⚠️ SPOILER – Avance exclusivo de Sueños de Libertad

En este próximo capítulo, las tensiones alcanzan un punto de no retorno. Irene ha decidido cortar todo lazo con su hermano, ignorando cualquier súplica o promesa que él pueda ofrecerle. Mientras, en otro rincón de la ciudad, la vida de Fina y Marta se verá amenazada por un peligro inesperado que pondrá todo en riesgo.

La historia arranca en el laboratorio, donde Irene conversa con Cristina. La tranquilidad se rompe cuando don Pedro irrumpe, visiblemente agitado:
—Irene, por favor… necesito hablar contigo urgentemente —dice con tono suplicante.

Cristina, indignada, se interpone entre ellos:
—Pedro, váyase. No quiero escuchar nada de usted. Por el amor de Dios, deje a mi madre en paz, ya le ha causado suficiente daño.

Don Pedro, desesperado, insiste:
—Al menos déjame explicarme…

Irene, con firmeza, accede:
—Está bien, hablaré contigo por última vez. Cristina, necesito estar sola con él.

Cristina duda, pero finalmente se retira.

Mientras tanto, Fina se dirige a la casa de los Montes, donde había acordado verse con Marta. Al llegar, percibe algo extraño: la puerta principal está entreabierta. Su instinto le grita que algo no está bien.

—¿Hola? ¿Hay alguien? —pregunta, entrando con cautela.

Una puerta lateral se abre bruscamente y aparece Santiago, el hombre que años atrás fue arrestado por culpa de Pelayo y que en el pasado atacó brutalmente a Fina. Ella retrocede, pero él se acerca con rapidez, acorralándola con una navaja en la mano.

—¿A dónde crees que vas? —pregunta con una sonrisa inquietante.

Fina intenta razonar:
—No deberías estar aquí, Santiago. Esto te traerá problemas.

Pero él, lleno de rencor, replica que cuidó de su abuela hasta su muerte, y que la soledad en la que falleció fue culpa de ellos, por haberlo metido en prisión. La acusa de ser parte de la conspiración junto a Pelayo, y amenaza con vengarse de todos, aunque ello signifique regresar a la cárcel.

El miedo recorre a Fina cuando él insinúa que retomará lo que dejó pendiente la última vez que se encontraron en una celda. Entre lágrimas, ella le suplica que no lo haga, advirtiendo que Marta está a punto de llegar. Santiago, sin inmutarse, amenaza con matar a ambas.

De vuelta al laboratorio, Irene enfrenta a don Pedro con frialdad:
—Ya no te creo, Pedro. No más.

Él implora:
—Por favor, no me abandones ahora que más te necesito.

Ella lo acusa de hacerse la víctima, pero Pedro admite entre lágrimas que ha cometido errores, aunque asegura que jamás contra ella. Irene lo mira fijamente y pregunta:
—¿Dónde está José? ¿Otra vez lo has hecho desaparecer?

Pedro recuerda aquel día en que ofreció a José un sobre lleno de dinero para que desapareciera. José se negó, pero Pedro lo amenazó con contactos peligrosos capaces de hacerlo desaparecer. Finalmente, José aceptó con la condición de recibir el doble de dinero.

La visión se desvanece y Pedro, con voz quebrada, insiste en que no sabe dónde está José y ruega a Irene que regrese a casa. Ella, con lágrimas en los ojos, se marcha sin mirar atrás, dejándolo destrozado.

En la casa de los Montes, Fina está atada a una silla, con la boca cubierta. Santiago camina alrededor como un depredador, burlándose de su indefensión. La tensión se eleva cuando Marta entra, deteniéndose en seco al ver la escena. Santiago le ordena cerrar la puerta y sentarse, amenazando con matar a Fina si intenta huir.

Marta, temblando, obedece y le suplica que se calme, pero él está consumido por la rabia.

La situación es crítica:

• ¿Descubrirá Irene la verdad sobre la desaparición de José?
• ¿Logrará Marta salvar a Fina antes de que sea demasiado tarde?
• ¿Hasta dónde llegará Santiago en su sed de venganza?
• ¿Podrá don Pedro recuperar la confianza de su hermana?

El próximo episodio promete respuestas… y más preguntas.