Spoiler: “¡Hola Linuska! No vas a creer lo que te voy a contar…”

Amiga querida, detén todo lo que estés haciendo ahora mismo, aunque estés esperando que esos pasteles tan deliciosos en el horno estén por dorarse, y aunque tu esposo esté hambriento como un lobo a punto de entrar por la puerta. Todo puede esperar, porque la noticia que te traigo es un verdadero huracán que acaba de sacudir el mundo de las series turcas, un terremoto de intensidad diez en la escala de Richter, justo en el corazón de Estambul.

Prepara tu mejor café turco, ese especial con cardamomo bien cargado, siéntate cómoda en nuestra cocina, porque lo que voy a contarte es como un verdadero misterio turco que haría que cualquier guionista de “Amor Eterno” se muera de envidia.

Sabes que sigo cada paso de nuestros actores favoritos, Afra Saraçoğlu y el fallecido Ramazan Demir, con la atención de alguien que está justo en el set de rodaje de “Zimorodok”. Capturo cada mirada, cada suspiro, como si fueran mariposas que cuido con esmero. Créeme, los sigo incluso más que esperando que vuelva el agua caliente, que fue cortada en mayo de 2021 y que prometieron restaurar en una semana… pero ya nadie sabe cuántas semanas han pasado cuando las pasiones están tan al rojo vivo.

Y ahora, mi querida amiga, el foco de atención se ha puesto en los rumores sobre una posible llegada inminente a la familia, quizás no solo en la ficción, sino también en la vida real. Pero aquí es donde empieza lo más interesante: un giro inesperado de acontecimientos que te dejará con la mandíbula caída, como un viejo balcón torcido de una casa otomana.

Este rumor está sazonado con un toque inquietante, un picante tan intenso que aviva el fuego de las especulaciones hasta convertirlo en un incendio capaz de quemar todas las teorías anteriores. Imagina la noticia más feliz que cualquier mujer pueda recibir, esa que invita a cantar y bailar como en una grandiosa boda turca… pero rodeada de una neblina tan espesa de incertidumbre que ni el más experimentado piloto podría guiar su barco a través de ella.

No se trata de otro simple chisme sobre la vida privada de alguien, ni sobre quién tomó café con quién o dónde cenaron. No, mi querida, esto es una declaración que pone en duda no solo el evento mismo, sino también, y aquí viene lo más dramático, la identidad del padre del futuro bebé. Sí, escuchaste bien: según fuentes que prefieren mantener su anonimato, como el rostro oculto de una bella oriental bajo un velo, nuestra querida Afra Saraçoğlu podría estar embarazada, ¡y su padre es un misterio!

No puedo quedarme tranquila, tomando mi café mientras estas pasiones hierven dentro de mí como el cráter de un volcán. Mi alma, acostumbrada a mil y una series turcas donde cada segunda protagonista pierde la memoria o encuentra a un hermano gemelo perdido hace tiempo, exige una investigación.

Como una auténtica inspectora, me serví otra taza de ese estimulante brebaje, esta vez más fuerte, para que mis pensamientos volaran a la velocidad de la luz. Me sumergí en internet, revisando todos los portales de noticias, tanto turcos como locales, buscando información confiable. Quise comprobar qué decían las fuentes más serias, no solo esos fanáticos que a veces inventan cosas que harían que los guionistas de “El Siglo Magnífico” se pusieran nerviosos.

¿Y sabes qué? Después de horas buscando la verdad, estoy lista para emitir mi veredicto como jueza en un tribunal público: no hay ni un solo dato confirmado que apoye la idea de que Afra, nuestra amada actriz viva y real, esté embarazada.

Por lo tanto, todas esas charlas sobre el padre desconocido, todas las apasionadas discusiones y conjeturas, son solo rumores sin fundamento, simples habladurías que nacen de la imaginación desbordada de los fans.

Claro que la situación es dramática, las emociones están tan intensas como la altura del minarete de la mezquita Süleymaniye en Estambul, y el corazón se acelera solo con pensar: ¿y si fuera verdad? Pero por ahora, todo sigue siendo parte de la interminable corriente de especulaciones sobre la vida privada de los famosos, algo tan cotidiano como la llamada a la oración al amanecer en esta hermosa ciudad.

Ah, estas estrellas viven como si estuvieran en un volcán, cada paso suyo bajo el ojo atento de todos, sin espacio para la privacidad. Y nosotros, los espectadores, solo echamos más leña al fuego con nuestras suposiciones y teorías, aunque a veces ellos mismos nos dan motivos para ello.

Mientras te cuento esto sobre Afra, Mert y ese posible embarazo —o quizás no—, me pregunto por qué nosotras, mujeres adultas y sensatas, nos volvemos locas por estas series turcas. ¿Qué tienen que nos hace dejar todo para correr frente a la pantalla, como si fuera una cita con nuestro primer amor?

Mi esposo a menudo se queja: “Otra vez con tus turcos, mejor hubiera cocinado unas albóndigas.” Y yo le respondo: “Cariño, esas albóndigas se cocinan con la melodía de las penas de Seyran y las travesuras del encantador Ferit.” Tiene su chispa, como el aroma del Bósforo.

Y es que hay una magia, un encanto en ellos. Tal vez sea la increíble belleza de los actores, con ojos como lagos profundos donde te puedes ahogar sin salir, y cabellos oscuros y abundantes como la noche en el Mar de Mármara —nada que ver con nuestros pocos y finos pelos de invierno—.

Y las actrices, auténticas figuritas de porcelana, cada una una reina de belleza con figuras tan delicadas que solo podemos suspirar mientras disfrutamos otro bocado de esos exquisitos platos turcos.

Y Estambul, esa ciudad que es protagonista de muchas series, con sus callejones estrechos, sus majestuosas mezquitas y su hermoso Bósforo por donde navegan los pequeños vapores, todo parece tan real que uno siente que ha estado allí, respirado el aire salado y bebido té de esos vasitos diminutos llamados “Armudu” en la orilla.

Ya le he insistido a mi esposo que tenemos que ir a Turquía, caminar por los lugares donde filmaron nuestras series favoritas, sentarnos en esos cafés donde se encontraron los personajes, y comprarme un pañuelo de seda igual al de Hürrem Sultan. Él sigue diciendo que mejor vayamos a la casa de campo a cavar papas, pero yo no me doy por vencida. Poco a poco, una gota tras otra, como dice el refrán.

No estoy sola: somos millones enganchados a las series turcas. Ya conocemos algunas palabras en turco: “merhaba”, “teşekkür ederim”, “inşallah” y hasta intentamos preparar platos típicos como el “menemen” o la sopa de lentejas, y algunos hasta se animan con membrillo horneado con kaymak.

No son solo series, es toda una cultura que ha llenado nuestras vidas de colores brillantes como los azulejos de İznik.

Así que, querida Lena, dime tú, ¿crees que hay humo sin fuego? ¿Será esta historia de Afra un enredo o una astuta jugada de los guionistas de “Zimorodok”, esos magos que nos lanzan misterios y nos hacen girar la cabeza con teorías hasta que lleguen las nuevas temporadas?

Y temo que tendremos que esperar hasta otoño o quizá hasta 2024, si no pasa algo como aquella huelga en 1999 que dejó a medio país sin sus comodidades, sin jabón ni nada. Ah, estos turcos, maestros en tejer intrigas, como en sus dramones y en la vida misma.

Bueno, mi querida amiga, me voy corriendo porque creo que mis pasteles no solo se están quemando sino que la cocina entera puede volverse un incendio con tanta pasión a mi alrededor.

Piensa bien en todo esto y no olvides escribirme contándome qué opinas. Que tus series favoritas siempre terminen con un final feliz, o al menos con una esperanza que nos permita soñar y esperar la próxima temporada.

¡Hasta pronto, mi querida!