🌿 “Hola amigos, bienvenidos a un avance exclusivo de Sueños de Libertad”
El próximo capítulo de Sueños de Libertad nos trae un momento cargado de emociones y posibles reconciliaciones. Una amistad rota está a punto de ser reconstruida, pero también surgen dudas profundas: ¿es genuino el afecto de María hacia Gema, o hay algo que no ha terminado de sanar?
Todo comienza después de una conversación sincera entre Raúl y María, en la que esta última confiesa sentirse devastada. A partir de esas palabras, Raúl comprende que no puede quedarse de brazos cruzados. Así que decide hablar con Gema para convencerla de que visite a María. Le explica que su amiga la necesita ahora más que nunca, y que solo su presencia podría marcar la diferencia.
Movida por esas palabras y por los recuerdos que aún guarda con cariño, Gema acepta. Esa misma noche acude al encuentro. Al llegar, se encuentra con Andrés, quien está acompañando a María con delicadeza. Tras una breve mirada de complicidad, Andrés se retira para dejarlas solas. El ambiente está cargado de emoción. Gema se sienta frente a María, intentando contener las lágrimas, y con voz temblorosa le dice que lamenta profundamente no haber estado antes. Le confiesa que no sabía si ella deseaba verla y que tenía miedo… miedo de no saber cómo afrontar la conversación.
María, conmovida, la mira y le responde con voz queda: no hacía falta que dijeras nada, solo con estar, como siempre lo hiciste, bastaba. Ambas se piden perdón de forma implícita, y Gema, con lágrimas, le pregunta cómo está. María, desolada, le revela que los médicos no le dan esperanzas de volver a caminar. Que vivirá el resto de sus días en una silla de ruedas, aunque eso Gema ya lo sabía. Aun así, añade María, le reconfortó saber que ella estuvo cerca cuando recibió la noticia.
Gema le toma la mano con firmeza y le dice que, pese a todo, la vida siempre vale la pena. María, con amargura, le responde que decirlo es fácil, pero vivirlo no tanto. Gema no la deja hundirse. Le recuerda cómo era ella cuando llegaron a conocerse: una mujer apagada, sin ilusiones, sin sonrisas. Fue María quien la ayudó a ver la luz y a salir de la oscuridad en la que estaba atrapada. Ahora es su turno de devolverle el favor.
María, tocada por sus palabras, le agradece el gesto, aunque aún duda de poder encontrar un sentido a su nueva realidad. Entonces Gema le revela algo muy íntimo: le han diagnosticado una enfermedad cardíaca grave. Vive cada día con la incertidumbre de que su corazón puede detenerse en cualquier momento. Y eso no es todo. También ha tenido que renunciar a su deseo más profundo: ser madre. Le cuenta que, pese a los riesgos, estuvo a punto de intentarlo, pero pensó en Joaquín, en el dolor que él sufriría si ella no sobrevivía.
Asumir esa renuncia fue devastador. Lloró durante muchas noches, y en medio de ese dolor pensó en María, en su sufrimiento, en todo lo que también había perdido. Justo cuando creía haber tocado fondo, la vida volvió a golpearla: su prima falleció inesperadamente. Pero en esa tragedia también encontró un regalo: la oportunidad de cuidar a Teo como una madre. No ha sido fácil, pero le ha devuelto una chispa de felicidad que creía perdida.
María, profundamente conmovida por la confesión de Gema, le pide disculpas por su frialdad y por cómo la ha tratado últimamente. Gema, con una mezcla de esperanza y ternura, le dice que lo único importante ahora es que no se rinda. Que la vida puede seguir ofreciendo cosas hermosas si se mantiene la puerta abierta. María, con lágrimas, le pregunta si realmente cree que aún hay algo bueno esperándola. Gema, como una hermana del alma, le responde sin titubeos: te lo prometo.
Mientras tanto, en la fábrica y el entorno de la familia Reina, las cosas parecen calmarse… al menos en la superficie. Tras recuperar el contrato con Kobeaga, se respira un ambiente de alivio y celebración. Damián, orgulloso, rompe el hielo con buen humor. Pelayo confiesa que aún no entiende cómo logró convencer a Kobeaga, mientras Marta sonríe, agradecida de que por fin los problemas se disipen.
Incluso el asunto del peatón que casi los lleva a juicio ha sido resuelto, gracias al acuerdo gestionado por Gabriel. Don Pedro ha firmado el documento, aunque, como matiza Gabriel, su agradecimiento no fue precisamente efusivo. A pesar de eso, Andrés irrumpe con una actitud distinta: se muestra sincero y aprovecha para disculparse por no haber estado tan pendiente de ese problema legal, que recaía directamente sobre su departamento.
Gabriel, conciliador, le dice que lo comprende, sabiendo que Andrés ha atravesado momentos difíciles. Begoña, que ha estado observando, interviene para elogiar las habilidades de Gabriel como abogado. Damián y Marta, satisfechos, no solo agradecen su ayuda, sino que le insinúan la posibilidad de un futuro profesional juntos en Madrid. La cercanía geográfica con Toledo lo haría ideal para mantener el vínculo con la familia.
Gabriel, aunque prudente, deja entrever que le gustaría formar parte activa de los Reina. Damián, decidido, expresa su intención de convencerlo para que se una a ellos formalmente como abogado de confianza. Begoña, levantando su copa, propone un brindis por esos lazos familiares que perduran a pesar del tiempo y la distancia. Todos se suman, y el brindis marca un momento de aparente unidad.
Sin embargo, cuando Gabriel se retira de la mesa y sube por la escalera, se detiene entre sombras. Desde allí escucha lo que los demás dicen de él. Marta lo describe como un gran hallazgo, Andrés coincide destacando lo crucial que fue su intervención con el asunto del peatón, y Pelayo señala lo útil que sería tener a alguien de confianza cerca, sobre todo ahora que las ambiciones políticas del clan comienzan a materializarse.
Gabriel, desde lo alto, sonríe. Ha logrado posicionarse exactamente donde quería.