La Promesa, avance del capítulo 648: “El cuadro maldito desaparece… y alguien lo ha destruido”
En el capítulo 648 de La Promesa, el misterio regresa con fuerza al palacio. Un acontecimiento inesperado sacude la rutina de la finca y amenaza con desenterrar secretos del pasado que muchos preferirían mantener enterrados. Todo comienza con la inquietante desaparición del llamado “cuadro maldito”, una pintura que ha sido fuente de leyendas, temores y tensiones dentro de la casa.
El día amanece como cualquier otro, pero la calma se rompe abruptamente cuando Jana descubre que la pintura, que colgaba desde hace años en uno de los pasillos principales, ya no está en su sitio. En su lugar, quedan marcas visibles en la pared, como si alguien la hubiera arrancado de forma brusca. No hay señales de su paradero, y nadie parece saber qué ha ocurrido durante la noche.
La noticia se esparce rápidamente entre la servidumbre y los señores de la casa, generando un clima de inquietud general. La pintura desaparecida era conocida por su fama de “maldita”; se decía que su presencia traía desgracias y que cualquiera que intentara moverla sufría las consecuencias. Sin embargo, lo más alarmante no es solo su desaparición… sino el hecho de que alguien la ha destruido deliberadamente.
Cuando los restos del cuadro comienzan a aparecer en distintos rincones del palacio —fragmentos del lienzo quemado, trozos de marco— se confirma que el acto no fue un robo ni una travesura, sino una decisión consciente, ejecutada con violencia. El desconcierto es total, y las preguntas comienzan a multiplicarse: ¿quién querría destruirlo? ¿Por qué justo ahora? ¿Qué simbolizaba realmente ese cuadro para que alguien quisiera hacerlo desaparecer?
Cruz reacciona con profunda indignación. Aunque intenta mantener su imagen de señora firme y controlada, es evidente que la pérdida de la pintura la ha afectado de forma personal. Reúne a toda la familia e insiste en que se inicie una investigación interna para dar con el responsable. Nadie puede salir ni moverse sin autorización hasta esclarecer los hechos.
Mientras tanto, Jana y Manuel se embarcan en una búsqueda paralela. Ambos sienten que hay algo más detrás de este acto: no se trata solo de eliminar un objeto temido, sino de silenciar algo del pasado. Sospechan que el cuadro podría esconder una verdad peligrosa, una historia vinculada a la familia Luján que ha permanecido oculta por años. Jana recuerda haber escuchado en su infancia rumores sobre la pintura y su vínculo con la tragedia de los antiguos dueños del palacio.
Por su parte, Curro se muestra especialmente inquieto. Su actitud nerviosa, los silencios prolongados y sus evasivas durante las conversaciones lo colocan rápidamente bajo sospecha. Jana intenta hablar con él, pero él la esquiva una y otra vez. Parece tener miedo, no solo de ser acusado, sino de algo aún más profundo… tal vez de lo que la pintura representaba para él.
Petra, siempre lista para sembrar discordia, aprovecha la confusión para hacer correr rumores entre el personal. Insinúa que Pía podría estar involucrada, recordando episodios del pasado en los que la institutriz mostró un comportamiento extraño frente a la pintura. Al mismo tiempo, Feliciano es interrogado por Rómulo, ya que fue uno de los últimos en estar cerca del lugar donde colgaba la obra. Su relato, sin embargo, presenta inconsistencias.
La situación alcanza un punto crítico cuando don Pelayo, un viejo conocido de la marquesa, aparece inesperadamente en La Promesa. Su llegada coincide misteriosamente con la desaparición del cuadro, y pronto comienza a hacer preguntas incómodas. Parece saber más de lo que debería, y sus comentarios crípticos generan aún más sospechas. Cruz, molesta pero también preocupada, lo confronta discretamente. Entre ambos se revela que la pintura era mucho más que una pieza decorativa: contenía una representación simbólica de un hecho oscuro que, si se hace público, podría deshonrar a toda la familia.
Mientras tanto, Simona encuentra un pañuelo quemado en el lavadero, con unas iniciales apenas visibles. El hallazgo da un nuevo giro al caso: ahora hay un objeto que podría conectar directamente al responsable con la escena del crimen. Jana y Manuel se proponen analizarlo en secreto antes de que Cruz se entere, ya que sospechan que la marquesa podría intentar ocultar pruebas para proteger a alguien.
En una escena cargada de tensión, Rómulo y Vera interrogan a cada miembro del servicio. A medida que avanzan en los interrogatorios, emergen pequeños detalles que no cuadran. Los relatos se contradicen, algunos silencios pesan más que las palabras, y queda claro que hay más de una persona implicada o, al menos, que alguien está encubriendo al verdadero culpable.
En una conversación privada, Lorenzo le pregunta a Cruz si realmente la pintura merecía tanto valor como para iniciar semejante revuelo. La respuesta de la marquesa, apenas susurrada, es tajante: “Esa pintura podía arruinarlo todo. El apellido, el legado… nuestra historia.” Sus palabras son una confesión velada de que el cuadro albergaba una verdad peligrosa, una que alguien, quizá ella misma, temía que saliera a la luz.
El capítulo concluye con una atmósfera de tensión creciente. Aunque no se ha revelado aún quién fue el autor del acto, los indicios apuntan a un círculo muy cerrado. Todo parece indicar que la destrucción del cuadro no fue un acto de locura o miedo, sino una decisión fría y calculada para proteger un secreto. Pero, como dice Jana en los minutos finales: “No importa cuánto se intente ocultar la verdad… siempre encuentra la forma de salir.”