Spoiler: Hola, ¿qué tal?
Vamos a arrancar la semana con un relato que, te lo advierto desde ya, te pondrá los pelos de punta. Porque si dentro de La Promesa hay un personaje capaz de desatar escalofríos incluso en la mismísima marquesa más altiva, esa es, sin lugar a dudas, Leocadia de Figueroa, la llamada Postiza. Una mujer enigmática, marcada por la obsesión y la ambición, que nació bajo la sombra de los Izquierdo y que, tras presentarse como amiga inseparable, terminó convirtiéndose en su peor enemiga.
Leocadia fue confidente de Cruz, amante del temible barón de Linaja, conocedora de todos los secretos de la familia, y hoy es madre de Ángela, la joven que, contra todo pronóstico, ha logrado complicarle la vida al mismísimo Capitán Garrapata. Hoy vamos a repasar la trayectoria de esta mujer desde sus orígenes hasta el presente, para comprender por qué resulta tan peligrosa y, a la vez, tan fascinante.
Orígenes en Cuba
Leocadia nació en Cuba alrededor de 1871, en la misma época que su inseparable amiga Cruz Izquierdo. Su padre, como tantos otros, cruzó el Atlántico en busca de fortuna, pero a diferencia de Juan Izquierdo —el padre de Cruz—, jamás logró enriquecerse. Mientras Juan amasaba poder y se convertía en un hombre temido y cruel, el progenitor de Leocadia quedó relegado a la modestia.
La infancia de Leocadia transcurrió entre plantaciones de caña de azúcar y sofocantes tardes caribeñas. Creció siempre en compañía de Cruz y de Eugenia, la hermana menor, compartiendo institutriz, juegos, confidencias y secretos. Cuando falleció la madre de Cruz, Leocadia se transformó en su sombra constante, un apoyo que parecía leal, pero que pronto demostraría un trasfondo oscuro.
Un contexto histórico decisivo
En 1886 se abolió oficialmente la esclavitud en Cuba, lo que transformó para siempre aquellas plantaciones donde las niñas jugaban mientras los esclavos trabajaban sin descanso. El barón de Linaja intentó sostener sus tierras contratando jornaleros andaluces, pero un año después, en 1887, las revueltas sociales volvieron insostenible la situación. La familia Izquierdo huyó entonces a Cádiz, llevándose con ellos la semilla de lo que después germinaría en La Promesa.
Leocadia, en cambio, permaneció un tiempo en Cuba junto a su padre. Pero ya era demasiado tarde: la obsesión por Cruz se había sembrado en su corazón. A finales del siglo XIX, la joven volvió a la península y, desde entonces, se convirtió en la sombra de los Izquierdo.
Siempre presente, siempre vigilante
Leocadia estaba allí en cada momento importante: en la boda de Eugenia con Lorenzo, en los bailes donde Cruz conoció a Alonso, incluso cuando falleció doña Carmen y Cruz tomó las riendas de la hacienda. Sin embargo, la Postiza no se conformaba con mirar desde un rincón. Quería un lugar propio dentro de esa familia que la había acogido a medias, y estaba dispuesta a todo para conseguirlo.
Así comenzó su relación con Juan Izquierdo, el barón de Linaja, un hombre poderoso y temido que lideraba una auténtica banda criminal. También se relacionó con Lorenzo de la Mata, esposo de Eugenia, con quien tuvo un breve desliz. Su vida sentimental, marcada por estas uniones clandestinas, la fue tejiendo cada vez más al núcleo de los secretos familiares.
El crimen fundacional
El golpe maestro de Leocadia llegó en 1898. Fue ella quien ideó un plan macabro: convencer al barón de Linaja de asesinar a Dolores, la doncella, y raptar al pequeño Curro para entregárselo a Eugenia como si fuera hijo propio. Ese crimen se convirtió en la verdadera piedra fundacional de la historia de La Promesa.
Aunque años más tarde Cruz confesó el hecho a Jana, intentando culparla por completo, cuando ambas mujeres discutieron en soledad, la verdad quedó al descubierto: la mente maestra tras aquella conspiración fue siempre Leocadia. Su capacidad de manipulación alcanzaba incluso a sus supuestas amigas.
Traiciones y huida
Pero la ambición de Leocadia no terminó ahí. Se quedó embarazada de un hombre poderoso, cuya identidad aún permanece en secreto. Cuando intentó exigirle responsabilidades, fue abandonada sin miramientos. Cruz, consciente de que su antigua amiga se había convertido en un peligro, ordenó a Rómulo eliminarla.
Sin embargo, el mayordomo, que siempre había cumplido con las órdenes más oscuras, no pudo hacerlo. Por primera vez en su vida desobedeció y perdonó la vida a Leocadia y a la criatura que llevaba en su vientre. Fue entonces cuando la mujer huyó nuevamente a Cuba, en plena noche, y allí dio a luz a Ángela, hacia 1898 o 1899. La niña nació prácticamente al mismo tiempo que Curro, lo que los convierte en contemporáneos, detalle crucial para el romance que ambos viven actualmente en la trama.
Un nuevo matrimonio y la viudez
En la isla, Leocadia se casó con un hombre rico e influyente, con quien tuvo tres hijos más. Sin embargo, enviudó pronto, quedando sola pero con un legado de contactos y fortuna que aprendió a utilizar a su favor. Durante años viajó, fortaleció sus redes y fue tejiendo pacientemente su regreso, con un objetivo claro: vengarse de Cruz.
El regreso de la Postiza
El momento llegó cuando Cruz empezó a mostrar signos de debilidad. En un baile ofrecido por los condes de Urbizu, Cruz creyó haber visto a Leocadia, aunque Petra le aseguró que era imposible, puesto que se creía muerta. Poco después, la sospecha se confirmó: Leocadia volvió a instalarse en La Promesa con una seguridad pasmosa. No pidió permiso; se impuso. Le dijo a Cruz en su propia cara: “He venido a vengarme”. Fue entonces cuando todos entendimos que su presencia marcaría un antes y un después en la serie.
El papel de Ángela
Más tarde apareció Ángela, la hija nacida de aquel misterioso embarazo. Contra los deseos de su madre, que la prefería lejos de intrigas, la joven se instaló también en el palacio. Leocadia sabe que su hija puede convertirse en un obstáculo en sus planes, pero no ha conseguido apartarla. Por el contrario, Ángela ha tejido sus propios lazos y protagoniza una historia de amor con Curro que promete traer aún más giros dramáticos.
Una enemiga formidable
La vida de Leocadia de Figueroa es la de una mujer que supo disfrazarse de amiga para, en el momento justo, revelarse como la enemiga más peligrosa. Su golpe más reciente ha terminado por llevar a Cruz tras las rejas, demostrando que sus maquinaciones son tan eficaces como despiadadas.
Desde las plantaciones de Cuba hasta los salones de La Promesa, la sombra de Leocadia se ha extendido sin tregua. Y lo más inquietante es que su partida apenas comienza. Cada paso que da parece calculado para obtener un control absoluto. Mientras ella camine por los pasillos del palacio, el peligro será inevitable.
Reflexión final
En definitiva, Leocadia es mucho más que un personaje secundario: es la encarnación de la traición, la astucia y la obsesión. Sus raíces en la infancia compartida con Cruz, su relación con el barón de Linaja, el rapto de Curro, la maternidad de Ángela y su regreso vengativo conforman un arco narrativo que explica por qué esta figura resulta tan fascinante y aterradora al mismo tiempo.
La Postiza no da un paso en falso. Cada movimiento suyo es una jugada en un tablero de ajedrez donde siempre va varias piezas por delante. Y, mientras siga en escena, La Promesa jamás dará tregua.