Spoiler: Claudia y Raúl enfrentan tensiones del pasado con promesas de amistad
Raúl esperaba con ilusión una velada entre amigos, pero notó una ausencia que le pesó: Claudia no acudió a la partida de dominó. Al día siguiente, cuando se cruzan, él no tarda en mencionarlo con un tono amable pero cargado de curiosidad. “Claudia, ayer te eché de menos en la partida. La próxima vez la organizamos con más tiempo para que puedas venir”, le dice con una sonrisa que intenta disimular su decepción.
Claudia, con amabilidad, responde que no faltará a la próxima. Sin embargo, no puede evitar percibir la tensión en las palabras de Raúl. La conversación rápidamente toma un tono más personal, cuando él insinúa que tal vez su ausencia no fue casual. “Dime la verdad, ¿faltaste por mi culpa? Tengo la sensación de que esa es la verdadera razón”, le confiesa, dejando al descubierto la inquietud que lo venía rondando.
Ella, tratando de disipar cualquier malentendido, insiste con firmeza: no fue por él, ni por lo que ocurrió entre ellos días atrás. Claudia le asegura que simplemente tenía demasiado trabajo pendiente, y que por eso decidió quedarse. Pero Raúl no se queda tranquilo con la explicación superficial. Con un tono sincero y casi vulnerable, admite que se sentiría muy mal si su presencia fuera la causa de su ausencia. Él sabe que aquel episodio reciente —posiblemente una confesión emocional o un momento incómodo entre los dos— dejó a Claudia afectada, pero no quiere perder la relación de amistad que los une.
“Sé que te dejé algo chafada”, le dice, usando palabras que reflejan cierto arrepentimiento, “pero no quiero renunciar a que sigamos siendo amigos”. Su deseo es claro: mantener el vínculo con ella sin que el pasado empañe su conexión.
Claudia, por su parte, lo tranquiliza con determinación. Le deja claro que no quiere que renuncie ni a ella ni a su grupo de amigos por su culpa. No sería justo, y ella no desea convertirse en un obstáculo. Su respuesta es empática, honesta y madura. “Mucho menos que renuncies a tus amigos por mí. Quiero decir… que dejes de verles porque estoy yo”, explica con una mezcla de sinceridad y ternura. Ella valora su presencia, pero no quiere convertirse en una barrera entre él y su vida social.

Raúl, al escucharla, parece aliviado. Su ansiedad se disipa un poco y agradece haber tenido esa conversación. “Me tenía un poco preocupado esto”, reconoce con humildad. Saber que su amistad aún puede perdurar lo reconforta.
Claudia, con una sonrisa más relajada, promete que la próxima partida de dominó no se la perderá. Lo dice con convicción, dejando atrás la duda y reafirmando el deseo de mantener la relación fluida y sin incomodidades. Raúl acepta la promesa con alivio: “Prometido”, repiten ambos, cerrando la conversación con un pacto silencioso de seguir adelante sin reproches.
Antes de marcharse, Claudia le informa que debe atender algunos asuntos pendientes, y se despide con un cordial “hasta luego”, mientras suena una música suave de fondo que acompaña el ambiente emocional que ha quedado flotando.
Este breve intercambio deja entrever mucho más que una conversación sobre juegos de mesa. Es un momento de franqueza entre dos personas que caminan por la fina línea entre la amistad y algo más profundo, marcado por un suceso reciente que aún resuena entre ambos. La honestidad de Raúl y la madurez de Claudia abren la posibilidad de reconstruir su vínculo, no desde la negación de lo ocurrido, sino desde el deseo genuino de conservar algo valioso: una amistad sincera.
Lo que está por verse es si realmente podrán mantener esa amistad intacta o si lo que sucedió entre ellos acabará por transformar irremediablemente su relación. Por ahora, han optado por seguir compartiendo momentos, como una simple partida de dominó… pero el tablero emocional parece tener fichas mucho más complejas que jugar.