Spoiler: Teo enfrenta su mayor miedo y descubre la verdad sobre la salud de su tía – Sueños de Libertad

En uno de los momentos más emotivos de Sueños de Libertad, Teo y su tía protagonizan una desgarradora conversación cargada de verdades no dichas, temores ocultos y una necesidad urgente de despedirse antes de que sea demasiado tarde. Todo comienza con la llegada inesperada de ella, justo antes de que Teo se marche. “Menos mal que todavía estás aquí”, le dice con un suspiro de alivio, evidenciando que llegó justo a tiempo para evitar una partida sin adiós.

Teo, sorprendido por su presencia, pregunta con frialdad: “¿Por qué has venido?”. La respuesta es clara y directa: “Porque quería despedirme de ti”. Ella considera que, después de todo lo vivido, lo mínimo que puede pedir es una despedida. “¿No te parece, Teo?”, le dice con una mezcla de tristeza y reproche. Teo, sin embargo, se muestra distante, dejando ver que estaba dispuesto a irse sin mirar atrás, sin siquiera despedirse.

Ella le suplica que se siente, que parece muy cansado, pero él insiste en que está bien. “No te preocupes”, dice, intentando mantener la compostura. Pero la tensión es evidente. Ella, visiblemente afectada, le pide una última cosa: “Por favor, deja que me vaya. Pero primero habla conmigo un momento”.

La insistencia es profunda, nace del corazón. Le promete que si pierde el autobús, lo llevarán en coche esa misma tarde, pero le suplica que le conceda al menos unos minutos para hablar. “¿Por qué no nos dijiste que querías irte?”, pregunta con tono herido. La respuesta de Teo revela mucho más de lo que parece: “Porque está claro que no me habríais dejado”. Él siente que sus decisiones no son respetadas, que se le impone un camino que no desea seguir.

Ella se apresura a aclarar que nadie quiere retenerlo contra su voluntad. “Al contrario”, dice con sinceridad. “Perdona si ha parecido eso”. Pero Teo confirma que sí, sí lo ha parecido. Hay resentimiento acumulado.

La conversación toma un giro cuando ella le recuerda que tanto su tío Marcial como ella pensaron que lo mejor era que él estuviera allí, en ese entorno, con ellos. Pero si de verdad siente que no puede ser feliz en esa casa, entonces quizá lo mejor sea marcharse. “No es eso”, murmura Teo, bajando la guardia.

Entonces, ¿qué está ocurriendo? Ella insiste: algo debe estar pasando para que él haya empezado a contestar mal al profesor sin motivo, o para que se haya rebelado con ella, ignorándola. Incluso, esa misma mañana, la engañó haciéndole creer que todo estaba bien. “Cariño, ¿qué pasa?”, pregunta con dolor. Y Teo finalmente rompe el silencio: “Es que no tiene remedio”.

Ella intenta consolarlo con una frase hecha: “Todo en esta vida tiene remedio, incluso la muerte”. Pero en cuanto las palabras salen de su boca, se da cuenta de lo desafortunadas que han sido. “Perdona, cariño”, se disculpa rápidamente. “Es una frase hecha y la he dicho sin pensar”.

Pero justo ahí está el problema. Teo la mira con una mezcla de angustia y desesperación. Ya no se trata solo de su dolor por la muerte de su madre, sino de un temor que ha ido creciendo en su interior sin que nadie se diera cuenta. Ella lo comprende por fin. “Es normal que pienses en tu madre”, le dice con ternura. Pensaba que poco a poco Teo iría superando esa pérdida, que ya se sentía a gusto con ellos, que su hogar ahora era ese.

Teo, en cambio, revela que sabe que su madre no va a volver jamás, pero el motivo real de su preocupación es otro: su tía. “Estás mal del corazón como mi madre y también te vas a morir”, suelta con un nudo en la garganta. Él ha visto cómo ella se tomaba las pastillas para el corazón y también encontró una nota del médico. Su miedo no es imaginario: tiene una base real.

Ella se ve obligada a enfrentar la verdad. “A ver, Teo…”, comienza con suavidad. Le confirma que sí, tiene una dolencia. Se trata de una cardiopatía, una afección que necesita atención diaria. Pero lo más importante es que no es mortal si se cuida. “Te prometo que no me voy a morir si me tomo la pastilla cada día y me cuido”, le asegura con todo su amor.

Él duda. Ella insiste: “Seguro. Segurísimo”.

El nudo en la garganta de Teo empieza a deshacerse. Por fin entiende por qué ha estado tan enfadado, tan distante, tan rebelde. Ha sido el miedo, un miedo enorme a perder otra figura materna. Lo que más temía era quedarse solo otra vez.

Ella se da cuenta de la magnitud de ese temor y le hace una promesa: nunca más le ocultará nada importante. “¿Te parece?”, le pregunta, buscando su mirada, su confianza. Teo, todavía emocionado, le confiesa lo más profundo de su corazón: “Me daba mucho miedo quedarme sin madre otra vez”.

La escena se cierra con un abrazo silencioso pero inmenso, acompañado de música suave y aplausos en el alma. Es uno de esos momentos que definen una relación, que reconstruyen la confianza y que sanan heridas invisibles. El dolor, aunque no desaparece, se alivia con la verdad, con la cercanía y con la promesa de que esta vez, no se quedará solo.