Spoiler: Una vida en peligro en ‘La Promesa’, avance semanal del 14 al 18 de julio
La tragedia vuelve a golpear las puertas de La Promesa, y lo que comienza como una semana más se transforma en una cuenta regresiva marcada por secretos, traiciones y una amenaza silenciosa que pone en vilo a todos los habitantes del palacio.
Lunes – El contrato olvidado y los miedos que arden
La preocupación consume a Vera, que no logra disimular el miedo que siente por Lope, aún infiltrado en la mansión de los Duques de Carril. Cada segundo se le hace eterno y el rostro de Pía refleja la misma inquietud. Mientras tanto, Curro intenta dar fuerza a ambas: asegura que Lope no actúa por imprudencia, sino por una causa mayor. Él cree que allí está la clave para destapar el intento de envenenamiento a Jana, y Lope está dispuesto a todo para encontrar pruebas.
En paralelo, Leocadia intenta reafirmar su control sobre la empresa de motores y bloquea la entrada de Enora al taller. Sin embargo, Manuel, paciente y estratégico, saca a relucir un contrato firmado por Leocadia en el pasado, que anula su capacidad de veto y devuelve el control al marquesado. Con ese documento en mano, Manuel da un golpe maestro: Enora será contratada, y Leocadia queda expuesta y humillada.
Por su parte, Martina insiste en desafiar al Barón de Valladares con el respaldo de los jornaleros, pero Catalina la frena con firmeza: el único capaz de enfrentarlo es Alonso. Finalmente, el marqués accede y lanza una amenaza velada al Barón: si vuelve a acercarse a su hija o sus tierras, él mismo responderá, y no será con palabras diplomáticas.
En el servicio, el nuevo mayordomo, Cristóbal Ballesteros, impone un régimen de hierro. Petra, Pía y Ricardo sienten que algo oscuro se cierne sobre ellos. Y mientras Leocadia intenta proteger la reputación de su familia ante el escándalo de su hija Ángela, su plan de enviarla a Suiza fracasa tras discutir amargamente con Lorenzo. La unidad familiar se desmorona justo cuando más se necesita.
Miércoles – Fiebre, caos y una generosidad interesada
El miércoles amanece con un golpe devastador: Rafaela, la hija pequeña de Catalina, sufre una fiebre altísima que no cede con ningún remedio. La desesperación invade a la familia. El coche de la finca ha desaparecido, dejando a La Promesa incomunicada y sin forma de llevar a la niña al médico. Es entonces cuando Leocadia, en un gesto calculado, ofrece regalarles un nuevo vehículo. Aparentemente altruista, su ayuda refuerza su imagen de salvadora y acrecienta su influencia.
Pero ni su dinero puede impedir que la fiebre de Rafaela siga avanzando. La invitación retirada de Ángela a un evento importante revela que el marqués de Andújar ha empezado a aislarla socialmente, reforzando la caída de la joven en desgracia.
En el servicio, la tensión escala. Petra, tras ver a María Fernández castigada injustamente, se rebela por primera vez y decide apoyarla abiertamente. Nace así una inesperada alianza contra la tiranía de Ballesteros. La cocina, que era el corazón del palacio, se llena de susurros de descontento.
Vera, cada vez más angustiada, presiente que algo ha salido mal. Pía intenta consolarla, pero ella también teme por Lope. Curro, agobiado por la culpa, está a punto de confesar a Ángela el motivo de la ausencia del cocinero, pero ella, devastada y encerrada en su dolor, se niega a escuchar.
Cuando todo parece perdido, Lope aparece de improviso. Está vivo, pero derrotado. Su misión ha sido un fracaso: no encontró pruebas, ni pistas sobre el veneno o Jana. Solo una cosa le llama la atención: la constante presencia del Capitán de la Mata en la casa de los Duques. Su implicación parece más siniestra de lo que imaginaban.
Viernes – Entre la vida, el amor y la traición
La fiebre de Rafaela alcanza un punto crítico. Catalina, destrozada, clama por ayuda. Ningún médico responde. Alonso ha agotado sus contactos, y ni siquiera el nuevo y costoso coche donado por Leocadia sirve de algo. La pequeña está al borde del abismo y el ambiente en el palacio es tan denso como el silencio antes de una tormenta.
Ballesteros sigue sembrando miedo. Petra y María han sido castigadas severamente por su rebeldía: confinadas a sus habitaciones, con hambre y sin salida. El mensaje del mayordomo es claro: no tolerará oposición.
Ricardo, por su parte, enfrenta otra batalla. Su hijo, Santos, ha recaído en sus viejos hábitos y lo sorprende robando vino del Marqués. El dolor de Ricardo es profundo, y su decepción no tiene consuelo. Todo lo que había hecho por su hijo parece en vano.
Mientras tanto, Enora toma una decisión inesperada: le propone a Manuel romper el compromiso que lo mantiene atado. Con valentía, le dice que debe liberarse de ese pacto que lo priva de la felicidad. Manuel, sorprendido por su franqueza, queda mudo. Sus palabras tocan una herida abierta: la promesa que lo mantiene preso es una carga que ya no está seguro de poder seguir soportando.
En paralelo, Lope y Curro descubren que el Capitán de la Mata está involucrado en una conspiración para apoderarse de La Promesa. Lo que antes parecía una simple venganza personal ahora se revela como una operación planeada. Los Duques y el Capitán quieren destruir a los Luján desde dentro. El envenenamiento de Jana fue solo el comienzo.
Y mientras el enemigo se mueve en las sombras, Ballesteros fija su mirada en Lope. El mayordomo percibe en él una amenaza, un hombre que sabe más de lo que aparenta. Ha encontrado a su nuevo blanco, y está decidido a doblegarlo, como ha hecho con los demás.
La semana culmina en un ambiente enrarecido. Arriba, Rafaela lucha por respirar. Abajo, las intrigas hierven. Todos en La Promesa sienten que algo se aproxima, algo irreversible. El peligro ya no es una posibilidad, es una certeza.
Y en esa atmósfera de fragilidad, donde una niña lucha por su vida y un palacio entero camina por la cuerda floja, el destino de todos pende de un hilo. La Promesa, una vez más, contiene el aliento… esperando el próximo golpe.