⚠️ Spoiler con el título: “Gracias a todos ustedes. Gracias al cielo por haberme permitido formar parte de esta gran familia que es La Promesa. Ha sido un honor.”
El final de la semana en La Promesa vino marcado por una de las despedidas más emotivas y satisfactorias de toda la serie: la salida de Rómulo Baeza. Aunque el episodio en sí no fue especialmente intenso ni digno de prime time, su valor reside en el cierre impecable que se le da a un personaje querido, cuya marcha no solo marca un punto de inflexión para la trama, sino también para los espectadores que han seguido su trayectoria desde el inicio.
La escena de despedida estuvo cargada de emociones, sencillez y honestidad. Rómulo no solo agradece a quienes lo rodean por haber sido parte de su vida, sino que también se despide de La Promesa como quien se despide de un hogar. Sus palabras finales —agradeciendo al cielo y a todos por dejarle formar parte de esa gran familia— cierran un ciclo de manera serena y conmovedora. Esta salida ha sido percibida por muchos como el adiós más redondo de toda la serie.
A nivel de trama, el episodio también se encarga de mover algunas piezas en otras historias. La investigación de López sobre Jacinto se complica, cuando es sorprendido husmeando en el despacho del duque. La tensión crece cuando doña Mercedes se ve obligada a intervenir, instándolo a decir la verdad sobre su presencia en el palacio, dando un giro que debía haberse dado en capítulos anteriores. Mientras tanto, el palacio empieza a sentirse saturado y muchos personajes comienzan a necesitar aire fresco, como Ángela, que confiesa a su madre y a Curro que desea marcharse.
Curro, que al principio se muestra inseguro, termina dándose cuenta de lo que siente realmente por ella. Y para demostrárselo, le prepara una sorpresa: llena su habitación de rosas, ese símbolo tan especial para Ángela. La escena es tan emotiva como estética, culminando con una reconciliación romántica entre ambos, sellada con un beso y una promesa de amor. Sin embargo, saben que ahora tendrán que esconderlo de Leocadia, lo que abre la puerta a nuevos conflictos.
Sobre Leocadia, el episodio plantea una reflexión interesante. Su evolución como villana parece haberse estancado. A diferencia de otros antagonistas como Cruz, cuyo pasado y motivaciones estaban bien delineados desde los primeros episodios, Leocadia ha perdido complejidad. El guion parece esforzarse por justificar su rol como malvada por motivos ambiguos y secundarios, olvidando (o ignorando) la trama central de su posible implicación en el asesinato de Jana. Este olvido forzado ha generado cierto desencanto entre la audiencia, que siente que la historia se diluye entre excusas narrativas.
Volviendo a Rómulo, su despedida no solo es la de un personaje, sino también la del actor Joaquín Climent, quien ha estado presente desde los primeros minutos de la serie. Su marcha se siente como una despedida real, tanto en lo narrativo como en lo humano. El momento más conmovedor del episodio fue, sin duda, el abrazo con Lorenzo, un instante que rompió la frontera entre ficción y realidad, mostrando la cercanía entre los intérpretes más allá de sus papeles.
El episodio también deja entrever la llegada de nuevos personajes, aunque el escepticismo reina sobre si sabrán llenar el vacío que deja Rómulo. La serie ha demostrado una tendencia a abrir tramas sin cerrarlas debidamente, lo que deja una sensación de inestabilidad. Hay temor de que el adiós de un personaje tan importante se vea diluido por nuevas líneas narrativas que no consigan calar igual.
Por último, aunque la historia de Manuel, Enora y Toño sigue desarrollándose, muchos consideran que se ha tornado predecible. La clásica fórmula de “primero uno, luego otro” no parece aportar frescura, aunque todavía se mantiene la esperanza de que el desarrollo del personaje de Enora dé un giro inesperado.
En resumen, el capítulo no fue espectacular por su ritmo, pero sí profundamente significativo. Nos recordó que La Promesa aún sabe emocionarnos cuando se lo propone, y que decir adiós con dignidad y afecto a un personaje querido es un arte que pocos guiones dominan. Así se marcha Rómulo: con gratitud, con elegancia y dejando tras de sí el eco de unas palabras sinceras que resonarán por mucho tiempo: “Gracias a todos ustedes. Gracias al cielo por haberme permitido formar parte de esta gran familia. Ha sido un honor.”