retrato encierra un mensaje, podría ser el preludio de un nuevo movimiento estratégico de la marquesa. Incluso tras las rejas, parece recuperar terreno.

Manuel intenta evitar la mirada de su madre pintada, pero un reflejo en un espejo lo traiciona: los ojos parecen seguirlo desde allí también. La presión se hace insoportable. Acude a Pia y le confiesa que siente que Cruz sigue controlándolo. Pia le responde que quizá no sea solo una provocación, sino una prueba de que la marquesa no se siente derrotada.

Decidido a poner fin a la situación, Manuel ordena al mayordomo retirar el retrato, pero Cristóbal se niega: la obra llegó con autorización de la duquesa y solo Alonso puede decidir retirarla. Esto hunde más a Manuel en la impotencia. Finalmente, se enfrenta a su padre y le suplica que lo quite, argumentando que es una burla y un recordatorio de lo sucedido a Jana. Alonso, pensativo, responde que Cruz siempre ha tenido métodos crueles, pero que aquel cuadro también es parte de lo que ella fue como marquesa de la casa. No lo retirará… al menos por ahora.

La respuesta golpea a Manuel como una traición. Él lo interpreta como una defensa de su madre y abandona la estancia furioso. Esa misma noche, Leocadia y Lorenzo se reúnen en secreto. Leocadia afirma que no pueden permitir que Cruz recupere el control del palacio. Lorenzo propone destruir el retrato, pero ella, más calculadora, sugiere otra vía: confrontarla en prisión para saber sus verdaderas intenciones. Él se niega rotundamente, aunque Leocadia insiste, segura de que, si Cruz vuelve, arruinará todo por lo que ha trabajado.

Incapaz de dormir, Manuel deambula por los pasillos oscuros hasta llegar al salón. Allí, frente al cuadro, decide que todo ha terminado. Lo arranca de la pared, lo tira al suelo y, con un cuchillo, corta la tela con furia. Entre los restos, encuentra una carta sellada con cera roja y escrita con la elegante caligrafía de su madre.

Al leerla, el temblor se apodera de sus manos. En la carta, Cruz confiesa que durante años fue víctima de un chantaje por parte de Leocadia, quien amenazaba con revelar un terrible secreto de su pasado. En un momento desesperado, Cruz llegó a pedir a Rómulo que eliminara a Leocadia, pero él se negó y, en cambio, la protegió. Con el tiempo, Leocadia regresó fingiendo amistad, pero exigiendo dinero, poder y posición, manipulando todo para lograrlo.

Lo más devastador para Manuel es descubrir que Leocadia, con la ayuda de Lorenzo, saboteó el tratamiento de Jana. Incluso las sustancias ocultas en las joyas usadas en el intento de asesinato formaban parte de un plan minucioso para destruir a la marquesa y arruinar su vida.

La carta concluye con un ruego: “Perdóname, hijo mío. No quería que sufrieras así, pero ahora la verdad debe salir a la luz. Lleva esta carta al capitán Burdina. Él sabrá qué hacer”.

A partir de este momento, el rumbo de La Promesa dará un giro irreversible. Secretos enterrados saldrán a flote, alianzas se tambalearán y la verdadera dimensión del poder de Cruz quedará expuesta. Y aunque muchos crean que la amenaza quedó encerrada tras los muros de la prisión, el mensaje es claro: su influencia sigue viva… y nadie está a salvo.