Jimena torna viva, interrompe le nozze di Jana e Manuel e svela il terribile segreto di Cruz

⚠️ Spoiler – Ciao a tutti, io sono Isabella ⚠️

En la próxima entrega de La Promesa nada volverá a ser igual. El esperado enlace entre Giana y Manuel parece estar cada vez más cerca, pero justo en el instante más luminoso, un regreso inesperado alterará para siempre el rumbo de sus vidas. Jimena, a quien todos daban por muerta, reaparece con un secreto capaz de destrozar a la familia Luján y de sacar a la luz los crímenes que Cruz había mantenido ocultos durante años.

El día del matrimonio amaneció con un cielo sorprendentemente claro, teñido de un azul profundo que parecía augurar buenos presagios. La luz del sol se filtraba suavemente sobre los campos dorados que rodeaban la hacienda, envolviendo el aire en una claridad cálida y esperanzadora, como si la naturaleza quisiera bendecir la unión de Manuel y Giana. Sin embargo, dentro de los muros de La Promesa, el ambiente estaba cargado de tensión. Los pasos apresurados resonaban en los pasillos, los murmullos nerviosos se mezclaban con el roce de las telas y los velos. La finca entera se preparaba para un acontecimiento que todos sabían marcaría una época: las nupcias de Manuel Luján con Giana Expósito.

En una pequeña habitación cercana a la capilla, Giana contemplaba su reflejo en un espejo antiguo. Llevaba puesto un vestido sencillo, sin adornos ni bordados fastuosos, pero esa misma sencillez lo convertía en un símbolo de pureza y delicadeza. Parecía una criatura casi angelical, aunque sus manos temblaban ligeramente sobre el regazo. Sus ojos reflejaban emoción y ternura, pero también un miedo silencioso que la acompañaba desde siempre. Catalina entró en la estancia y, con un brillo sincero en la mirada, la animó:
—Estás hermosa, Giana. Cuando Manuel te vea, no podrá apartar sus ojos de ti.

La promessa: Cruz e il fallimento del matrimonio di Jimena e Manuel Video |  Mediaset Infinity

Giana sonrió con dulzura, aunque con cierta inseguridad. Confesó que aún no lograba creer que ese instante fuera real, que siempre pensó que su destino estaría marcado por el dolor y no por la felicidad. Catalina le sostuvo la mano con fuerza, transmitiéndole confianza y recordándole que merecía ser feliz más que nadie.

Mientras tanto, en otro lugar de la hacienda, Manuel ajustaba con cuidado el nudo de su corbata blanca. A su lado, Curro lo miraba con mezcla de orgullo y preocupación.
—¿Estás realmente listo? —preguntó con voz grave.
El rostro de Manuel se iluminó con una sonrisa radiante:
—Más que nunca. Este es el día que siempre soñé. Nada podrá separarme de Giana, porque ella es mi verdadero amor.

Pero no todos compartían su entusiasmo. Cruz, desde una ventana apartada, observaba a los invitados con el corazón encendido de resentimiento. Para ella, aquella ceremonia no era motivo de celebración sino de humillación: no podía aceptar que una joven sin linaje, una simple criada, ocupara el lugar que según ella solo una dama de alcurnia merecía. Alonso intentó calmarla, rogándole que al menos mostrara serenidad por el bien de su hijo. Cruz esbozó una sonrisa fría, apenas una máscara, y susurró que su aparente calma ocultaba en realidad un disgusto profundo.

Las campanas de la iglesia resonaron entonces con solemnidad, llamando a los invitados. El interior del templo brillaba bajo cientos de velas encendidas, creando una atmósfera sagrada e irreal. Manuel esperaba en el altar, con el corazón desbocado y la mirada fija en la puerta cerrada. Cuando finalmente se abrió, apareció Giana del brazo de Alonso, caminando con paso sereno hacia su destino. La emoción embargaba a todos los presentes.

El sacerdote inició las oraciones y pronto llegó el momento decisivo. Con voz firme, Manuel aceptó a Giana como su esposa, y ella, con lágrimas en los ojos, pronunció un tembloroso pero claro “Sí, lo quiero”. Los asistentes estallaron en aplausos y sonrisas, creyendo que el amor triunfaba.

Sin embargo, justo en ese instante, un estruendo metálico quebró la armonía. Las puertas de la iglesia se abrieron de golpe y un viento helado recorrió el recinto, apagando algunas velas y tiñendo de sombras las paredes. Una figura femenina apareció en el umbral, envuelta en un vestido negro y con el rostro demacrado pero inconfundible: era Jimena.

El silencio se apoderó del lugar. Muchos se llevaron las manos a la boca, incapaces de creer lo que veían. Manuel quedó petrificado, sin aliento. Catalina, Alonso y Cruz mostraban rostros descompuestos, cada uno dominado por el miedo o la incredulidad. Giana apenas pudo susurrar:
—No… no puede ser.

Jimena avanzó lentamente por la nave central, con una expresión endurecida y una risa amarga que resonó entre los muros del templo. Con voz helada, anunció que había vuelto para detener aquella unión y revelar la verdad. El ambiente se tensó aún más cuando lanzó su acusación: Giana no era simplemente una sirvienta, sino la hija perdida de Alonso Luján.

La Promessa anticipazioni: Manuel furioso con Jimena a causa di Jana!

La revelación cayó como un rayo. Alonso palideció, Cruz abrió los ojos con horror, y Manuel quedó paralizado. Jimena no se detuvo allí; añadió con cruel determinación que aquel secreto significaba algo aún peor: Manuel y Giana eran hermanos de sangre.

El caos estalló. Los invitados comenzaron a gritar, algunos corrieron hacia la salida, otros quedaron petrificados en sus asientos. El murmullo de incredulidad se mezcló con sollozos y exclamaciones de espanto. Giana, temblando, dejó caer su ramo de flores, cuyos pétalos se dispersaron como lágrimas en el suelo de piedra.

Manuel, destrozado, apenas pudo balbucear el nombre de Jimena, incapaz de asimilar lo que acababa de escuchar. Cruz, aunque sorprendida, dejó entrever en sus ojos un destello de satisfacción; aquella revelación destruía lo que ella más temía: la unión de Manuel con Giana.

La iglesia, que momentos antes había sido escenario de una celebración solemne, se convirtió en un lugar de confusión y desconsuelo. Jimena, con el rostro endurecido, declaró que ese día no se consagraría ningún matrimonio, sino que se abriría la caja de secretos que la familia Luján había intentado mantener cerrada durante años.

El futuro de todos quedaba suspendido en un hilo, mientras la verdad comenzaba a desmoronar no solo la boda, sino el destino entero de quienes habitaban La Promesa.

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