Que si no le echan… ay, ay, ay, ¿qué hago?
SPOILER (parafraseado):
Una escena de caos y ternura se desata cuando el bebé comienza a llorar desconsoladamente. Fina entra en pánico: no sabe qué hacer, se siente superada y repite entre suspiros de desesperación que no puede manejar la situación. A su alrededor intentan tranquilizarla, diciéndole que el pequeño quizás solo tiene hambre o está cansado. Le animan a darle el biberón.
Con torpeza y mucho nerviosismo, Fina intenta colaborar, pero confiesa que no sabe cómo sostener al bebé. Le explican cómo sujetarle bien la cabeza mientras ella, temblorosa, intenta obedecer. Al principio la situación parece no mejorar: el llanto persiste, la tensión aumenta. Pero, poco a poco, con paciencia y ayuda, Fina va tomando confianza.

Milagrosamente, el bebé empieza a calmarse. Todos lo notan: el llanto va cediendo, y el pequeño se relaja en brazos de Fina. Una mezcla de sorpresa y alivio llena el ambiente. Buscan entre prisas y risas los objetos del bebé —el biberón, una mantita, lo que sea necesario— y en medio de ese pequeño caos doméstico, el ambiente se vuelve más cálido.
Alguien bromea con Fina: “Al final va a resultar que se te dan bien los niños”. Justo en ese momento llega la tía Claudia, que al ver la escena, se enternece. Observa al bebé tranquilo, acurrucado contra Fina, que lo mira con una mezcla de temor y asombro por lo bien que ha reaccionado. Aunque ella intenta justificarlo como una casualidad, el resto ve en su actitud algo más: una sensibilidad que ni siquiera ella sabía que tenía.