Título: “Andrés se lanza a desenmascarar a Gabriel: ¿está a punto de descubrir toda la verdad?”

La tensión entre Andrés y Marta alcanza su punto más álgido cuando él, decidido y con el rostro marcado por la preocupación, le plantea una idea arriesgada: entrar en la habitación de Gabriel para buscar pruebas que lo incriminen como el traidor que ha saboteado la fórmula del perfume. Está convencido de que él es el topo que filtró la muestra de Coveaga a Brosart. Marta, perpleja y escéptica, intenta razonar con él, advirtiéndole de la gravedad de esa acusación. Pero Andrés, lejos de dar marcha atrás, insiste con más fuerza, afirmando que si no actúa, nadie más lo hará.

Ella lo acusa de haber perdido la objetividad y de estar cegado por su animadversión hacia su primo. Cree que sus emociones lo están dominando. Pero Andrés, en un intento por reafirmar su juicio, menciona una conversación clave que tuvo la noche anterior con Cristina, la asistente de Luis, quien también ha empezado a desconfiar de Gabriel. Según ella, Gabriel se acercó demasiado a ella, creando una falsa ilusión de interés romántico solo para conseguir lo que quería. Una vez que obtuvo acceso al laboratorio, desapareció como si nunca hubiera pasado nada entre ellos.

Lo más revelador es que esta interacción ocurrió justo antes del sabotaje a la fórmula del perfume del 25 aniversario, cuando inexplicablemente se alteraron las cantidades de lirio, lo que afectó toda la producción. Aunque inicialmente Cristina asumió la responsabilidad del error, Andrés asegura que lo hizo porque en ese momento no tenía razones para sospechar de Gabriel. Ahora, con el tiempo y los detalles en mente, ella ha empezado a reconsiderarlo todo.

Pero lo más inquietante aún está por venir. Andrés revela que en una de sus visitas al laboratorio, Gabriel pidió leer el perfume y retiró la muestra de su lugar seguro. Esto indica que sabía exactamente dónde se encontraba guardada la fórmula. Marta, intentando mantener la calma, señala que eso no prueba que haya sido él quien la robó. Andrés lo reconoce, pero insiste en que podría conseguir una copia de la llave de Cristina sin que ella se dé cuenta. El plan está claro en su mente: quiere obtener evidencias concretas y exponer a Gabriel.

Marta, entre la incredulidad y la desesperación, se queda sin palabras. Observa cómo Andrés se convierte en alguien casi irreconocible, consumido por la sospecha y la rabia. Él lo tiene claro: para él, Gabriel no es más que un manipulador, alguien que ha sabido ganarse la confianza de todos, incluida la de Begoña, y que ahora se mueve con total libertad, ocultando su verdadera naturaleza. Marta intenta frenar esa oleada de acusaciones con argumentos lógicos y dudas razonables, pero Andrés está más resuelto que nunca.

Para él, todo lo que Gabriel ha hecho es parte de una estrategia calculada para infiltrarse en la familia y destruirla desde dentro. Está convencido de que la fachada perfecta que ha construido es solo eso: una fachada. Aunque Marta le advierte que se está dejando llevar por su animadversión hacia la cercanía entre Gabriel y Begoña, Andrés se mantiene firme. No cree que sus sospechas sean infundadas y menos aún que sus acciones estén motivadas por celos o rencor.

Cuando Marta le pide que no haga nada imprudente, Andrés, con un gesto sereno pero determinado, le responde que no tiene otra opción. Está decidido a ir hasta el final, aunque eso signifique violar la confianza de su prima y enfrentarse a todos. Marta, conmovida, trata de detenerlo una vez más, apelando a su sentido común y a su integridad. Pero Andrés ya ha cruzado esa línea. La necesidad de encontrar la verdad y proteger a su familia lo impulsa con una fuerza que ya nadie puede frenar.

El momento es crítico. Marta se da cuenta de que, aunque sus intenciones pueden ser buenas, Andrés está dispuesto a correr un riesgo enorme por demostrar algo que aún no tiene pruebas tangibles. La sospecha, sin embargo, lo consume. Él cree que cada detalle encaja demasiado bien como para ser coincidencia. La manipulación emocional hacia Cristina, el acceso al laboratorio, el conocimiento de la ubicación de la muestra y el error en la fórmula… todo apunta, según él, a Gabriel.

A medida que la conversación avanza, Marta comienza a dudar. Aunque no quiere admitirlo, hay algo inquietante en el comportamiento reciente de Gabriel. Su carisma, su repentina cercanía con la familia, y sobre todo, la forma en que Begoña ha empezado a confiar en él tan rápidamente, no dejan de generar preguntas. ¿Y si Andrés tiene razón? ¿Y si detrás de esa sonrisa encantadora se esconde realmente alguien capaz de destruirlos desde dentro?

Mientras Andrés se prepara para ejecutar su plan, el ambiente se vuelve más tenso. Marta lo observa alejarse, sabiendo que una vez que cruce esa puerta, nada volverá a ser igual. Sea cual sea el resultado, la confianza, la armonía familiar y los lazos que los unen están en juego. Si Gabriel es inocente, Andrés habrá cometido una grave injusticia. Pero si es culpable, su osadía podría salvarlos a todos.

Las piezas del rompecabezas empiezan a encajar en la mente de Andrés, y lo que al principio parecía una obsesión personal, ahora se convierte en una cruzada por la verdad. El espectador se queda al borde del abismo, con una sola pregunta resonando con fuerza: ¿Andrés logrará descubrir la verdadera cara de Gabriel antes de que sea demasiado tarde?

Pronto lo sabremos.