Pedro enciende la chispa del cambio en Perfumerías de la Reina
En medio de una calma que solo podía anunciar una tormenta emocional, Pedro se encontraba cara a cara con su hijo Luis, intentando navegar las aguas agitadas de un presente que exigía decisiones valientes. La tensión se sentía en el aire, como si cada palabra dicha pudiera cambiar el rumbo de sus vidas y del futuro de Perfumerías de la Reina.
Lo que al principio parecía una conversación más sobre negocios familiares, pronto se convirtió en una discusión profunda sobre visión, valores y legado. Pedro, con una firmeza nacida de la experiencia y de una convicción inquebrantable, dejó claro que ya no estaba dispuesto a seguir manteniendo el mismo modelo tradicional que durante años había gobernado la empresa. Su intención era ir más allá de lo conocido: abrir un nuevo capítulo en la historia de la firma, donde todos, desde los artistas hasta los empleados, se sintieran valorados y fueran partícipes del éxito.
Luis, sin embargo, no podía evitar sentir cierto vértigo ante tales ideas. Él había crecido dentro de una estructura sólida, ordenada, donde las jerarquías estaban claramente definidas. Cambiarlo todo de repente lo llenaba de dudas. Aunque respetaba profundamente a su padre, temía que esa revolución interna terminara rompiendo más de lo que construyera.
Aun así, Pedro no bajó la guardia. Con una voz serena, como quien sabe que el tiempo juega a su favor, dijo que no se trataba de una decisión individual. Prometió que hablaría con todos los implicados, incluidos los accionistas, y que incluso estaba dispuesto a modificar los estatutos si era necesario. El mensaje era claro: el cambio vendría desde dentro y con la participación de todos.
Luis, sorprendido por la audacia de la propuesta, no pudo evitar quedarse en silencio. Las ideas de su padre eran tan radicales como necesarias, y aunque sentía temor, también reconocía que quizás había llegado el momento de dejar atrás lo viejo. Aceptó seguir conversando, sabiendo que lo que se estaba gestando era más grande que ellos mismos.
Con una sonrisa serena, Pedro cerró el encuentro con una frase que selló su compromiso: “Vamos a modernizar Perfumerías de la Reina de una vez por todas”. Y así, sin necesidad de firmar nada, quedó hecho un pacto entre padre e hijo, entre pasado y futuro, entre lo que fue y lo que está por ser.
La empresa, hasta ahora símbolo de elegancia clásica, se preparaba para un giro inesperado. Y aunque el camino aún era incierto, una cosa estaba clara: Pedro no se detendría. El cambio había comenzado.