LA PROMESA..¡LAS PALABRAS PROHIBIDAS QUE HAN ENREDADO A LORENZO!

⚠️ SPOILER ⚠️

Prepárense, amantes del misterio y de los giros inesperados que sacuden toda certeza…

Lo que viene a continuación no es una historia común, sino una herida abierta en el corazón de La Promesa. Aquí se revelan secretos que jamás imaginaron, pactos imposibles y traiciones que cambian el destino de todos los involucrados. Una fuga que comienza como un rayo de esperanza y termina convertida en un abismo de desconfianza.

Dentro de los muros fríos y asfixiantes de la prisión, algo que parecía inconcebible ocurrió: un diálogo entre enemigos jurados. Lorenzo, con la dignidad rota pero con el ingenio aún vivo, se acercó a Cruz, su rival más implacable. Con voz contenida, casi quebrada, le propuso lo impensable: dejar atrás esa guerra personal y unir fuerzas para escapar. Su razonamiento era sencillo pero brutal: continuar enfrentados significaba pudrirse en aquel lugar hasta el fin de sus días. Sin embargo, si lograban aliarse, la libertad estaba a solo un plan de distancia.

Cruz, incrédula, lo observó como si estuviera presenciando un espectáculo grotesco. ¿Lorenzo, pidiendo ayuda? La ironía era deliciosa. Con los brazos cruzados y una sonrisa burlona, le devolvió el golpe con sarcasmo. Pero Lorenzo, lejos de amedrentarse, respondió con una seriedad inhabitual: había estudiado los pasos de los guardias, conocía las rutinas, sabía dónde hallar una llave que les daría acceso al patio exterior, y además tenía contactos fuera listos para ayudarles. Lo único que necesitaba era a alguien capaz de generar el caos necesario para distraer a la vigilancia. Y si alguien dominaba ese arte, esa era Cruz.

La perturbadora propuesta de Lorenzo sobre Ángela

El silencio entre ellos se alargó hasta volverse insoportable. Finalmente, Cruz aceptó… pero con condiciones: la fuga debía realizarse la noche siguiente, durante el cambio de turno, el único momento de verdadera vulnerabilidad en la prisión.

El acuerdo sellado dio a Lorenzo una chispa de esperanza. Al día siguiente, ambos urdieron en secreto cada detalle. El plan era simple en apariencia, pero requería precisión quirúrgica. Cruz provocaría un altercado durante la cena, arrastrando consigo a las reclusas más peligrosas para armar un escándalo monumental. Ese caos obligaría a los guardias a intervenir en masa, dejando desprotegido un pasillo clave. Lorenzo, aprovechando esa brecha, debía apoderarse de la llave maestra que un carcelero corrupto ocultaba en un armario. Con ella en la mano, se reunirían en el patio, junto al muro más bajo, donde supuestamente una cuerda los esperaría.

La noche llegó con un aire de fatal presagio. La tensión se respiraba en cada rincón. Cruz, fiel a su papel, desencadenó la tempestad con un comentario venenoso en el comedor. El resultado fue inmediato: una pelea brutal, gritos, platos volando, y varios guardias abandonando sus puestos para contener la situación. Lorenzo, con una rapidez que sorprendió incluso a sí mismo, se deslizó por el pasillo desierto, forzó el armario y consiguió la llave. El corazón le retumbaba en el pecho mientras corría hacia el patio.

Cuando llegó, sintió que respiraba aire puro por primera vez. Allí estaba Cruz, inmóvil frente al muro, observando la oscuridad como si ya fuera libre. Con voz entrecortada, Lorenzo anunció su triunfo: lo habían logrado, la fuga era posible. Pero algo no encajaba. La cuerda que debía haber dejado su contacto no estaba. Entonces Cruz se giró. Su mirada no tenía ni rastro de complicidad; solo frialdad y desprecio. Y en ese instante, la traición se reveló.

Con movimientos calculados, Cruz se aferró a una cuerda que ella misma había conseguido en secreto, sin necesidad de Lorenzo. Había planeado todo para utilizarlo y luego dejarlo atrás. Escaló con agilidad, ignorando los gritos desesperados de él, que intentaba alcanzarla. En cuestión de segundos, desapareció en la negrura de la noche, dejándolo humillado y derrotado.

La alarma se desató de inmediato. Sirenas, guardias corriendo con linternas, gritos. En el centro del patio, encontraron a Lorenzo con la llave aún en la mano: prueba suficiente para acusarlo de cómplice. Sus protestas fueron inútiles. Nadie quiso escuchar su versión. Arrastrado a aislamiento, sufrió el castigo reservado a los que intentaban fugarse: primero la oscuridad de un espacio diminuto y sofocante, luego la brutalidad física de los guardias, que lo golpearon sin piedad. Cada golpe no solo destrozaba su cuerpo, también alimentaba un odio creciente.

Mientras tanto, Cruz corría bajo la luna, libre al fin, con la satisfacción cruel de haber ganado doblemente: había escapado y había hundido a Lorenzo en la deshonra.

Final de Lorenzo en 'La Promesa': secretos y destino revelados

Las noticias no tardaron en llegar al palacio. Un guardia, jadeante y nervioso, pidió hablar con Alonso, el marqués. Frente a él, soltó la bomba: Cruz, la marquesa, había escapado de la prisión. La incredulidad de Alonso se transformó rápidamente en furia. Bajo custodia máxima, vigilada de cerca, y aun así había conseguido huir. Peor aún: todo apuntaba a que Lorenzo había sido su cómplice.

El informe de los guardias describía una conspiración: ambos habrían planeado la fuga, creando distracciones y aprovechando complicidades internas. Se halló a Lorenzo en el mismo patio por donde Cruz escapó, con una llave maestra en la mano. Para Alonso, las piezas encajaban de forma dolorosa: su esposa y aquel hombre estaban unidos por algo más que el azar.

Ordenó una búsqueda implacable. Cruz debía ser encontrada a cualquier precio, y Lorenzo permanecer bajo la vigilancia más estricta. Pero en el fondo de su alma, Alonso sabía que la verdadera amenaza apenas comenzaba. Con Cruz libre y Lorenzo ardiendo de rencor tras la traición, el futuro de La Promesa se teñía de incertidumbre.

Y ahora la pregunta inevitable queda en el aire: ¿qué hará Lorenzo cuando recupere fuerzas? ¿Qué camino elegirá Cruz, dueña de su libertad pero marcada por su propio engaño? ¿Y cómo reaccionará Alonso cuando descubra hasta dónde llega esta telaraña de conspiraciones?

Lo único seguro es que la calma no regresará al palacio. La tormenta apenas está comenzando.

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