Hola, buenos días.
El amanecer trae consigo una escena que se convierte en un punto de quiebre dentro de la historia, pues lo que parece ser una conversación cotidiana se transforma en un episodio lleno de misterio, sospechas y tensiones que ponen en jaque la confianza entre los personajes. Pelayo, refugiado en la intimidad de su despacho, aprovecha el silencio de la mañana para realizar una llamada telefónica cargada de secretismo. Su voz, aunque baja y contenida, transmite seguridad, determinación y una frialdad calculada. Con tono firme asegura a la persona al otro lado de la línea que todo marcha según lo planeado. No hay fisuras en sus palabras, promete que nada ni nadie lo desviará de su objetivo. Y es en ese instante donde queda revelada la magnitud de lo que oculta: su compromiso de llevar a cabo un plan cuyo desenlace será el envío de Fina a Argentina. Una promesa que no admite titubeos, pues fue el acuerdo cerrado con sus aliados en las sombras.
Pelayo no solo repite esa decisión, sino que recalca, con la vehemencia de quien sabe que no hay marcha atrás, que hará lo que sea necesario. Para él, el pacto está por encima de todo, incluso de los riesgos que corre si alguien llega a descubrirlo. En medio de esta atmósfera cargada de intriga, un golpe seco en la puerta lo sobresalta. El eco de esos nudillos contra la madera interrumpe su seguridad, obligándolo a cortar la conversación de forma abrupta. Con nerviosismo disimulado, se apresura a despedirse diciendo que volverá a llamar más tarde, colgando antes de que la persona al otro lado pueda reaccionar.
Se levanta, respira hondo e intenta recomponerse antes de abrir la puerta. Pero al hacerlo, la sorpresa se le clava como un dardo: frente a él se encuentra María. La escena cambia de tono de inmediato, y la tensión invisible que flotaba en el despacho se convierte en un aire espeso de sospecha. Pelayo, que segundos antes mantenía una postura conspiradora, ahora finge naturalidad. Su mirada busca serenidad, sus gestos procuran mostrarse tranquilos, pero el temor lo acompaña como una sombra imposible de ocultar. La saluda con una cortesía medida, casi mecánica, preguntándole si puede ayudarla en algo.
María, agotada y con un semblante en el que se mezcla el cansancio físico con una calma forzada, responde de manera ligera pero sincera. Confiesa que los duros tratamientos de rehabilitación la tienen exhausta y que no le vendría mal un reconstituyente. Sus palabras suenan sencillas, pero cargan con un trasfondo emocional: la lucha diaria contra su debilidad, el esfuerzo constante por recuperarse, la necesidad de aparentar normalidad frente a quienes la rodean. Pelayo, en un intento por mostrarse cercano, entra en su juego y le pregunta cómo avanza su recuperación.
Ella, con una sonrisa frágil y un tono que quiere sonar convincente, responde que bien, repitiendo esa palabra varias veces, como si con la insistencia pudiera convencerse a sí misma de que su proceso realmente va por buen camino. Sin embargo, esa repetición delata más de lo que ella misma quisiera. En su voz se percibe la duda, el cansancio y hasta un dejo de resignación. Entonces María revela el verdadero motivo de su visita: está buscando a Andrés. Pregunta con naturalidad si Pelayo lo ha visto, como quien lanza una consulta inocente, pero su mirada curiosa parece querer leer más allá de las respuestas.
Pelayo, demostrando la frialdad de alguien acostumbrado a ocultar verdades, se cubre con aparente espontaneidad. Asegura que se cruzó con Andrés momentos antes y que este había salido a hacer unas gestiones. Su explicación fluye con tanta soltura que parece convincente, aunque por dentro late la tensión de haber sido descubierto en plena llamada clandestina. María, agotada, no insiste más y parece aceptar la respuesta, aunque deja flotando en el aire la duda silenciosa.
El ambiente, que ya estaba impregnado de nerviosismo, se ve aún más alterado cuando de repente la puerta principal de la casa se abre. La figura de Marta aparece en escena sin previo aviso. Su llegada inesperada rompe el equilibrio precario de la conversación entre Pelayo y María. Si ya antes el despacho era un lugar cargado de secretos y verdades a medias, ahora se convierte en un campo minado. Cada gesto, cada palabra y cada mirada se vuelven sospechosos.
Pelayo, atrapado entre la llamada interrumpida, la presencia inquisitiva de María y la llegada repentina de Marta, se ve obligado a mantener la calma mientras por dentro lucha contra el miedo de ser descubierto. María, por su parte, percibe esa incomodidad y comienza a unir piezas en silencio. ¿Por qué Pelayo parecía nervioso al abrir la puerta? ¿Con quién hablaba antes de su llegada? ¿Qué significan esas respuestas demasiado rápidas y calculadas?
La aparición de Marta no hace sino añadir más capas de tensión. Su presencia podría desenmascarar a Pelayo en el peor momento, o bien convertirse en la llave que lo salve del escrutinio de María. Lo cierto es que la escena, cargada de silencios incómodos, abre un abanico de posibilidades: ¿será Marta quien descubra el verdadero plan de Pelayo?, ¿o será cómplice en este juego de engaños?
Lo que queda claro es que nada en esa casa es lo que parece. La fachada de normalidad apenas disfraza los secretos oscuros que se tejen entre sus paredes. Pelayo, con su llamada misteriosa, demuestra que está dispuesto a sacrificar la tranquilidad de todos con tal de cumplir un pacto que condena a Fina a un destino incierto en Argentina. María, debilitada por su recuperación pero atenta a cada detalle, empieza a sospechar que algo más profundo se esconde detrás de las actitudes evasivas de Pelayo. Y Marta, con su entrada inesperada, se convierte en el elemento que puede inclinar la balanza hacia la verdad o hacia una mentira aún más elaborada.
El spoiler nos revela que detrás de un “hola, buenos días” se oculta mucho más que un saludo cotidiano. Es la máscara de una conspiración, el inicio de una cadena de revelaciones que tarde o temprano saldrán a la luz. El despacho, convertido en escenario de secretos, marcará el rumbo de los próximos acontecimientos. Pelayo se mueve entre la lealtad a un plan siniestro y el miedo a ser descubierto, mientras María lucha contra su fragilidad física para seguir buscando respuestas. Y Marta, al irrumpir en el momento más crítico, se convierte en la chispa que podría detonar una verdad largamente contenida.
En definitiva, lo que parecía una mañana rutinaria se convierte en un punto de inflexión lleno de tensiones y promesas de futuras confrontaciones. El destino de Fina, el verdadero papel de Pelayo, las sospechas de María y la irrupción de Marta son piezas de un rompecabezas que comienza a armarse con fuerza. El suspense aumenta, y lo que está en juego es mucho más que la tranquilidad de un hogar: son las vidas, los sueños y las lealtades de quienes, sin saberlo del todo, están atrapados en una red de secretos que amenaza con estallar en cualquier momento.
