Título: Andrés se desmorona: los celos lo consumen mientras Gabriel gana terreno en el corazón de Begoña
En un intenso y revelador diálogo entre padre e hijo, se destapan las verdaderas emociones que sacuden a Andrés. Todo comienza cuando el padre intenta hablar con calma, preocupado por las tensiones que ha notado entre su hijo y Gabriel, el primo que ha llegado para revolucionar la dinámica familiar y empresarial. Con voz serena pero firme, le confiesa a Andrés que solo quiere asegurarse de que está preparado para asumir su relación con Begoña sin dejarse llevar por emociones destructivas. Andrés, incómodo pero incapaz de seguir disimulando, finalmente admite lo evidente: desconfía profundamente de Gabriel. Aunque intenta justificar sus sospechas con argumentos racionales, su discurso está teñido de un evidente tono de celos.
La conversación sube de tono cuando Andrés lanza acusaciones veladas sobre Gabriel. Asegura que desde su llegada todo ha cambiado en la empresa y la fábrica: decisiones apresuradas, cambios en la administración y manipulaciones en la junta directiva. Según él, Gabriel ha sido el responsable de alterar los votos de algunos miembros, incluida María. Pero su padre, intentando hacerle ver las cosas desde otra perspectiva, le explica que algunas de esas acciones se hicieron bajo su consentimiento o incluso por motivos comprensibles. La historia del supuesto trabajo falso que Gabriel dijo tener para no ser una carga, por ejemplo, es interpretada por el padre como una muestra de humildad, pero Andrés no lo cree. Para él, todo son excusas baratas que encubren intenciones oscuras.
Con cada nueva acusación, el padre trata de razonar con Andrés. Le pide que deje de ver enemigos donde no los hay, que sus intuiciones no son más que celos disfrazados. Andrés se resiste a aceptarlo. Él insiste en que lo que siente no es envidia ni despecho, sino una genuina preocupación por la seguridad emocional de Begoña. Pero el padre no se deja engañar. Le recuerda que fue él quien rompió con Begoña, que ahora ella está en su derecho de buscar la felicidad con otra persona, y que esa otra persona, al parecer, es Gabriel.
El golpe emocional es devastador para Andrés. A cada intento de justificación, su padre responde con sabiduría, apuntando a la herida que Andrés se niega a reconocer: no puede soportar que Begoña haya comenzado a enamorarse de otro hombre. Y peor aún, que ese hombre sea alguien tan cercano, tan dentro del círculo familiar como su primo Gabriel.
En medio de la conversación, el padre lanza una frase lapidaria: “Tienes que dejarla marchar, Andrés.” Pero Andrés, con el corazón hecho trizas, dice que lo haría… si tan solo pudiera estar seguro de que Gabriel es una buena persona. Jura que no actúa por egoísmo, sino por la convicción de que Gabriel no es quien aparenta ser. El padre, exhausto y dolido, le pide que pare. Que algún día entenderá esta conversación, y quizás más pronto de lo que cree.
La escena termina con una música tensa y un ambiente cargado de emociones contenidas. Andrés se queda solo con sus dudas, sus temores y su obsesión por proteger a Begoña, aun si eso significa hundirse más en sus propios celos. La lucha entre la razón, el amor y el orgullo está lejos de terminar, pero una cosa queda clara: si Andrés no cambia de rumbo, podría perderlo todo, incluso el respeto de quienes más lo aman.