⚠️ SPOILER – Leocadia amenazada por el título de Lisandro ⚠️

En el episodio 616 de La Promesa, los cimientos del palacio se ven sacudidos cuando Lisandro irrumpe con un inesperado gesto de gratitud: ha gestionado un título nobiliario para Adriano y Catalina. Lo que en apariencia es una muestra de generosidad, se convierte rápidamente en una amenaza al poder establecido, especialmente para Leocadia, quien ve peligrar su posición.

Leocadia, hasta ahora firme e influyente, se siente desplazada y traicionada. El marquesado concedido, aparentemente una recompensa por salvar la vida de Lisandro, es percibido por ella como una afrenta directa. La tensión crece al escuchar, oculta, cómo Catalina y Adriano debaten con dolorosa honestidad sobre si aceptar o no el título. Para él, es una carga incompatible con sus principios de hombre humilde; para ella, un símbolo del sistema del que ha intentado alejarse. Sin embargo, ambos saben que rechazarlo podría ser visto como un desaire peligroso.

La reacción de Leocadia no se hace esperar: su furia interna se mezcla con su capacidad de manipulación, y encuentra en Jacobo un inesperado aliado. El joven, consumido por la envidia y la sensación de ser ignorado, confronta a Adriano con una mezcla de sarcasmo y amargura. Su desprecio por el rechazo al título es tan feroz que sus palabras se convierten en armas… sin saber que Leocadia los observa desde las sombras, lista para usar su conflicto a su favor.

Paralelamente, Leocadia da un paso más en su cruzada personal al forzar la marcha de su hija Ángela a Zúrich. Sin embargo, lo que parece una victoria es, en realidad, el inicio de su mayor derrota. Ángela, más astuta de lo que su madre imagina, ha tramado un plan alternativo y en secreto se dirige a Madrid, no a Suiza. Lejos de huir, busca su propia voz… y su oportunidad de contraatacar.

Mientras todo esto ocurre, el palacio vive otras conmociones. Manuel firma la venta de sus motores, sacrificando su pasión por salvar la economía familiar. Pero su dolor más profundo es emocional: el reencuentro con Jana en el cementerio ha reabierto viejas heridas. Simona, con su sabiduría serena, lo consuela y le recuerda que aún hay esperanza, que el amor verdadero puede resistir incluso la muerte emocional.

En otro rincón de La Promesa, María Fernández está decidida a limpiar el nombre del padre Samuel, acosando a todos en busca del traidor que lo calumnió. Pero ignora la verdad más desgarradora: fue el propio sacerdote, movido por un amor imposible por ella, quien provocó su caída. La doncella, furiosa y apasionada, libra una cruzada contra fantasmas… mientras el verdadero culpable guarda silencio por amor.

En medio de tantas turbulencias, un rayo de luz se cuela entre las sombras: Rómulo y Emilia deciden fugarse juntos. El mayordomo, emblema de la rectitud, apuesta por el amor y planea dejar La Promesa en secreto. Su declaración a Emilia es una promesa de libertad, una vida lejos del peso de la servidumbre y los secretos del palacio.

Finalmente, una amenaza silenciosa cobra protagonismo. Curro, Lope y Pía descubren que una misteriosa pulsera escondía un frasco de cianuro. El veneno, el verdadero símbolo de las traiciones que se cuecen en la finca, los empuja a reabrir su investigación. Su plan: regresar a la joyería Llop, el epicentro del misterio, para averiguar quién encargó ese objeto mortal. La tensión crece. Cada paso los acerca a una verdad peligrosa… quizá demasiado.

Así, en este episodio cargado de giros y revelaciones, La Promesa se convierte en un campo de batalla emocional y político. Leocadia, desplazada pero aún peligrosa, mueve sus piezas con precisión venenosa. Lisandro, con su nobleza impetuosa, ha desatado un caos que ni él mismo puede controlar. Y mientras los secretos brotan como flores oscuras en primavera, todos en la finca parecen caminar sobre un suelo que podría derrumbarse en cualquier momento.

Porque en La Promesa, hasta el gesto más generoso puede esconder un puñal… y el poder, cuando se mezcla con el amor, el rencor y el veneno, no hace prisioneros.