📺 AVANCE DE UNA NUEVA VIDA, ANTENA 3 ESPAÑA, CAPÍTULO 82: ABIDIN DISPARA A SU PROPIA ESPOSA

El capítulo 82 de Una nueva vida comienza con una atmósfera densa y cargada de tensión en el hospital, donde el destino de Suna se debate entre la vida y la muerte. La claridad gélida de los pasillos contrasta con el dolor emocional de quienes la rodean. La joven fue herida gravemente por los hombres enviados por la Gran Dama, sumiendo a su familia en una angustia insoportable.

El sonido de las sirenas que transportaron a los heridos todavía retumba en los oídos de los personajes, recordándoles que la amenaza sigue latente. Kim, profundamente afectado, encara a Ifakat para exigirle explicaciones: ¿por qué abandonó a Esme? Ella, visiblemente nerviosa, intenta mantener la compostura y le asegura que la joven está con el médico, aunque admite que su estado es delicado.

Mientras Esme sufre desmayos constantes, el equipo médico evalúa si administrarle un sedante. Orhan, siempre firme pero ahora notablemente afectado, observa con dureza el entorno y afirma que están siendo empujados más allá de sus límites. No duda en señalar como responsables a la Gran Dama y su hijo Abidín. Ifakat coincide, convencida de que los movimientos del enemigo han sido meticulosamente planeados.

Gülgün, conmocionada, no alcanza a entender cómo pudieron llegar a ese nivel de violencia. ¿Cómo fue posible que atentaran contra Suna? Ifakat le responde con dureza: lo advirtió muchas veces. Abidín no tiene límites, es capaz incluso de traicionar a quienes están más cerca de él.

Orhan confirma los temores más oscuros: Abidín ya ha intentado asesinar a su esposa. Está completamente fuera de control, dispuesto a destruir a cualquiera que se interponga en su camino. Y lo peor, no parece dispuesto a detenerse.

Mientras tanto, en la mansión de la Gran Dama, la tensión también hierve a fuego lento. Abidín, descompuesto por la ira, encara a Karam. Con los ojos cargados de furia y temor, le grita preguntándole qué clase de monstruo es. ¿Cómo pudo disparar indiscriminadamente? ¿Cómo se justifica semejante crueldad?

Karam, indiferente al reproche, responde con desdén. Según él, no fueron a jugar ni a negociar: fueron con armas a imponer miedo. Asegura que dispararon en todas direcciones sin importar a quién alcanzaran, y que nunca se detuvo a comprobar quién caía. Abidín, al borde del colapso, le recuerda que Suna estaba allí. Si ella no sobrevive, jura que lo matará. Él solo quería intimidar, nunca imaginó que el caos llegaría a ese punto.

Karam se burla de sus palabras y le lanza una respuesta cargada de sarcasmo: si llevaron armas, era evidente que iban a usarlas. ¿Qué esperaba? ¿Asustarlos con petardos? La desesperación de Abidín se intensifica. Pide que recen para que Suna viva. Si no responde a su llamada, él mismo acabará con Karam.

La Gran Dama, que hasta ese momento había permanecido en silencio, toma la palabra con su tono habitual de frialdad calculadora. Pregunta si Karam vio caer a Suna. Él, sin inmutarse, le responde que no. Que no se quedó a observar. Su indiferencia, una vez más, hiela la sangre.

Sabiendo que la situación ha alcanzado un punto sin retorno, la Gran Dama ordena la retirada inmediata. Si no es la policía, los Korhan los perseguirán. Ya no hay espacio para la improvisación. Irán a refugiarse en su escondite en la montaña. Da la orden tajante: deben partir de inmediato.

La oscuridad cae sobre la mansión mientras sus habitantes empacan lo esencial y se preparan para huir. El tiempo corre, y cada minuto aumenta el riesgo de ser atrapados.

De vuelta en el hospital, la lucha no cesa. Ferit, herido en el costado, recibe atención médica. Una enfermera le informa que, por fortuna, la bala no tocó ningún órgano vital. Sin embargo, su estado es delicado. Ha perdido mucha sangre y no debe levantarse. Pero Ferit está inquieto, su mente no puede concentrarse en su propia recuperación. Solo tiene una pregunta urgente: ¿Dónde está Seiran?

La enfermera intenta calmarlo, pero él no escucha. Su ansiedad lo consume. Cree que ella podría haber muerto. Cuando finalmente la ve, respira con alivio. Le confiesa que pensó que estaba llorando por ella. Pero su esfuerzo por levantarse es demasiado, y Orhan interviene rápidamente para detenerlo.

Orhan le ordena con voz firme que vuelva a la cama. El joven, frustrado, grita que no pueden quedarse de brazos cruzados. Exige actuar antes de que sus enemigos vuelvan a atacar. Orhan, sin embargo, mantiene su postura inflexible: por ahora no harán nada. Solo escuchará a su padre, se cuidará a sí mismo y apoyará a Seiran. Nada se moverá hasta recibir noticias del abuelo.

La tensión no disminuye. El ambiente sigue cargado. Ferit cierra los ojos, mordiéndose la rabia, sabiendo que no tiene más remedio que obedecer.

Mientras tanto, en la mansión, la Gran Dama se pasea nerviosa. Sus tacones retumban sobre el mármol como un metrónomo de desesperación. Finalmente enfrenta a su hijo Karam. Lo acusa de haberlos llevado por un camino del que no podrán regresar. Pero él no muestra arrepentimiento. Dice que desde el principio ella sabía que no iba a volver con las manos vacías.

Karam insiste en que no disparó directamente, solo animó a sus hombres a no acobardarse. La Gran Dama, sin embargo, ya no sabe si justificarlo o temerle. Sin tiempo para debates, ordena a Sadik que se una a la huida y le asigna una misión clara: no perder de vista a Abidín. Ahora no pueden permitirse bajar la guardia ni un solo segundo.

El destino está echado. Todos se preparan para la próxima jugada, pero la guerra ya ha comenzado. Y esta vez, no habrá vuelta atrás.