⚠️ Spoiler | Ángela huye a Suiza y deja roto a Curro en ‘La Promesa’
El sol del 4 de julio se alzó sobre La Promesa con un aire solemne, como si anticipara los giros dolorosos que marcarían aquel día. Mientras una parte de la finca celebraba el amor, otra sufría un adiós irreparable.
La boda de Rómulo y Emilia fue un bálsamo en medio del caos. En una emotiva ceremonia, ambos sellaron su amor frente a señores y servicio, recibiendo el reconocimiento de todos. Catalina, incluso en medio de su guerra abierta con Martina por el control de la finca, dejó de lado los enfrentamientos. La emoción fue profunda y sincera. El mayordomo, convertido en el señor Baeza, se despidió entre lágrimas y abrazos de quienes fueron su familia durante décadas.
Mientras tanto, en el hangar, Toño y Enora estrechaban vínculos más allá de lo profesional. Su complicidad crecía sin que ellos se atrevieran a nombrarla, pero Manuel, observándolos en silencio, sintió cómo algo se le escapaba entre los dedos, un lazo que no podía controlar ni comprender.
Pero lejos de todo eso, el drama verdadero se cocía en silencio. Ángela, acorralada por la presión de su madre y las amenazas de Lorenzo, tomó una decisión desesperada: huir. Con ayuda del capitán —más interesado en esconder un escándalo que en ayudarla—, planeó su marcha a Suiza para dar a luz sola y en secreto. Dejó una carta para Curro, su gran amor, pidiéndole que no la buscara, que la olvidara.
Curro, al leer sus palabras, sintió que el suelo se abría bajo sus pies. Desesperado, galopó hasta la estación para impedir su partida. Llegó cuando el tren ya arrancaba. La vio. Ella lo vio. Gritaron sus nombres, extendieron sus manos… pero ya era tarde. El tren se llevó a Ángela. Y con ella, su amor, su futuro y su esperanza.
Ese día, La Promesa vivió dos historias paralelas: el inicio de una nueva vida para Rómulo y Emilia, y el naufragio de otra para Curro y Ángela. Una jornada marcada por la alegría más pura y la tristeza más cruel, que dejará cicatrices imposibles de borrar.